La corrida más cómoda de cara de toda la feria. Pero jugada en día de viento y lidiada y picada con poca fortuna. Tres toros posibles y potables. Lote imposible para Urdiales.
Poca historia ha deparado la corrida de los hermanos Lozano, con su otro hierro, ante una actuación desconcertante de Tendero, y lo más lucido, a cargo de Morenito de Aranda. Foto: EFE |
BARQUERITO
UNA CORRIDA de El Cortijillo fue el año pasado la de mejor nota de las casi cincuenta jugadas en la plaza de Madrid. Se vio fuera de abono pero en fecha de feria y sólo en junio, antes de que la gente se olvidara. Entró en abono esta vez El Cortijillo, que es la segunda ganadería o el segundo hierro de la familia Lozano. Con mimbres en teoría idénticos a los de Alcurrucén. Sin tanta seriedad.
Entre quienes catan con gusto los toros de Madrid, que son unos cuantos, estuvo pesando la sombra de los dos toros sobresalientes de Alcurrucén jugados sólo el miércoles en la Corrida de la Prensa. Eran inevitables las comparaciones. Y no favorables. Dos cinqueños en el envío de El Cortijillo y no tres. Ninguno tuvo las gloriosas hechuras del toro de la alternativa de Adame. Ni su son. Ni la velocidad insuperable del toro del triunfo tan de fondo y tan de verdad de Sebastián Castella. Y tan rácanamente recompensado. Ni siquiera los cortijillos problemáticos se distinguieron en este capítulo del día siguiente.
Fue corrida abierta de líneas y variada de pintas. ¿De seis sementales? Lo propio de las ganaderías largas. Hubo dos toros buenos: un terciado tercero colorado de agradable presencia, acapachado, brochito, engatillado, estrecho de sienes; y un sexto negro, voluminoso y cuajado, pero tan recogido y estrecho de sienes como el tercero. Las sienes propias y la cuerda que va de un pitón a otro, que muchos taurinos llaman impropiamente sienes también.
Fue astifina, porque todo lo que procede de Núñez lo es, pero también la corrida más cómoda o menos ofensiva de toda la feria. Los dos primeros tuvieron más respeto por delante: acarameladas las palas de un primero de corrida cinqueño que tuvo remate de cebón pese a dar sólo 529 kilos de báscula. Sobraban cincuenta y, en cuanto quiso trabajar, se ahogó. Lo habían dejado tronchado dos varas traseras de efecto casi letal; el segundo, negro girón –pinta clásica, pero única dentro de este lote-, estaba más abierto de palas y sienes, pero sin salirse de guión. Fue, por cierto, toro encastado, de ataques algo bruscos en querencia, pero con fondo para meter la cara y los riñones, y repetir. El más pronto de los seis y por eso pareció hasta agresivo en algunos ataques. Al tomar aire entre tandas, escarbaba.
Fue corrida lidiada con mucho infortunio. Casi todos los toros se fueron sueltos de capote pero con los picadores recién entrados en pista. No hubo acierto ni reflejos ni intuición para cortar a tiempo las escapadas y todos esos toros cobraron el primer puyazo o picotazo –y hasta dos y tres- a suerte corrida o relanceada, o en pura huída. Menudearon las escupidas y, después de sangrados y banderilleados, y con la excepción del lote bondadoso de Tendero –tercero y sexto-, todos se fueron a querencia de puertas. Cerca de ellas perdió las manos y llegó a sentarse el primero de Diego Urdiales.
En la querencia de la puerta de arrastre y del desolladero peleó con su gota de fiereza el segundo, y en esas chispas encontró aire Morenito de Aranda para pasarse el toro, engañarlo y ligarlo sin tenerlo del todo sometido. Faena de torero puesto. Una gota de reposo habría sido medicina buena. O intentar torear a contraquerencia.
Sólo que, imponderables añadidos, se estuvo cociendo toda la tarde una tormenta de verano muy revoltosa y los toreros se vieron descubiertos más de la cuenta.
El buen tercero, que se volvió de salida –que es la manera más rotunda de marcar querencia-, se cantó enseguida. Por mal picado pegó dos o tres cabezazos y no dejó a Diego Urdiales rematar un intencionado quite por delantales. No dio con la tecla Tendero. Había que enganchar al toro y no esperarlo por fuera. Tenerlo en la mano. Molestó el viento, Tendero perdió pasos, se fue el toro.
El cuarto, protestado por falta de trapío, suelto, de aire mansote, muy llorón -¡múú´..!-era lo que algunos llaman toro-trampa. Sometido, se vino abajo; tardo, ninguna voluntad, ingratas embestidas frenadas. Diez muletazos duró y esos diez muletazos se los pegó Urdiales. Pero también le pegó otras tres docenas más que no contaron porque ya no quedaba toro. Muy largo. Desmoralizado Diego, que no encontró ni el aliento de sus fieles de Madrid. Los tiene.
Colorado berrendo, muy ensillado, remangado y brocho, mínimas sienes, el quinto, pizpireto y bello de ver –calzado de patas, se alegraba al corretear. Se vino andando al caballo, pegó muchos cabezazos al peto, escarbó y, aunque tomó engaños, se volvió enseguida porque no metía riñones. Buen oficio de Morenito, porque lo tiene, pero en faena a piñón fijo.
Tendero brindó el sexto al público. El último de los cuatro de esta su feria, que lo ha dejado en evidencia. El bache de tercer año de alternativa de toreros nuevos. En distancia impropia –el toro pedía sitio- y muy a la espera –y entonces se aplomó el toro, que no veía ni torero ni engaño- y se fue la segunda ocasión en una misma corrida.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Hay días, pensará Tendero, que mejor no salir de casa. O, si lo sé, no vengo. O el famoso "...no estaba para mí".
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de El Cortijillo (hermanos Lozano Martín). En tipo los seis, astifinos pero estrechos de sienes, salvo los dos primeros. De juego desigual. 3º y 6º, buenos. Encastado y algo temperamental el 2º, que peleó en querencia. Muy deslucidos 1º y 4º, nobles pero sin gota de celo. Quiso más que pudo un raro 5º ensilladísimo.
Diego Urdiales, de habana y oro, silencio y silencio tras un aviso. Morenito de Aranda, de azul pavo y oro, saludos tras un aviso y silencio. Miguel Tendero, de azul mahón y oro, silencio en los dos.
Jueves, 26 de mayo de 2011. Madrid. 16ª de abono de la Feria de San Isidro. Nublado, revuelto, ventoso, bochornoso. Casi lleno.
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