lunes, 16 de mayo de 2011

QUINTA CORRIDA DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: Fandiño, muy seguro de sí mismo

El torero de Orduña pone su nombre en el palmarés de San Isidro. Brillante, valeroso y dominador, se encaja, templa y triunfa con el mejor toro de la corrida de El Montecillo.
Importante tarde la del vasco Iván Fandiño este sábado en Madrid, cortando una oreja de sumo peso, que le reditúa ante la catedral del toreo. Foto: EFE

BARQUERITO

LLOVÍA CON ganas a la hora del paseíllo y estuvo lloviendo en serio hasta el arrastre del tercer toro. Filtró bien el ruedo y, aunque el piso estaba embarrado, no llegó a descalzarse ningún torero. Apenas dos o tres charcos de menor cuantía. Las huellas de herradura de los caballos de pica quedaron impresas. Toros y toreros resistieron sin duelo. El pronóstico era claro: a las ocho iba a dejar de llover. Y dejó.

Era un atípico debut ganadero en San Isidro. Sólo de nombre: El Montecillo. Pero ni la divisa, ni el hierro ni el ganadero –Francisco Medina-, que hace seis años vendió El Ventorrillo entero o casi. Cuando debutó El Ventorrillo en San Isidro, con una novillada y en 1996, llovió tanto como esta otra vez en que empezaba su segunda vida como ganadero Medina. Con los mismos mimbres de la primera aventura: sangres de encaste Juan Pedro Domecq. Por varias vías derivadas. Y por la original.

Salió una corrida muy ajuampedrada. El cuarto, mozallón gigante de casi 600 kilos, se había salido de molde y fue, por cierto, el de peor nota de los seis: bravucón, falto de fijeza, llegó a tomar engaño pero para irse irresistiblemente a querencia de tablas al cabo de tres viajes. Fueron buenos los dos primeros, que, como tantos toros de su estirpe, se mueven mejor con lluvia que en días de sol.

Notables los viajes del segundo por la mano izquierda –humillados, entregados, suaves-, y muy notables los lances y muletazos de Iván Fandiño por ese pitón también, pues, sin torero templado, cuesta ver incluso los toros transparentes. Éste era burraco, badanudo y gargantillo, pinta y hasta traza no demasiado alejadas de las del gran toro «Jergoso» del hierro de Juan Pedro jugado el viernes aquí. Tuvo son buenecito el primero de los seis. Luego se torció el signo del sedicente debut ganadero: tardo y aplomado, el tercero, bien pero excesivamente castigado en la primera vara, ni empujó ni tuvo la prontitud de los dos primeros. El quinto, que salió de bravo al galope, se rompió en un segundo puyazo de meter a modo los riñones. El puyazo se pagó luego porque al toro le faltó en la muleta parte de la vida que se había dejado en el caballo.

El sexto, escupido de un primer picotazo corrido, protestó en las dos varas siguientes, escarbó y, aunque se movió, sacó un aire distraído y algo incierto. No fue toro de dejarse ni de no dejarse tampoco. Ni reservón ni de entrega. Fueron adecuados y bellos los cinco o seis muletazos cambiados y por abajo con que Miguel Tendero lo metió en vereda en el arranque de faena; y buena la idea de traerse de largo al toro para dibujar, sueltos, dos o tres muletazos de calibre. Pero enseguida estuvo de nuevo a su aire el toro.

Fue corrida de sustituciones. Por Leandro, herido en Valladolid, Uceda Leal, que toreaba, sólo en la quinta del abono de San Isidro, su tercera tarde de feria. Por Curro Díaz, herido en Sevilla hace una semana, Iván Fandiño. Para Fandiño, el mejor lote, sin contar con la lesión del quinto en el caballo. Un Fandiño tan refinado como suele pero más seguro de sí mismo que nunca: firmeza y pureza para ajustarse en el toreo al natural clásico con el segundo de corrida; talento para tirar del repertorio mexicano por alto y muleta escondida –la arrucina de Arruza, más o menos- y asustar mucho a la gente porque se pasó el toro muy rozando, muy seguido y sin temblar. El remate de esa tanda –tan de estallar- fue un recorte muy garboso y la guinda de un natural extraordinario. Y una estocada de gran fe.

Una oreja que le dio alas, sólo que con el galope de salida del quinto no se acopló en el recibo tanto como con el burraco del triunfo. Sí se la jugó en una apertura de faena temeraria: el pase cambiado por la espalda en cite de aliento. Gran ajuste. Bella la manera de volver el toro, por cierto, pero enseguida vinieron las claudicaciones del toro, ligeras pero sensibles, y con ellas la caída de gas y vuelo. A menos la partida, y las dos partes. Otra estocada de ley de Fandiño, que, en gesto que lo retrata, salió a quitar por gaoneras en el primero de corrida y se ajustó lo indecible.

Bajo recia lluvia, Uceda toreó con primor al primero. Con la izquierda en semicírculo y templado; no tan airoso con la otra mano. Reunido con el toro en todas las bazas, garbosos remates de trinchera, lindos muletazos de la firma o ayudados. El código clásico. Y una estocada trasera.

Tendero se cansó enseguida con el tercero, y abrevió para no aburrir ni engañar, y esperó que la suerte le fuera más propicia en el segundo turno. Y a su manera lo fue.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Paraguas, umbrellas, sombrillas, paraplues, para las lluvias. Detente, agua, detente. Bueno para madurar melones. Y no lo digo por nadie. ¡Agua de mayo!, dice una sentencia que pondera sus virtudes providenciales.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de El Montecillo (Francisco Medina). De hechuras y juego desiguales. Buenos y nobles primero y segundo; se lastimó en el caballo un quinto de grandes apuntes. Manseó un cuarto gigantesco. Se aplomó el tercero. Distraído el sexto, que fue toro ingrato.
Uceda Leal, que sustituyó a Leandro, de púrpura y oro, saludos y silencio. Iván Fandiño, que sustituyó a Curro Díaz, de azul cobalto y oro, una oreja y saludos. Miguel Tendero, de malva y oro, silencio en los dos.
Sábado, 14 de Mayo 2011. Madrid. 5ª de abono. Más de media plaza. Lluvia durante los tres primeros toros.

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