domingo, 17 de abril de 2011

TEMPORADA EN ZARAGOZA: Una notable corrida concurso de ganaderías

Premio para un bravo buendía del hierro de Felipe Bartolomé, pero distinguida prestación de toros de Adelaida Rodríguez, Luis Fraile y Joselito. Buen espectáculo.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de distintos hierros. De impecable presentación los seis y de buena condición en general. 1º, de Concha y Sierra, noble, con fijeza peor justo de fuerza y voluntad ; 2º, Herederos de Felipe Bartolomé, bravo en el caballo, de seria bondad, premiado con la vuelta al ruedo; 3º, de Herederos de Juan Luis Fraile, sangradísimo en varas, encastado, repetidor, de gran fondo; 4º, de Adolfo Martín, encastado pero frenado y revoltoso, listo, difícil; 5º, de Adelaida Rodríguez, que galopó al caballo cinco veces con soberbio estilo y de tan sangrado se derrumbó en la muleta; 6º, de Toros de La Reina, picado menos que ninguno, de bravo son.
Javier Castaño, de blanco y oro, silencio y saludos. Serafín Marín, de verde manzana y oro, una oreja y ovación. Paúl Abadía “Serranito”, que sustituyó a Alberto Álvarez, de perla y oro, silencio en los dos.
El toro Gargantillo, de Felipe Bartolomé, distinguido con el premio para el más bravo de los seis a concurso. Romualdo Almodóvar, que lo picó con mesura, acierto y destreza, premiado como mejor picador. Serafín Marín fue premiado por la mejor lidia.
Zaragoza. 1ª de abono. Corrida concurso. Un cuarto de plaza. Primaveral

BARQUERITO

La concurso que abrió abono en Zaragoza fue un notable espectáculo. Los seis toros dieron la talla: hechuras, cuajo, cara, armamento y armadura. Fueron muy hermosos los seis. Descarado el de Adolfo Martín –cuarto de corrida-, casi cornalón el sexto- de uno de los dos hierros de Joselito, el de Toros de La Reina-, muy astifinos los de Concha y Sierra –primero- y Luis Fraile –tercero; apaisado como los búfalos un quinto de Adelaida Rodríguez que tenía expresión y postura de bravo, y lo fue, y de bondadoso, y lo fue también; con la grave seriedad del santacoloma cinqueño un badanudo, alto y estrecho segundo del hierro de Felipe Bartolomé. De manera que el escaparate fue lujoso.

Como toros de concurso, todos, salvo el de Joselito, pagaron en el caballo los rigores de una cara aduana. Los dos de mejor nota en varas, el buendía de Bartolomé y el lisardo de Adelaida, cobraron hasta cinco varas cada uno, aunque la quinta fuera con la puya de tentar y no con la de triple filo de reglamento. Los galopes acompasados del toro de Adelaida, de punta a punta, de una raya a otra, fueron subrayados con estremecedoras ovaciones. En el quinto viaje la gente se puso de pie. Si en vez de Zaragoza es Sevilla, la banda de música se arranca.

El toro de Bartolomé se lo pensó más en los dos últimos viajes, pero en todos peleó con el belicoso temperamento de su estirpe. El graciliano de Luis Fraile fue, seguramente, el más bravo de la corrida: el más felino, el de más agresiva aunque noble entrega, pero las dos primeras varas fueron feroces, sin contemplaciones, y el toro, de excelentes estiradas, dejó regado el ruedo con charcos de sangre.

Ni el de Bartolomé ni el de Adelaida tuvieron en la muleta el carácter del de Luis Fraile o el de Joselito, que, con menos fiereza, descolgó y hasta tuvo por la mano izquierda ritmo bravo. Eso quiere decir que, con todos los imponderables propios de las corridas concurso –lidias no siempre precisas ni adecuadas, picadores de desigual fortuna, distracciones provocadas por gente que se movía por los tendidos-, la competición fue de alto interés.

Los dos toros de procedencia Santa Coloma- el de Felipe Bartolomé y el de Luis Fraile- sacaron la cara por el encaste proscrito; el lisardo de Adelaida, con su goterón de Murube, vino a recordar la calidad de esa otra línea ahora minoritaria; y el toro de sangre Domecq de Joselito se encargó, en fin, de echar su cuarto a espadas y de negar con los hechos que la veta domecq implique necesariamente gratuita docilidad. Los dos toros que quedaron descartados del podio, digamos, el de Concha y Sierra y el de Adolfo tuvieron, por lo demás, su punto de interés, su personalidad, su importancia y su viveza. No se fue a las tablas ningún toro de la corrida y las claudicaciones, secuela de tercios de varas inclementes, fueron ocasionales, con la excepción del derrumbe del toro de Adelaida tras el abuso de cinco puyazos tremendos.

Javier Castaño estuvo valentísimo con el toro más duro de los seis, el de Adolfo, que tuvo su punto incierto y una gota de sentido, y anduvo seguro con el de Concha y Sierra que abrió el desfile y que, rompiendo los esquemas de la ganadería, no salió en pinta policromada sino negro entrepelado. Serafín Marín cumplió bien de verdad como lidiador y lo hizo tan generosamente que no fue casual que los dos toros de su lote resultaran los finalistas in pectore del concurso. Toreó además templado a la verónica, pisó plaza con autoridad y mató al toro premiado de una estocada extraordinaria. A Paúl Serranito le vino grande la casta del graciliano de los Fraile, que fue el toro que más pidió el carnet y más midió el corazón. Con el toro de Joselito, poco picado y venido arriba, el mejor para el torero, le costó aguantar.

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