ZABALA
DE LA SERNA
El invierno aún no nos ha alcanzado cuando Alejandro Talavante ya ha desenfundado
las pistolas de 2013, como vestido de charro en su México lindo y querido.
Quiere matar seis victorinos en
Madrid. Así, en pleno mes de noviembre, Talavante
madruga a toda la elite del toreo.
En una época ayuna de gestos y abundante en
comodidades, el joven Alejandro,
como diría Guillermo Leal en su
tierra caliente mexicana, da el paso al frente con una contundencia digna de
admiración. Seis, sí, pero seis de don Victorino Martín, que no he pisado
ni la finca ni me he puesto en mi vida delante de una vaca suya, que me
apetece, coño, que estamos muy dormidos y muy quejicas y, aunque no haya
necesidad, debe sonar pronto el despertador. AT aún no ha hablado, pero lo
imagino en encendido monólogo frente al espejo de la hombría.
No hay fecha ni corrida reseñada. ¿Cómo va a
haberlas a 20 de noviembre? Madrid como plaza necesita un calambrazo o varios
de este tipo. Y vestirlo con su vitola. Si la Comunidad de Madrid, su Consejo
Taurino y sus gentes la han visto pasar, que la agarren, la idea, la propuesta,
la apuesta de Talavante, digo.
Las dos últimas temporadas el cartel de
Beneficencia, cumbre por rematado y redondo, es la repetición de la repetidera.
Extraordinario por contraste con la mediocridad del resto del trágala de
Aniversario y San Isidro. Pero carece del punto de extraordinario de verdad, en
plan Joselito
en los noventa o Morante en tiempos más recientes solos ante el peligro en la
fecha más importante del calendario taurino con permiso del Domingo de
Resurrección sevillano.
Talavante ha mostrado sus cartas prontito con una idea a buen seguro macerada
desde hace tiempo. Es el momento. Y el que venga detrás que arree. O haber
soltado el moquero de las lágrimas antes.
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