sábado, 2 de abril de 2011

FERIA DE LA MAGDALENA EN CASTELLÓN – CUARTA CORRIDA: Aldabonazo de Daniel Luque

Dos notable y abundantes faenas de torero hecho y derecho, instintivo, preparado e inspirado. Excelente con la espada. Tres toros distinguidos en la corrida de los González.
Daniel Luque ha tenido una tarde pletórica de recursos y variedad, en Castellón, devolviendo las esperanzas que están tejidas en él. Foto: EFE

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Manolo González y uno -6º- de González Sánchez-Dalp. Corrida de variadas hechuras y desigual remate. De general bondad, pero más bondad que poder. Tercero y sexto se emplearon con son y personalidad. El quinto, de particular nobleza, fue muy bondadoso.
El Fandi, de carmín y oro, saludos y saludos tras un aviso. Cayetano, de blanco hueso y oro, silencio y palmas. Daniel Luque, de celeste y oro, oreja con petición de la segunda en los dos.
Castellón. 6ª de feria. Casi tres cuartos. Primaveral.

BARQUERITO

De los seis toros de los hermanos González Sánchez-Dalp, los dos más en el tipo de Núñez, tercero y sexto, unidos en un mismo lote, fueron de serio empleo. Con los dos anduvo seguro, inspirado, templado, entregado, triunfante y generoso de su persona Daniel Luque. En dos versiones distintas porque distintos fueron los toros. De tren templado y humilladas embestidas por la mano izquierda un sexto de rara traza: sacudido y badanudo, cárdeno casi ensabanado pero carbonero y botinero, de hocico picudo y cuello largo que le daba elasticidad. Fue toro de notable fijeza. A la bondad general de la corrida este sexto le puso una gota de caro estilo que no tuvieron los otros.

El tercero, negro girón y calcetero, pinta exótica pero propia en la procedencia Rincón, tuvo más ritmo que fuerza y, aunque echó tras prolija faena el borrón final de medio rajarse, repitió con son regular. Una costalada, el oxígeno justo, la gasolina indispensable. Pero fue buen toro. Como estaba ambicioso, no en ansia pero sí con la hierba en la boca, Daniel Luque sacó de los dos toros todo lo que llevaban dentro. Y eso lo hizo con autoridad, facilidad y diligencia. Hay toreros que parecen torear por instinto y Daniel es uno de ellos. El instinto de encontrar toro en todas partes y, por tanto, un sentido de terrenos y de la colocación que no abunda. Eso se traduce en recursos, que fueron muchos.

Con una diferencia marcada: la faena del sexto llegó a tener momentos de rico dibujo, no sólo instinto y ritmo. En el toreo cambiado y ayudado, en los muletazos de la firma, en el medio kikirikí, apareció de pronto el aire del toreo sevillano de escuela; en los de pecho, de irse el torero con el cuerpo, el rumbo fue caro. Lo más llamativo, sin embargo, fue el ajuste: los riñones metidos, el muletazo para adentro. Y, luego, o al tiempo, la ligazón. No fueron faenas retóricas: ni paseos ni desplantes ni cortes. Sino de querer y querer, de no cansarse.

Las trenzas de tandas improvisadas con abundancia de toreo cambiado por abajo, los muletazos a pies juntos intercalados con los despatarrados, un varetazo que le abrió la taleguilla en canal por el muslo derecho, dos o tres tandas de naturales de gran dibujo al sexto. Una soltura, un desenfado, un estar sobrado o sobradísimo. La prueba: variaciones como ligar el farol y el de pecho, librar al toro con trincherillas en mitad de tanda para volver a encajarse sobre el viaje de repetición en la suerte natural, el molinete abrochado con el de pecho. De modo que la raza del torero instintivo, pero también el repertorio generoso del torero que lo tiene ensayado todo y parece sabérselo de carrerilla. Dos estocadas hasta la bola; buen toreo de capa de salida en el primer turno; un volatín lo frustró en el caso del raro toro carbonero que tanto descolgó.

Un quinto capacho, colorado y nalgudo, en la línea Domecq que convive por separado con la de Núñez en la ganadería de los hermanos González, fue toro de mucha bondad, aunque muy llorón, de los que mueren bramando. Un volatín completo al tercer viaje de muleta le mermó lo justo. Cayetano lo pasó lindamente por alto. De rodillas, primero, desafiantemente; en pie luego. Faltó toreo ligado por abajo. No empaque al componer, sí el desmayo. O el rigor para trazar muletazos enteros. Y faltó fe con la espada.

El toro que rompió plaza salió asustado, distraído y abanto, lo dejó tronchado un mero picotazo y, sin fuerza, administrado en pausas y dosis, resultó el menos propicio de los seis. No problemático: le pegaron muchos capotazos, y casi todos estuvieron de más, y El Fandi le puso tres pares como el que lava. El tercero, al violín, y con salida dedo en ristre por delante para dejar al toro, que apretaba para adentros, más seco de lo que estaba. La faena fue un trajín. El Fandi se agarró al lomo a la fuerza las veces en que el impulso del toro sólo dio para medio viaje. El segundo, cinqueño, frágil y escarbador, pegó cabezazos en el caballo, se salió de suerte con la cara alta y Cayetano, fino en cinco muletazos de tanteo y apertura, manejó los viajes de ir y venir sin sentirse apenas.

El Fandi saludó al cuarto, gachito y bajo pero bien hecho, con larga afarolada en tablas y, luego, se templó a la verónica en cuatro lances de corto vuelo –capote mínimo- cosidas con dos chicuelinas y una revolera aparatosa. Un galleo para llevar al caballo al toro, que repetía sin apretar, casi por inercia. Un quite de El Fandi por navarras ya a tercio cambiado y sin caballos. Tres pares de banderillas muy brillantes: el tercero, de dentro afuera, a la manera de Víctor Mendes, más comprometido que los dos cuarteos primeros. Un calmoso arranque de lo que iba a ser faena interminable -¡un aviso antes de cuadrar al toro!- y una faena convencional pese a incluir una tanda de molinetes –de rodillas dos de ellos- ligados con el de la firma y un abanico. Muchos muletazos. Pero no de todas las marcas. Ni mucho menos. Y una estocada tendida. El toro tuvo muerte de manso: enfiló las tablas sin mirar otra cosa. Rarezas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario