HERIBERTO
MURRIETA
El Heraldo de
México
La corrida del domingo pasado en la Plaza México
terminó con triunfos de última hora. Lo más fácil sería olvidar todo lo que
pasó antes de los toros de regalo, pero lo cierto es que mucho público se
sintió ofendido.
Evidentemente tiene culpa la ganadería de Teófilo
Gómez, que lleva años alejándose de la bravura y vendiendo toros que parecen
novillos, pero no debemos perder de vista que las figuras extranjeras son las
que imponen los animales a lidiarse en los ruedos de nuestro país ante la
complacencia o la impotencia de los toreros mexicanos, que no parecen tener voz
ni voto en una decisión toral como es la elección del ganado que van a lidiar.
Sería impensable una temporada sin la presencia de
las figuras europeas porque mantienen vivo el negocio y el interés de la gente
por ir a los toros, pero en vista de que los diestros nacionales acatan sus
ordenanzas y no se manifiestan dado que se encuentran sometidos, es obligado invitar
a todos a reflexionar.
La prensa puede y debe consignar la exagerada
comodidad con la que los mandones vienen a México, pero como ésta informa,
opina y da testimonio mas no ejecuta ni toma decisiones, corresponde a los
actores de la Fiesta hacer algo para detener esos abusos.
Todo lo que comenté el domingo pasado en la
televisión no es nada que no haya dicho antes. Ahí están crónicas habladas y
escritas, libros y columnas en periódicos en los últimos 34 años para
testimoniarlo. Quizá lo distinto fue el tono de hartazgo. Reventé. Es sano
buscar siempre un enfoque positivo, pero hay situaciones que no se pueden
tolerar.
Una tauromaquia poderosa como la de El Juli
luciría mucho más con toros bravos y bien presentados. Ver a Julián con esos
torillos no tiene chiste porque no le representan un reto. Cuando no hay
sensación de peligro, el toreo, algo tan sagrado y tan profundo, corre el
riesgo de parecer un juego.
El madrileño ha apostado por lotes que pasan
apenas, en lugar de elegir encierros (que sí los hay) con edad, peso y trapío
de ganaderías menos solicitadas, pero con la idea correcta de lo que es la
bravura. ¿Cuáles? Santa María de Xalpa, San José, Los Encinos, La Joya,
Barralva, San Miguel de Mimiahuápam, José María Arturo Huerta, Torreón de Cañas,
El Vergel, Villa Carmela, Rancho Seco, Xajay, Montecristo, Jaral de Peñas y
Garfias, entre otras.
La Fiesta mexicana necesita a las figuras
ultramarinas, pero hay que exigirles respeto a su propia investidura y a un
público que paga su boleto anhelando ver un espectáculo de categoría. Estamos
de acuerdo en que el poder se ejerce. Pero hombre, sin atropellar.
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