Así se pasó de cerca Diego Silveti los bellos utreros de El Ventorrillo, en su debut ayer en Madrid, donde se le midió con la púrpura que impone la catedral del toreo. Foto: Javier Arroyo |
NO TUVO SUERTE ni conoció mejor fortuna Diego Silveti en su debut de novillero en la Plaza de Madrid. El peso de la historia. Aquí, y en Sevilla también, hace más de medio siglo y en competencia con los grandes de su tiempo, se ganó de torero grande su abuelo paterno, Juan Silveti. En esta misma plaza, una tarde ventosa de San Isidro de 1987 se templó a modo con un toro del hierro mexicano de San Mateo David Silveti, su difunto y llorado señor padre. Y aquí se hizo querer también su tío Alejandro Silveti, con quien resucitó hace veinte años la emoción entonces olvidada del pase cambiado por la espalda en cite desde el platillo y librado en sólo el último segundo. Su bisabuelo, el Juan Silveti que fundó esta dinastía singular nació en Guanajuato hace 120 años y en la vieja plaza de la carretera de Aragón sufrió en su día de los años veinte una gravísima cornada. Estaba en el patio de caballos, y en traje de luces, una parte de la historia taurina de México.
En el patio de arrastre, a la hora de los toros, otra parte no menor de esa historia: Miguel Armillita con su hermano Fermín, también matador de toros, convocados para la conmemoración española del centenario del nacimiento de Fermín Espinosa “Armillita Chico” su señor padre, tal vez el más largo, poderoso y profundo de los toreros mexicanos de todas las épocas. De Miguel Armillita es una de las faenas leyenda de los últimos tiempos: la del festival de homenaje a Julio Robles en Madrid. Nunca se había visto torear aquí con tal temple. El temple del toro mexicano. Pero con el toro español.
De vuelta al día de la fecha, una novillada de El Ventorrillo, la tercera de las tres del abono, la que más novios tenía. Pero que sólo dio un novillo sobresaliente –el último de los seis, de pinta barrosa, acucharadito, no bueno sino mejor, y sólo rajadito muy a última hora; otro bueno de verdad aunque muy llorón y un punto mansito –que hizo tercero- y, en fin, un segundo y un quinto que ni carne ni pescado pero tuvieron los dos su enigma.
Por antigüedad encabezaba terna el joven Silveti. Los dos toros de peor nota, primero y cuarto, le entraron juntos en lote. Un primero de trote perdiguero sin la menor fijeza, la cara por las nubes y de mucha violencia si se le interponían. Entonces arrollaba. Y un cuarto, de lindo remate, que suelto y distraído estaba rajado al segundo asalto. Silveti, indemne tras una caída al descubierto cuando lidiaba antes de picas, pretendió quitar en tragantón por gaoneras en su primera salida en firme. Improcedente e inviable idea: se fue el toro suelto, que luego arreó sin norte. Por todas partes de la plaza –tablas, el tercio, los medios y toriles. Intentó Silveti encontrar cómo sujetar al toro que se le huía o que no consentía más de dos viajes seguidos. Puro pundonor. Lo empaló el toro y le pegó una voltereta monumental. Una estocada con vómito. Pitos fuertes para el toro en el arrastre.
Y no mayor fortuna luego: un hermoso quite por mandiles al tercero de corrida con el acento mexicano de reunirse sobre la pierna de entrada y no la contraria, que embellece la suerte y la corrige; y un hermoso arranque de faena con el cuarto: la manera de ponerse, llegar y estarse antes del propio comienzo –que parecen saberes heredados- dos estatuarios cosidos en el platillo con el cambiado por la espalda, dos en la suerte natural y el de pecho obligado. Y ya se fue el toro de la pelea. Un intento de meterlo por la mano izquierdo en muletazos ayudados y abiertos; una poderosa tanda de dominio con la diestra pero deslucida por un desarme. Un cambio de mano por delante, un intento de bernadinas castigado con una empellón y desarme, raje del toro, dos pinchazos, seis descabellos, sonaron hasta dos avisos. Como el sexto novillo fue de bandera, pareció lógico esperar de Silveti un quite a modo. No lo hubo. Estaría sin moral.
No le salieron las cosas al segoviano Víctor Barrio, tenso e inseguro en los dos turnos, los brazos rígidos, las distancias equivocadas, los toques a destiempo, agarrado a los engaños y no sujetados éstos por él, en rectificaciones obligadas porque se le echaron encima los dos toros. Cualquier parecido con el Barrio de su presentación en Madrid hace un año, o con el de hace sólo dos semanas en San Isidro, fue mera coincidencia.
Además del de Diego Silveti, estaba el debut de un novillero extremeño, de Navalmoral de la Mata , tierra de castañares y tabaqueros en Cáceres, alumno de la Escuela de Badajoz, ya célebre. La fama a Cerro se la ha dado su apoderado: José Ortega Cano. En horas trágicas Ortega, cuyo nombre iba de boca en boca como una plegaria. Los dos toros de nota para su discípulo. Gran ocasión. Un quite despacioso en el segundo de corrida fue tarjeta de presentación. Notorio. Suaves lances al tercero confirmaron su habilidad; no tanto una réplica por delantales al que acaba de ser, con Silveti en juego, el quite de la tarde. Y dos trabajadores prometedores, pero de más a menos. Con sus vicios –el de torear a suerte descargada y más en línea que para dentro, o el de componer la figura en los remates por abajo, o el de retorcer la muñeca en el toreo de muleta suelta- y con sus virtudes: la colocación, el buen manejo de avíos, la listeza, el acoplamiento de telas en la velocidad del toro, los recursos de un oficio hasta sorprendente.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Armillita en persona: un saludo. Qué torero! Y el recuerdo del Rey David.
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de El Ventorrillo (Fidel San Román). De serio y bello remate, pero muy desigual condición. Excelente el 6º, que embistió y repitió con nobleza y temple. Bueno pero un punto manso el 3º. Manejables un 2º asperito y un 5º poderoso. Muy manso, se huyó el 1º. Se rajó enseguida el 4º.
Diego Silveti, de azul prusia y oro, de Irapuato, México, nuevo en Madrid, palmas y silencio tras dos avisos. Víctor Barrio, de mahón y oro, saludos y silencio tras un aviso. Rafael Cerro, de Badajoz, nuevo en Madrid, de blanco y golpes de plata y oro, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso.
Lunes, 30 de mayo de 2011. Madrid. 20ª de abono de la Feria de San Isidro. Tres cuartos largos. Primaveral, algo ventoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario