sábado, 28 de mayo de 2011

DECIMOCTAVO FESTEJO DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: Leonardo triunfador, tarde de percances

Tres orejas, puerta grande, Madrid sigue siendo talismán para el joven rejoneador extremeño. *** Cornada fatal del caballo «Passapé», de la cuadra de Moura Cateano.
Nueva Puerta Grande del jinete Leonardo Hernández, la cuarta de su carrera, en la segunda corrida de rejones del San Isidro 2011, donde Moura Caetano sufrió la perdida de un caballo, así como heridos otros tres para el resto de la terna de rejoneadores. Foto: EFE
BARQUERITO

UNA MELODRAMÁTICA corrida de rejones: dos notables caballos de la cuadra de Moura Caetano heridos, y uno de ellos hubo de ser sacrificado; dos caballos más alcanzados pero sin lesión seria en apariencia, uno de Leonardo y otro de Galán. Sobresaltos en tobogán inesperado, porque tres de las cuatro cornadas y cogidas de los caballos –«Garabito» y «Passapé», los de Caetano, «Templario» el de Leonardo, «Vidrié» el de Galán- llegaron en ataques defensivos o arreoncitos de los toros y no en reuniones de riesgo o toreo mayor.

La corrida de Luis Terrón fue de pobre nota: un quinto de imposible mansedumbre, y que causó al cabo la mortal cornada de «Passapé», un precioso castaño lusitano que toreaba por primera vez; un cuarto que, sin encelarse propiamente, pegaba topetazos. No tan en negativo los demás. El sexto, que saltó al callejón, fue el toro de la tarde, se empleó en galopes nobles y se entregó sin desmayo. Un primero demasiado quebrado por dos rejones de castigo se aplomó antes de hora; demasiado herido también el segundo, que fue bravo en el tercio de castigo, pero se paró; demasiado distraído y un punto incierto el tercero.

Y el público de la segunda de rejones del abono, que es más emocionable que el de la primera, porque la primera suele ser la buena –y así este año también- o la mejor de las dos. Las cornadas de los dos caballos de Cateano produjeron general consternación. No tanto la del caballo «Garabito», herido en el anca izquierda por perder un paso tras una clavada de alto riesgo, como la del novel «Passapé», forzado a reunirse en corto con el manso quinto que estaba a la espera. Bastó con un derrote seco para herir en los cuartos traseros, por las ingles de la pata izquierda; la cornada, con toro encelado y jinete desmontado, fue casi en chiqueros, y se oyeron gritos de espanto. La misma ebriedad ingenua con que se celebran en estas corridas los carruseles de cortas y violines, o las galopadas de costado, se vuelve un grito de inconsolable espanto cuando cae herido en combate un caballo. El que sea. Éste era una verdadera maravilla.

Con el acre sabor de la tragedia todavía en la boca, el sesgo de la corrida pegó un cambio de teatro al soltarse el sexto, que saltó al callejón, como tantos de los buenos de sangre Murube, y que en cuanto volvió a la arena no paró de galopar y hacerlo con caro son. Y entonces –“¡que siga el espectáculo…!”- el joven Leonardo puso las cosas en orden con supina diligencia. Sin arriesgar sino lo imprescindible: dos rejones de castigo en reuniones por los adentros, las primeras farpas en rayas o tercio y asegurando las reuniones. Pero ya hubo una de frente y al cambio más descarada y, al fin, salió la estrella de la cuadra, un fantástico tordo «Xarope», y a dos manos –en corto el ataque- y con las banderillas cortas al violín dejó la situación del todo gobernada. Y parecía una clásica de rejones, de las de vale todo, todo vale. Una estocada perfecta y cobrada a ley. Dos orejas, puerta grande.

Los coros de palmas de ganso, que hicieron su aparición en las corridas de rejones hace tiempo, sonaron menos de lo normal, porque salvo en el caso del gran sexto de corrida, no se igualaban los toros ni se fijaban de lejos. Tocó, por tanto, sorprender o aprovechar. Aquilatar. Galán provocó mucho con excelentes galopes de costado de un tordo «Ojeda» y, antes de parársele el primer toro, se lució en dos farpas al cambio. Mató heterodoxamente –el rejón blandido por delante y no esgrimido en la suerte-, a la faena le faltó unidad y al palco no le salieron las cuentas de pañuelos de oreja. Se enfadó la parroquia, que luego recompensó a Galán exageradamente. Buenos aires sobre ese caballo tan mitológico llamado «Apolo», pero no había toro y costó llegarle o meterse con él.

Lo más puro y caro de la tarde fue la reunión del primer rejón de castigo en el segundo toro: impresionante el ajuste de la reunión tras galope de largo del toro aún crudo, soberbia la salida por el costado de Moura Caetano, sublime la cintura del caballo En aires de escuela se prodigó Cateano más que ninguno. Sufrió desarmes al entrar a matar. Después de la cornada fatal de «Passapé», se le vio casi descompuesto. Sólo la entera para matar el toro al que, por cierto, llegó a engañar con habilidad mientras barbeaba.

A Leonardo le bastó con un carrusel de tres cortas al violín, un desplante temerario y un notable rejonazo de muerte para ser reconocido, ya en el primer turno, como el héroe de la tarde.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros despuntados para rejones de Luis Terrón, de desiguales hechuras. Excelente el sexto; demasiado manso el quinto. Manseó mucho el cuarto. Manejables los otros tres, que no regalaron, sin embargo, un solo viaje.
Sergio Galán, palmas tras petición y vuelta. Moura Cateano, saludos en los dos. Leonardo Hernández, oreja y dos orejas.
Sábado, 28 de mayo de 2011. Madrid. 18ª de abono (Segunda corrida de rejones del ciclo). Lleno. Muy caluroso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario