El toro indultado por Manzanarares se recupera en la finca gaditana de Núñez del Cuvillo.
FRANCISCO APAOLAZA
Sevilla en primavera es un territorio de sueños capaz de cosas fantásticas: puede controlar más de cien vencejos en vuelo aparentemente caótico, disparar miles de colores en el cielo del atardecer sobre el río y de hacer que un toro vuelva a nacer. Sucedió el pasado sábado, a media tarde, cuando el presidente de la Real Maestranza de Caballería, epicentro de esas cosas fantásticas, sacó por encima del paño de su palco un pañuelo naranja. En ese preciso momento, «Arrojado» había ganado el cielo y una vida ese paraíso en la tierra que llegan solamente una treintena de privilegiados cada año.
«Arrojado» era, en un principio, como todos los demás: un ejemplar que llevaba grabados a fuego en el costado el número 217 y el hierro de Núñez del Cuvillo. Negro, fino de líneas, pertenecía a una reata calificada como excelente: hijo del semental «Metelíos», numero 68, de 1999 y de la vaca «Arrojada», una ensabanada de la casa. De sus cromosomas le vinieron la bondad, la nobleza y el motor suficientes para embestir eternamente en la muleta mágica, dulce y a la vez poderosa de Jose María Manzanares, una y otra vez, y una serie y otra hasta que Julián Salguero, el presidente de la plaza asomara su pañuelo naranja sobre el paño del palco. Indultado.
Hubo abrazos y lágrimas. La Maestranza se había vuelto loca. Literalmente. El toro se quedó sólo en el tercio a la espera de los cabestros a los que seguiría en su camino bendecido de vuelta a los verdes cálidos de «El Grullo», la finca en la que nació (y en la que morirá en Vejer de la Frontera (Cádiz).
Curas
Así los curan: «Lo primero que hay que hacer darle de beber para luchar contra le pérdida de sangre». Beben agua. Mucha. Hasta
Y de ahí, al camión y a casa. Después de un viaje de varias horas que les somete a cierto estrés, volverá a su campo, a su cerrado, con sus colores y sus olores y se someterá a un par de curas a manos del veterinario. En un chiquero no se curaría. «Se trata de potenciar su inmunidad y nos hemos dado cuenta de que la única manera de hacerlo es dejarlo en su entorno». Tienen que estar en casa.
El rey del campo
En un mes, «Arrojado» estará con una punta de vacas con las que hará lo que más le gusta: pastar, procrear... Ser el rey del campo. Un semental.
«Arrojado» ya está en la finca, esperando a curarse para pasar al cercado de al lado. En un mes, rehecho del castigo, entrará en el exclusivo mundo de los que crían, con una punta de vacas, para probar sus genes y disfrutar de una vida de placeres. Ese es el regalo que le hizo Sevilla en la tarde de primavera en la que «Arrojado» volvió a nacer. / Diario ABC de España.
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