FICHA DEL FESTEJO
Toros de Conde de la Maza , bien presentados, aunque sin la aparatosidad habitual de este hierro, no obstante, muy astifinos. De variado juego, en el fondo el único que realmente "sirvió" fue el tercero. Los dos primeros tuvieron peligro; el cuarto, soso y apagado; el quinto, incierto, tardo y sin recorrido; y el sexto apuntó clase, pero duró poco.
Luis Vilches: estocada (silencio); y pinchazo y estocada (silencio).
Iván Fandiño: pinchazo y estocada (silencio); y dos pinchazos y casi entera (silencio).
Oliva Soto: tres pinchazos y media (ovación); y dos pinchazos y uno hondo (palmas tras aviso).
La plaza tuvo dos tercios de entrada, con casi lleno en sombra, en tarde de nubes altas.
JUAN MIGUEL NÚÑEZ
SEVILLA.- Oliva Soto hizo lo más destacado del primer festejo de la Feria de Abril, celebrado hoy en Sevilla, y a punto estuvo de llevarse una oreja de no ser por su falta de ambición a la hora de entrar a matar.
No fue corrida propicia para hacer el toreo. Aunque en las pocas oportunidades que hubo, por cierto en el lote de Oliva Soto, quedaron dos cosas muy claras en lo que a este torero se refiere. Por un lado dejó patente que su estilo es de clasicismo, pureza y mucha clase. Patrón de torero privilegiado. Pero para llegar y mantenerse le falta ambición. Con las cualidades que atesora, que mostró en sus dos faenas de hoy, no es suficiente cuando se está en su situación. Un torero de los de abajo, como es su caso, se va a encontrar siempre -si es que se encuentra, pues hace falta que los empresarios cuenten de antemano con él- con el toro de pelea, y no parece que esté dispuesto a asumir esta actitud.
A todo esto, lo más bonito, lo realmente jacarandoso y con gusto en la tarde lo hizo Oliva Soto. Quede claro que tuvo los dos mejores toros del envío, sobre todo su primero. Precisamente con éste debería haber abierto la puerta de un futuro más esperanzador. Toreó aquí con muy buen aire a la verónica, y eso que el toro, manso y blando de salida, aunque se iría recuperando paulatinamente, buscó la huida y rodó varias veces. Se empeñó la presidencia en no devolverlo, y acertó, pues iba y venía el toro con muy buen galope sobre todo por el pitón izquierdo.
Después de dos estimables tandas a derechas, al natural se relajó Oliva Soto con mucha prestancia. Una serie de extraordinaria cadencia, ritmo y compás. Cites de medio pecho y trazos incólumes, todos los finales detrás de la cadera y perfectamente engarzados. El alboroto de olés y la misma música, que en Sevilla cuesta tanto arrancar, fue definitivo para catalogar aquello.
Siguió por el mismo pitón, ya sin tanta intensidad. Aunque todavía vendría la firma en un cambio de mano por delante de muchos quilates. Poca cosa si se mide la cantidad, pero extraordinaria en base a la calidad. El toro había respondido bien, quede claro, pero lo realmente bueno lo puso el torero. Aunque con la espada no fue capaz, entrando a matar sin ninguna convicción, "a por uvas", como se dice en la jerga. Y lo que debió ser una oreja se quedó en una simple ovación.
En el sexto, que pareció también toro propicio, habría que abundar otra vez en el relajo, la parsimonia y el buen hacer de Oliva Soto para que aflorara esa buena condición del astado, es decir, el toreo puntualmente despacito. Sin embargo, no fue posible, pues el del Conde de la Maza se paró enseguida. Oliva lo toreó en la línea otra vez al natural con muy buena compostura, y cuando ya no había posibilidades de faena todavía le enjaretó dos o tres "cositas" de extraordinario gusto. Finalmente, y para no dejar duda de lo mal que se le da la suerte suprema, volvió a pinchar hasta dar tiempo a que sonara un aviso. Lástima de "matador" de toros (el entrecomillado en su caso es obligado).
Vilches abrió plaza con un típico marrajo de esta ganadería, que "se metía" por los dos pitones. Aún así estuvo valiente y con cabeza. Dio la cara con mucha suficiencia. La estocada, también muy buena. En el insulso cuarto, y viendo que la tarde se le iba, pecó de largometraje. Le apremiaron para que abreviara cuando lo que el hombre quería era proclamar sus ganas de abrirse paso en la profesión.
Fandiño cargó asimismo con un primer toro muy complicado, peligroso por los dos pitones, lo que se dice un "regalo". Bastante que el torero vasco quiso ir siempre más allá de las simples probaturas. El quinto fue toro también blando e incierto al cincuenta por ciento, sin celo, distraído y apagado. Y Fandiño, otro que pide paso, lo intentó de mil maneras. Al final, lógicamente, para nada. / EFE
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