lunes, 16 de mayo de 2011

SEXTA CORRIDA DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: La primera desilusión de San Isidro

La única tarde de Morante en la feria y se queda todo el mundo con la miel en los labios. Corrida sin estilo ni entrega de Cuvillo. Muy valiente el mexicano Saldívar.
En la única comparecencia de Morante de la Puebla en San Isidro, las ansias de verle quedaron en ascua ante la desigual corrida de Núñez del Cuvillo lidiada en el primer gran cartel de la feria, en la que deslumbró un desinhibido Arturo Saldivar, de México. Foto: EFE

BARQUERITO

UN DESLIZ DE CUVILLO: no fue la corrida que se esperaba. Ni remoto parecido con la última que el ganadero acaba de lidiar en Sevilla. Ni las hechuras ni el trato, ni el fondo ni la forma. Fue llamativa la desigualdad de estampa, que se hizo notar con sólo destapar la olla: un primer toro con toda la barba, y rica corona ancha y astifina, y con él confirmó la alternativa ambiciosamente el mexicano Arturo Saldívar, y un segundo, el de la devolución de trastos, que dio el peso pero no el trapío de Madrid porque fue un toro muy ventrudo y sin cara. “¡Un choto!”, dijo uno.

El de la confirmación de alternativa se movió con son agresivo, y mal ahormado o díscolo, pegó muchos cabezazos. Saldívar, bien conocido en Las Ventas como novillero valeroso, salió arrancado y, de rodillas y en los medios, citó de largo para una aparatosa tanda en redondo: los cabezazos del toro fueron como balas que le pasaron silbando las sienes. Si llega a estar Saldívar en pie, no lo perdona el toro, que no vino metido en el engaño. Sopló viento pero no se arredró ni volvió la cara el torero de Jalisco. Firmeza y ajuste impecables, conmovedores. No ceder ni un paso ni un centímetro.

De “a Roma por todas” fue la cosa. Entre rayas se tranquilizó el toro. Una última tanda por laserninas u ortinas –las variantes muleteras del lance a la valenciana que trajo de cola la manoletina- fue de pasarse el toro más cerca todavía. Un desplante que le salió del alma a Saldívar tuvo torería. Una estocada defectuosa soltando el engaño. Fría de primer toro, la gente se quedó corta en recompensa –saludos desde el tercio- y hasta de reconocimiento. Hacía tiempo que no se veía confirmar en Las Ventas a un torero tan bragado como éste. Valor de ley.

El toro de la devolución, bizco, más largo que ancho de cabeza y cara, se picó por libre –Morante no es amigo de contrariar ni cortar los viajes de los toros al caballo de pica- y claudicó al salir de la tercera vara. Estaba tronchadito ya entonces. Morante, inédito con el capote por renuncio del toro, abrió faena en tablas con bella y solo aparente desgana. Cinco muletazos exquisitos de apertura –uno de la firma cadencioso- y, encajado luego, tres en redondo muy templados, pero, al primer toque de castigo, el toro perdió las manos y se vino abajo sin remedio. Se oyó alguna protesta, por el toro, y Morante abrevió: una tanda de delicados muletazos por la cara o de pitón a pitón y al paso, del viejo repertorio. Como los toques sutiles que fueron imanes. Una estocada corta y un descabello. Sólo una corrida y dos toros tenía firmados Morante en San Isidro. La mitad de la feria se le había ido en blanco.

El tercero tuvo más cara y mejor remate que el segundo pero lo protestaron más. Fue toro corretón, suelto, de los de meter la cara pero sin humillar ni fijarse. Talavante, esdrújulo en lances a pies juntos al torear de capa, brindó al público y abrió con estatuarios. En el remate sufrió un desarme. Noble, pero trompicado, el toro tomó engaño sin entrega y luego pareció que, más que descolgar, estaba en realidad empezando a afligirse. Una faena larga y con sus logros. En cuanto el toro perdió las manos, se oyeron palmas de tango. Talavante trató de encajarse en dos cambios de mano por delante, pero en los dos adelantó el toro por flojera y le hizo perder pasos. A toro afligido, media chalequera, como decían los castizos, y otra media tendida.

Morante estaba en deuda y al cuarto, negro salpicado, el de más armónicas hechuras, lo ligó de salida en siete lances de brazos en madeja. Con el asiento, el temple, el dibujo, el rumbo, el aplomo y el encaje tan propios de Morante. Se sintió el rugido de Madrid subrayando el invento. La media salió enganchada. Suelto luego, el toro se llegó hasta Talavante, que estaba en las rayas y, en alarde de Tancredo –de blanco todo menos medias, montera, pañoleta y zapatillas-, ni se inmutó. Al salir de una vara trasera, enterró el toro pitones y se quebró. Iba a tener poca vida. Morante firmó a compás docena y pico de muletazos caros: los seis de compás de la apertura jugando en la suerte natural y la contraria, y trenzando; y nueve repartidos en tres tandas con la diestra, sólo que en dos pisotones de muleta el toro lo desarmó dos veces y en la última baza claudicó el toro, que se había quedado vacío. Pero no rendido, pues esperó a Morante a la hora de la muerte. Cuatro pinchazos, una estocada.

Bizco y descarado, el quinto escarbó y echó las manos por delante, parecía acalambrado y, al volverse de salida, hizo gesto de manso. La escupida del caballo en la primera vara lo confirmó: tremenda estampida. Volvió a escupirse a nuevo castigo, pero no perdonó el quite Saldívar: tres chicuelinas raudas y una revolera airosa. Más agresivo que violento, como los bravucones, el toro fue de irregular conducta: empezó arreando tralla pero acabó sumiso o rebotándose o revolviéndose. Talavante lo llevó muy toreado con la zurda, le consintió sin arrugarse pero no rompió en ritmo la cosa. Valiente el torero extremeño.

La segunda faena de Saldívar, a toro bastante más apacible que el de la confirmación, volvió a tener el sello de la firmeza y la resolución, y ahora, además, el mando para someter por las dos manos viajes más llevaderos y que el torero esperó con entereza. Se rajó el toro al ir dominado. El último borrón de este patinazo de Cuvillo. Después de tanto derroche, no pasó con la espada Saldívar.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- No es esto, no es esto... Hasta cuando usted quiera, don José Antonio Morante Camacho! No me borro.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Joaquín Núñez del Cuvillo. Corrida de muy desiguales hechuras. Pobre de trapío el segundo, que se enlotó con un cuarto de bello remate. Este fue el de mejor son de todos, pero duró en serio lo mínimo. De aire agresivo el primero; mansito el segundo; venido abajo un dócil tercero; bravucón el quinto, de mutante conducta; se rajó un sexto manejable. Decepción ganadera
Morante de la Puebla, de vede esmeralda y oro, silencio en los dos. Alejandro Talavante, de blanco y plata, silencio en los dos. Arturo Saldívar, que confirmó la alternativa, de violeta y oro, saludos en los dos.
Domingo, 15 de mayo de 2011. Madrid. 6ª de abono de la Feria de San Isidro. Lleno. Primaveral, algo de viento.

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