domingo, 17 de abril de 2011

TEMPORADA DE TOROS EN MADRID: Importante, casi heroico Serafín Marín

Tarde muy relevante del torero de Montcada: caro con el capote, muletero templado, estoqueador soberbio, entereza sobresaliente para hacer frente a un sobrero descomunal.

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de María del Carmen Camacho, de desiguales hechuras, seriamente armados, de pobre empeño y juego deslucido y uno de Mauricio Soler Escobar –segundo sobrero, jugado de quinto, de cinco años y medio, con estilo e intenciones de toro corraleado, con sentido pero encastado, muy difícil..
Víctor Puerto, de blanco y oro, pitos tras dos avisos y silencio tras un aviso. Serafín Marín, de rosa y oro, saludos y vuelta al ruedo. Javier Cortés, de azul pavo y oro, silencio y silencio tras un aviso.
Excelente a caballo Romualdo Almodóvar, que picó tres toros -el quinto y los dos sobreros- y todos bien. Brega valerosa de Omar Guerra.
Madrid. Corrida de Inauguración. Fuera de abono. Casi un tercio de plaza.

BARQUERITO

La corrida de inauguración en Madrid tuvo un triunfador de fondo –Serafín Marín, “importante”, como se dice entre taurinos- y dos inesperados protagonistas: dos sobreros de raro trapío. Un quinto bis del hierro portugués de Canas Vigouroux, cinqueño cumplido, jabonero –hay un semental de Cuvillo en la base de la ganadería y la pinta, no tanto las hechuras, lo denunciaba- que buscó las puertas, arrolló, se escupió del caballo y de repente, cobrado ya el segundo puyazo, se derrumbó como hendido por el rayo. Se resistió el palco, se aconchó en tablas el toro y volvió a rodar desmadejado tras el segundo par. Y entonces lo devolvieron. La tropa de Florito hizo una exhibición. El toro se llevó para el otro barrio tres lances de rico temple de Serafín. Nada fáciles porque el toro, la cara arriba, se vino topando y no embistiendo.

El quinto de sorteo, el más hondo de los seis titulares de Camacho, había sido devuelto por derrumbarse, pero también con ése, mole fantástica de 610 kilos, Serafín toreó a la verónica de salida y fuera de las rayas con muy lindo compás, y más de lo que se dejó el toro, que, prontas pero cortas arrancadas, no tuvo el famoso “tranco de más” de la sangre Núñez sino justo lo contrario. Las manos altas, los brazos sueltos, compuesta suavemente la figura, Serafín dibujó una madeja de lances en línea que lo confirman como capotero de calidad. El segundo sobrero, un graciliano del hierro de Mauricio Soler –nieto del que fue gran ganadero sevillano José Escobar-, tuvo monstruosa estampa. Gigantesco: casi 700 kilos. Badanudo, de muy frondoso escapulario, con polvo de pólenes por la piel toda. Se soltó sin divisa y parecía mayor de lo que era. Corraleado, tal vez el decano de los pupilos que se esconden en los cerrados de Madrid, se emplazó de salida, olisqueó y, aunque no escarbó, volvió grupas asustado. A plaza tomada, sin embargo. Daba mucho miedo.

Para entonces Serafín Marín ya había salido a recibir con llamativa entereza tres toros: el de los lances tan bellos, el jabonero de Vigouroux y el segundo de corrida, que, escalofriantemente astifino, fue, por delante, el más serio de los seis de Camacho. No le asustó el desafío al torero de Moncada, que había tumbado de estocada extraordinaria ese primero de lote tan armado y, luego, deslucido por aplomado. Pero de los de tragar paquete: embestidas regañadas, rebrincadas. Cite de largo muy comprometido. Buena trama.

La salida para fijar al sexto aguantándole en chiqueros cuatro descompuestas arrancadas tuvo, por tanto, memorable acento. Escupido del caballo en el primer viaje, bien picado y sangrado por un picador valeroso y certero, de gran brazo y buen jinete –Romualdo Almodóvar-, el toro siguió pegando oleadas después de herido: con sentido, se acostaba por la mano izquierda y se venía al bulto y no a engaño puesto, cortaba, se metía por debajo. Lidió con carácter Omar Guerra, que pudo bajarle no los humos pero sofocar parte del incendio. Por lo demás, el toro probaba, medía y desparramaba la vista. Se esperaba una faena de castigo y punto, pero Serafín se empeñó, se puso, no se le fue ni la uña de un pie y le enjaretó al toraco hasta tres tandas de cuatro con la diestra ligados con su remate.

En uno de pecho, estuvo a punto de salir corneado Marín, que, después, hábil supo rematar la mejor de las tandas –sin enganchones, sin prisas, sin voces, a puro huevo- con uno de pecho previo cambio de mano por la espalda. Tardó un poquito, sólo eso, la gente en entrar en faena, pese a que la emoción fue casi la misma desde el primer lance al último muletazo. A eso le llaman algunos la vía heroica. Y eso mismo. Y una estocada hasta las péndolas de la que vino a rodar el toro tras irse a los medios a doblar. Encastado y peligroso, duro como el pedernal el toro de Mauricio Escobar. Toda la torería de Serafín se dejó sentir en una vuelta al ruedo sencilla pero ceremoniosa, emocionante. Espectáculo del todo singular. ¡Viva Serafín Marín! Un quite por gaoneras al altísimo cuarto fue otro de los puntos finos de la corrida.

Víctor Puerto no le acabó de coger el aire a un primero grandísimo, sin fuerza ni fondo para repetir ni dos viajes, y se embarcó en faena plana y larga. Cinco pinchazos, trece descabellos, dos avisos. El cuarto, campanudo, acabó siendo de los de “¡je, toro, je…!” y ni por esas. Visiblemente desencantado Víctor en los dos turnos. Los dos toros más bajo de agujas de la corrida de Camacho fueron juntos al lote de Javier Cortés. Se paró al cuarto viaje el tercero; lesionado de una mano, el sexto, que apuntó mejor que los otros, se fue al suelo al ir apretado. Buenos lances al delantal del torero de Getafe con el tercero. Un trámite la segunda faena. La gente estaba deseando terminar.

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