miércoles, 25 de mayo de 2011

DECIMOSEXTO FESTEJO DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: Bravísimos un toro de Alcurrucén y Sebastián Castella

Torrenciales embestidas de un segundo de corrida de sangre Rincón-Núñez, y, con él, templanza, firmeza y cabeza del torero de Béziers, que sale airoso de tan dura prueba.
Sin discusión alguna, en su ultimo paseíllo en el San Isidro 2011, Sebastian Castella ha apostado fuerte, cortando una oreja al más bravo ejemplar de Alcurrucén corrida esta tarde. Lo demás, poca historia, en la efemérides de confirmación de alternativa del hidrocálido Joselito Adame. Foto: EFE
BARQUERITO

LOS DOS PRIMEROS toros de Alcurrucén fueron sobresalientes. Cinqueño el primero, con el que confirmó alternativa con sitio seguro el mexicano Joselito Adame; con sus cuatro años el segundo, el de la devolución de trastos, fue de embestidas torrenciales. Muy bellos los dos. Chorreados en morcillo. Engatillado y lustroso, las palas blancas, el primero fue toro largo y, sin carnes de más, hondo también. De muy distinguido porte. El segundo, remangado y casi vuelto, pitones negros, estrecho y ensilladito, tuvo también hechuras notables.

Ninguno de los dos quiso caballo –al segundo, que arreó en oleada en el segundo viaje, hubo que cazarlo en el primero- pero los dos cumplieron con el código que define en la ganadería de Alcurrucén los toros, digamos, de pata negra y de sangre mayoritaria del encaste Rincón: frenarse, casi huirse y volver contrarios de salida, como si fueran mansos. Los dos, empero, ya estaban en banderillas viajando a toques y vuelos, y atacando con la prontitud de la genuina bravura desde el primer muletazo. Con el clásico tranco de más de la sangre Núñez en versión pura, el primero, de flexible son, tuvo un generoso temple al descolgar.

El segundo fue de una velocidad y una entrega absolutamente insuperables. No sólo el tranco de más: era el galope de los purasangres. La bravura como una exhalación, en tromba, desatada. Impecable la firmeza de Castella con ese toro tan bravo y, por tanto, tan difícil. Después de doblarse en tablas para afinar las cuerdas, lo difícil fue, cuando el toro rompió, aguantarse, estarse, no arrugarse, acompasarse y ajustarse al ritmo endiablado de los viajes sin que el toro enganchara la muleta, ligarlo sin perder pasos, soltarlo y volverlo a tomar. No cansarse, respirar.

Frondosa faena, de tandas de hasta cinco y su propina: el cambio de mano ligado con el de pecho, el contrario por alto, el ayudado por bajo, la trinchera. Con la diestra y no tanto con la izquierda. En el tercio, en los medios, a pies juntos o a compás apenas abierto, con suavidad. La sorpresa de un par de cambiados por la espalda intercalados en plena tensión. Parecía que iba amainando el toro a medida que Castella lo traía y libraba, pero tenía tanto fondo que, en cuanto tomaba engaño, lo seguía con ímpetu implacable.

Se sintió el runrún aprobatorio de las grandes faenas de Madrid. Una soberbia tanda última en los medios: el pase de la flores cosido con un molinete, dos en redondo, el cambio de mano y el de pecho. Sonó un fastidioso aviso antes de cuadrar Castella el toro. Una estocada con vómito. Con el vómito se fue la que hubiera sido bien ganada segunda oreja. Se pidió la vuelta para el toro. Para denegarla pesaría en el palco la conducta del toro en varas. Pero es que hasta eso lo exigía el guión.

Muy resuelto, Adame, que abrió en el platillo con estatuario de repertorio, se vio mejor tomando de largo al toro que en corto, pero redondeó sin dejarse ganar ni terreno ni iniciativa. Una tanda de bernadinas antes de una estocada trasera.

Después de arrastrado el segundo –“Arrestado”, número 265, 543 kilos- el rumbo de la corrida cambió. En la línea de los dos primeros no salió ninguno más. Cabezón, sillote, rechoncho, corto de cuello, engallado, el tercero, de vivo trote, cobró un brutal porrazo contra la jamba de un burladero después de banderillas y lo acusó. Tardo, algo mirón, se lo pensó, no descolgó, salía de viaje con la cara arriba. Un tranco de menos y no de más. Perera faenó firme y poderoso. La cosa se encontró alguna reticencia. Había muchos que no distinguían la diferencia entre el toro recién jugado y este otro. Un perverso bajonazo.

El cuarto, acaballado de tan ensillado, larguísimo, gruesas mazorcas, fea traza, escarbó, metió la cara entre las manos enseguida y, cuando tomó engaño, lo hizo en sacudidas humilladas. Una rareza, porque se frenaba al cuarto viaje seguido. Castella estuvo con el toro tragón, firme y encajado, tiró lo indecible del toro y no se aburrió ni siquiera cuando, colmo del descaro, el toro se fue a las tablas al galope en rajada insólita. Un pinchazo, una estocada, un descabello, un aviso.

El quinto lucía percha pavorosa por astifina. Cornalón, sólo que de pitones apuntados en alto. Dos antenas pero cabía. Salió manso: sin fijeza. Y listito: de adelantar por las dos manos. Perera le tomó la matrícula en ocho muletazos de cata y hasta en una tanda en lazo algo apurado. Pero ya no quiso el toro, que huyó a tablas al galope también. Muy trasera una estocada que debió de entrar por los bajos.

Y un sexto, de reata de músicos, pero de mucho escarbar, de apoyarse en las manos y cortos viajes. Noble sin fondo. Compuesto y firme Joselito Adame. Pero ya parecía entonces otra corrida distinta de la de la confirmación.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Alcurrucén (hermanos Lozano Martín), de desigual condición y remate. Muy bravo el 2º, de extraordinaria velocidad; muy bueno el noble 1º. De mala nota el 4º y peor el 5º; manejable un 3º que no se daba y un 6º sin apenas fondo.
Sebastián Castella, de coral y oro (oreja tras un aviso y palmas tras un aviso). Miguel Ángel Perera, de verde aceituna y otro, silencio en los dos. Joselito Adame, que confirmó  alternativa, de púrpura y oro, saludos y palmas.
Miércoles, 25 de mayo de 2011. Madrid. Corrida de la Prensa. Fuera de abono. Lleno, Bochornoso, estival. El Rey, en una barrera de sombra junto al presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, recibió cariñosos y celebrados brindis de los tres espadas.

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