domingo, 13 de marzo de 2016

FERIA DE FALLAS EN VALENCIA – SEGUNDA DE ABONO: Gracia y valor del extremeño José Garrido

Resolución, recursos, sentido del temple, gancho con la gente, muleta segura y espada sobresaliente: debut feliz del joven torero en Fallas, dos orejas y claro protagonismo. 

BARQUERITO
Foto: EFE

AL CUMPLIRSE la primera hora de función acababa de arrastrarse el segundo toro de corrida. Ni un lance ni un muletazo que llevarse a la boca o la vista. La cosa arrancó con tres largas cambiadas de rodillas en el tercio, Padilla al aparato, tres lances a suerte descargada y media recortada. Y punto. Una hora de travesía del desierto, pero con la aparición y la pelea de un primer toro de Fuente Ymbro, único cinqueño del envío, el de más cuajo y hondura, que peleó en el caballo con ganas, galopó y arreó en banderillas, y sacó luego motor. Un puntito andarín, que iba a ser nota común a los seis toros del paquete, y algo mirón también. Como tantos toros mirones, se acostó no poco al venirse. Tuvo el vicio de querer soltarse. Se jugó cuando más sopló el viento, Padilla no pudo sentar los pies y no hubo ni amago de pelea.

Saúl Fortes se embarcó en una interminable faena con el segundo de la tarde, un mulato recogido y corto de manos, tundido por un puyazo trasero. Salió a quitar José Garrido capote a la espalda: gesto desafiante, tarjeta de visita, quite más bravo que brillante y un toque de atención. En banderillas cortó el toro y, además, en viajes mínimos. Fortes brindó al público. No tardó en descubrirse que no era toro de brindis. Embestidas a perdigonazos, escupidas; engaño punteado, cabezazos defensivos, trallazos apoyándose en las manos. Ni un muletazo limpio y, sin embargo, Fortes se prodigó contra toda lógica. Un aviso antes siquiera de haber pensado Saúl ni en cuadrar al toro. Una estocada a capón tras el segundo aviso. Y dos descabellos.

Vino a sacudir tanta modorra el galope del tercer fuenteymbro, colorado, de bella estampa. Galope engañoso, porque fue más de toro corredor que de atender y embestir. En todos los toros asomaron muestras de haber sido corridos de más antes de embarque, pero este tercero se llevó la palma. Fue el más bondadoso de todos. Garrido salió a saludarlo de rodillas en la primera raya con un lance bien volado. El toro se fue de la reunión tan al galope como llegó a ella. Y no volvió. Gran desaire. Encajado y en pie, al fin le pudo Garrido pegar tres verónicas seguidas, de muy caro ajuste las tres. Incansable, el toro hizo gasto de corredor de fondo en varas y en banderillas. Como si le hubieran dado cuerda. Garrido lo vio claro, abrió faena de rodillas con un farol, estuvo a punto de tropezarse al gatear y, ya en pie, se templó de verdad: tres muletazos muy cadenciosos. No llegó a encelarse el toro, sino todo lo contrario –se soltaba y soltaba, como si no fuera la cosa con él- y, sin embargo, cuando tomó engaño, lo hizo con claro son.

La listeza de Garrido fue engañarlo a muleta puesta para conducirlo y hasta cambiarle la velocidad. Tres tandas, ligadas a pesar de los pesares, estupendas soluciones –pases cambiados muy airosos- y un dominio notable de la situación. No fue sencillo sujetar al toro, retenerlo sin violentarlo, meterlo en engaño, camelarlo. La faena tuvo ritmo y, con la mano izquierda, que apareció en la quinta tanda, una garra peculiar. La cosa pasó toda en un solo terreno –mérito secreto del trabajo- y la gente coreó cada lance. El alarde final del circular cambiado cosido con el redondo y un desplante. Una tanda de bernadinas muy ceñidas y una estocada sin puntilla. En mitad del trasteo le habían lanzado al ruedo a Garrido en señal de admiración un sombrero de ala ancha. ¡Qué menos! Dos orejas. Parecía otra corrida.

Padilla salió a dar respuesta en el cuarto toro, que quiso bastante menos que el tercero y no solo se quiso soltar distraído sino que terminó rajándose. A pies juntos Padilla en el recibo, dos puyazos traseros y severos, dos meritorios pares de banderillas solo que dejando correr demasiado tiempo entre uno y otro, y un trabajo que arrancó de rodillas, ruidosamente, y, luego, en la vertical, se enfrió casi de repente. Ni el recurso del circular en molinillo, ni el deseo de atropellar al toro: no se sintió motivada la gente. Hasta que al salir de la reunión con la espada –media perpendicular- Padilla se vio sorprendido por un fiero arreón del toro a querencia. La cogida fue brutal. No menos la paliza. Quitaron al toro, Padilla se dolía de todo. La gente, espantada. Pero de pronto Padilla hizo de tripas corazón y volvió renqueando a la cara del toro, que ya doblaba. Solo un susto. Susto monumental.

El quinto se soltó con luz artificial, arancel de las funciones interminables. Como corrida nocturna. Lances de Fortes de mucha tela y poco vuelo, toro escarbador y castigado a modo en varas, viajes sin celo. Fortes encima y, entonces, topetazos del toro, que llegó a levantarle los pies. Trabajo sin relieve ni aliento. Cinco pinchazos. Una tarde muy oscura.

El sexto pareció de salida lo que no fue: un toro elástico y ganoso, de felino galope. A pies juntos lo saludó con gracia Garrido, pura resolución. Dos puyazos en regla, y aplaudidos por certeros, pero el toro salió del caballo roto. Cinco viajes de buena gasolina en la muleta, y solo cinco. Al cite en la distancia de Garrido vino rebrincándose y mugiendo. Y enseguida estaba punteando engaño, perdiendo las manos al revolverse, cabeceando y a la defensiva. Habría procedido una breve faena de castigo sin más. Pero nadie se atreve a tanto. Una estocada sobresaliente de Garrido: en corto y por derecho, perfecto el juego de manos. ¿La estocada de la feria? Ya se verá.

FICHA DEL FESTEJO
Valencia. 2ª de Fallas. 6.000 almas. Soleado,
Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo).
Juan José Padilla, silencio y ovación.
Jiménez Fortes, silencio tras dos avisos y silencio tras aviso.
José Garrido, dos orejas tras aviso y ovación.

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