El
extremeño corta una oreja a sangre y fuego y empata en trofeos con el toreo
preciosista de Curro Díaz, que gozó del toro de más calidad de una corrida
variada y complicada.
Emilio de Justo |
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO de Madrid
Fotos: EFE
El arranque frenético de la temporada de Victorino
contaba con Vistalegre como punto de partida. Un homenaje a la leyenda del
viejo ganadero inolvidado. Después vendrán los compromisos de Olivenza, el
regreso a Castellón ocho años después, el Domingo de Ramos en Madrid, Sevilla
por abril, Las Ventas otra vez por San Isidro...
Los colores de la divisa pintados en el ruedo,
dibujado el hierro de la A coronada en el piso carabanchelero. Crespones negros
en los toros. Grato ambiente en los tendidos. Que corearon los esbozos y apuntes
de Curro Díaz. Aquellos lances, aquellas dos medias, los trincherazos y las
trincherillas, los trazos inacabados de derechazos y naturales... Al lindo
victorino de clara pinta cárdena le costaba viajar en su humillación. Reponía y
hacía hilo en las zapatillas. Un espadazo y la petición, así como todo, no
cuajó.
Daniel Luque también dejó un manojo de verónicas.
Más mecidas y acompasadas. Negrito el victorino que por el izquierdo, por donde
Luque principió, se apoyaba mucho en las manos; por el derecho tuvo otro son
por momentos. El sevillano creció en redondo pero la faena volvió a la zurda y
ahí perdió el vuelo. Otra estocada sin frutos.
La calidad de la A coronada se sintió en las embestidas del
cuarto. Curro Díaz construyó un prólogo de pura orfebrería.
En las corridas de Victorino siempre hay un toro
que relativiza las complicaciones de los anteriores. Ese fue el tercero con su
exigencia de sílex, sus esperas, sus acometidas vencidas y su raza mordida.
Emilio de Justo estuvo hecho un titán y muy de
verdad. Desde la colocación cabal, el poder, la determinación y la emotividad.
He ahí la diferencia para la conquista de una plaza. Que se entregó a su
entrega tras la estocada contundente y el certero golpe de descabello. La oreja
cayó con la fuerza que le ha hecho respetable en su exilio de Francia. Qué pena
de España.
La calidad de la A coronada se sintió en las
embestidas del cuarto. Curro Díaz construyó un prólogo de pura orfebrería. Y
una faena preciosista que pasó por tramos desmayados y otros despatarrados. En
la misma izquierda, por ejemplo, dos versiones. El buen toro tendía al final a
desentenderse, con su cualitativo fondo contado. Díaz acertó en el sentido de
la medida también. Aunque la espada se desprendió de la cruz, la presidencia
cedió ahora a la luminosidad del toreo del jiennense. La ovación a Mediopelo en
el arrastre reverberó contra la cúpula del Palacio.
La oveja negra en Victorino más que el toro malo
es el deslucido. El quinto, o sea. Desagradecido a todo. Luque, como
anteriormente sus compañeros, rindió con su montera tributo a la memoria del
mítico ganadero. Luego no hubo caso. Ni causa. Quiso lucir Emilio de Justo al
último en el caballo con más generosidad que resultado. Nada fácil el toro. Y
el torero extremeño de nuevo pletórico de fe. La cara del victorino por el
palillo y rebañando. Y a esa altura, más que alimaña, una prenda, que pasaportó
De Justo con una estocada en los blandos. Injusto final para tan aguerrida
batalla. Suyo fue el verdadero homenaje a Victorino.
Victorino Martín/ Curro Díaz, Daniel
Luque y Emilio de Justo
Palacio de Vistalegre. Sábado, 17 de febrero
de 2017. Feria de Invierno. Unas 6.000 personas.
Toros de Victorino Martín, en tipo, de diferentes hechuras y seriedades y
variado y difícil juego, duro el 3º; de gran calidad el 4º de contado final;
sin terminar de irse y con sus aristas el 1º y el 2º; deslucido el 5º;
imposible el 6º.
Curro
Díaz, de grana y oro. Estocada
(petición y saludos). En el cuarto, estocada caída (oreja).
Daniel
Luque, de azul marino y oro. Estocada
(saludos). En el quinto, dos pinchazos (silencio).
Emilio
de Justo, de rioja y oro.
Estocada y descabello. Aviso (oreja). En el sexto, estocada baja (ovación de
despedida).
Curro Díaz |
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