domingo, 1 de mayo de 2011

El sueño de Manzanares

Sin duda alguna, la tarde de Manzanares ante el regreso de los toros de Núñez del Cuvillo a Sevilla ha sido un acontecimiento. Un sueño que se cristaliza sobre la base de un toreo refinado y estilizado, además de perfeccionado al que fue el de su padre, palabras mayores por demás… Foto: EFE
JOSÉ LUIS CARABIAS

Una vez más se ha demostrado, en el mundo del toro, que “a veces los sueños se cumplen. Se convierten en realidad”. Palabras de “Morante de La Puebla”, hace tres años, tras su gran éxito de Madrid, que ahora podemos aplicar al joven Manzanares, quien ha hecho hoy verdad su mayor ilusión. Su sueño de cuándo era niño y acudia a la plaza, a barrera, para ver torear a su padre, la foto, de la colección partícular del torero, nos ayuda a imaginar mejor aquellos momentos. La confirmación, el contraste del valor de ley de su toreo. El de ésta época. La verdad del siglo XXI. Lo auténtico, la conjunción del toreo, el ritmo, la medida, la plasticidad, el grupo torero-toro moviéndose al unísono, siguiendo la voluntad del hombre, que toma el astado, le lleva, le deja y le vuelve a retomar.

El éxito de José María Manzanares en la Real Maestranza de Sevilla esta tarde ha sido apoteósico. Un monumento al auténtico toreo, al verdadero, al que consiste en someter el toro, en pararle, centrarle en la muleta o en el vuelo del capote, llevarle toreado con temple, y rematar perfectamente la suerte. Dejarle la muleta en la cara al final de cada pase para ligar, uno tras de otro. Improvisar en los remates, con un molinete ó un cambio de mano, antes de los pases de pecho, en los que se sacaba el alicantino el toro por debajo del hombro, haciéndole describir una determinada trayectoria, la base del toreo, el toro sigue una curva lo más ceñida posible a la vertical del diestro. Esa es la culminación de una lidia que se inicia con la inteligencia y el oficio del hombre, al analizar, de forma rápida y mental, las condiciones de embestida del animal irracional, para ir resolviendo sus problemas y amoldarle a los engaños, aprovechando sus arrancadas, gracias a enseñarle y consentirle, obligándole a entregarse al ritmo que marca el torero.

Ayer comentaba, escribiendo sobre “Cayetano” la diferencia entre torear y dar pases. Lo muy distinto que es aprovechar las embestidas del toro, al aire de la res, a distancia, por libre en relación con los engaños que mueve el torero, a provocarlas y conducirlas, a llevarle toreado, metido en las telas, en perfecta coordinación torero-toro, iniciando y rematando las suertes. Pongo suertes porqué Manzanares ha toreado así tanto con el capote cómo con la muleta.

Gracias a él, a su toreo auténtico y, sobretodo, a su insistencia se indultó su primer toro, de la divisa de Núñez del Cuvillo, cómo reconoció, emocionado, a Canal Plus, en el mismo burladero del callejón donde estaba, el director de la vacada, Álvaro Núñez. De no haber mostrado su gran interés en que perdonasen la vida al astado y aguantado, toreando en una larguísima faena hasta que el presidente sacó el pañuelo naranja, no lo habría conseguido. Emocionante la vuelta al ruedo del diestro acompañado de Álvaro. Pero mucho más ver a los espectadores poniéndose en pie en distintos momentos de su faena, cómo si el toreo de Manzanares tuviera un resorte en cada asiento de las gradas, que levantase al sabio público de la Real Maestranza.

He visto muchas tardes a su padre, he comentado corridas televisadas suyas y quiero escribir que, para mí, el hijo es mucho mejor torero. Su concepción artística es muy distinta. José María hijo ha nacido con el don del temple. Desde sus principios trascendía esta virtud, pero no cristalizaba en su manera de hacer en las plazas. Fue mas tarde, cuando asentó la cabeza y se centró, cuándo lo vió claro. Compendió lo que debía hacer. Aguantar, estar firme, centrado, con seguridad…y así le fueron saliendo las faenas, el sentido de la lidia, de la conjunción primero toro-torero, para pasar después a lo sublime, la torero-toro, comprendiendo el secreto del toreo. Lo que ha completado con su perfeccionamiento mental. La disciplina Zen que practica antes de que salte la res al ruedo, poniendo los brazos cruzados sobre el pecho y las manos a la altura de los hombros, le permite centrar su mente en lo que va a hacer, exclusivamente en el toro, en su lidia. Poder mental.

Su padre introdujo el calentamiento de los músculos en el torero, vestido de luces, antes de salir a lidiar. De esta forma evitaba lesiones. Llegó a tener un entrenador físico personal. Ahora el hijo le ha superado con el poder mental. Calentamiento, concentración de la mente.

El triunfo de José María Manzanares hijo hoy en la Real Maestranza ha sido histórico. Su primera salida a hombros por la Puerta del Príncipe. Se ha cumplido su máxima ilusión, lo que había soñado desde muy joven, cuándo decidió ser torero. Lo que más deseaba. Y, en verdad, ha sido todavía más apoteósico de lo que pensó. Una marea humana le esperaba en la Puerta del Príncipe. Su marcha hasta la furgoneta, izado en volandas, transcurrió sobre ella, en medio de la lucha de los aficionados por arrancarle algún recuerdo de la chaquetilla, lo que era harto difícil, ya que el precavido mozo de espadas había quitado los machos de las hombreras, una mala costumbre que priva a los seguidores del torero de un preciado talismán. Incluso le sacaron de la furgoneta para consumar otro hito poco habitual en esta época, llevarle a hombros hasta el hotel, pero al entorno del torero no le debió parecer adecuado, creo que erróneamente, y dieron la vuelta para volver a meterle en el coche de cuadrillas.

Nada que ver esta salida a hombros por la Puerta del Príncipe de Manzanares, con la de ayer de El Juli, que fue mas fría, más formal, menos apoteósica.
Triunfo compartido de Manzanares y Álvaro Núñez Benjumea, propietario del hierro de Núñez del Cuvillo, en tarde histórica y que será recordada cuando finalice esta Feria de Sevilla 2011. Foto: EFE

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