RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Sin duda alguna que es y ha sido una de las ganaderías
de mayores pergaminos que el campo bravo colombiana ha podido conjuntar. La maravillosa
alquimia de amalgamar dos encastes de respeto y únicos como es Santa Coloma-Murube ha derivado a través
de la meticulosa selección en el campo en un toro de nobleza y bravura supina,
que propicia por estos lares faenas de ensueño a toreros de superlativo rodaje,
como el caso de las figuras ibéricas que se presentan en los distintos ruedos
de la América taurina. La gran mayoría de ellas se anotan a “ojos cerrados” ante su anuncio.
El hecho es que la Empresa Taurina Hermanos Rodríguez
Jáuregui anuncia de nuevo la contratación de la vacada propiedad del ganadero
caldense Don Miguel Gutiérrez, quien lidia a nombre de su señor padre, Ernesto Gutiérrez, luce divisa negro
y oro y pasta en la hacienda La Esperanza
y La Florida asentadas estas en el departamento
de Caldas, para el abono del 2013, lo que le une a las ya contratadas de Rancho Grande/El Prado/La Consolación
trío que pertenece a la familia Molina Colmenares; Santa Fe y Campo Pequeño, a su vez de la familia Rodríguez Lemus y Rodriguez-Manfredi,
y para rematar hasta los momentos, a falta de definir el lote a pasaportarse en
la nocturna de rejones, un encierro del hierro colombiano de Juan Bernardo Caicedo.
Se da la circunstancia que este año, uno de
los encierros de toros más vergonzosamente manipulados de astas en la Plaza de Toros
de Mérida haya sido precisamente el que envió Don Miguel Gutiérrez a Mérida,
quien sin quitarle un mínimo de su respeto como ganadero, sí que fue verdad que
faltó al de la afición emeritense al prestarse al “fraude” con la que se confabularon primerísimas figuras del toreo que
aquella tarde despacharon semejante lote de “chotos”,
ante el vergonzoso descaro y condescendencia de autoridades de la Comisión
Taurina y como no de algunos personeros de los medios de comunicación.
Los toros cuyos números guardo en la memoria
como fueron el 82, 114, 96, 204, 105, 143 y 156 de Ernesto Gutiérrez, si bien fueron un dechado de nobleza, a tal
punto de permitir el triunfo de Puerta Grande a El Juli con tres orejas, y otra más a Castella y El Califa de Aragua el día de su
alternativa, con vuelta al ruedo a uno de sus toros, no escapa en dejar claro
que aquello fue un timo a la dignidad que debe tener un toro de lidia al salir
a cualquier plaza de toros, como son sus pitones.
Ojalá y en esta ocasión, la del 2013, Don Miguel
Gutiérrez se reivindique ante los aficionados merideños como el gran
criador de toros que es, ese que ha sabido darle a su tierra y a Colombia un tesoro
en cuanto a bravura se refiere… pero que en esta oportunidad lo haga con toros
inmaculados de trapío (entiéndase pitones y fenotipo en la línea que atesora
sus pupilos) y sobre todo de respeto por quienes gustamos del toro integro en
la plaza, por encima de imposiciones de terceros, que lejos de beneficiar, le
han un gravísimo daño a la fiesta brava.
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