Las grandes depresiones de la actividad taurina
han seguido a lo largo del último siglo una trayectoria cronológica muy en
paralelo con los sucesivos grandes crashes económicos. Ocurrió con la Gran
Depresión del 29, se repitió con ocasión de la guerra civil, volvió a suceder
con la crisis del petróleo y ocurre ahora con la Gran Recesión. De todas estas
situación la Fiesta se ha recuperado, pero para volver a los niveles anteriores
las actividades taurinas han necesitado de un amplio periodo de tiempo, que en
alguna ocasión ha llegado a ser de 20 años. Este podría ser la síntesis de un
reciente estudio realizado por el profesor Juan Medina, de la Universidad de
Extremadura.
Redacción WWW.TAUROLOGIA.COM
“Frente a
quienes son incapaces de acercarse con frescura de alma y de mente a un tema
que parece trivial -como si hubiera en realidad alguno que por serlo pueda ser
trivial para el entendimiento-... afirmo de la manera más taxativa que no puede
comprender bien la historia de España, desde 1650 hasta hoy, quien no se haya
construido, con rigurosa construcción, la historia de las corridas de toros en
sentido estricto del término; no de la fiesta de los toros, que más o menos
vagamente ha existido en la península ibérica desde hace tres milenios, sino lo
que nosotros, actualmente, llamamos con ese nombre...”
Ahora,
cuando nos encontramos en una profunda crisis económica, que tantos quebraderos
de cabeza está ocasionando al planeta de los toros, el profesor Juan Medina, de la Universidad de
Extremadura, ha recopilado los datos que dimensionan la relación entre las
grandes crisis económicas y el número de espectáculos taurinos celebrados en
España.
De acuerdo
con su estudio, los descensos más significativos en la evolución de las
corridas de toros durante el último siglo han coincidido con las mayores crisis
económicas mundiales: la Gran Depresión, la crisis del petróleo y la Gran
Recesión.
Como escribe
el profesor Medina, “no
somos tan raros. Y no se trata ya sólo de la archirrepetida frase de Ortega
sobre la ligazón entre la historia del toreo y la de España. Los toros no han
sido tampoco ajenos en estos últimos cien años a los vaivenes económicos
globales que han sacudido el mundo”.
Si acudimos
a los datos contrastados, entre 1929 y 1935, el número de corridas organizadas
en España se redujo un 19%. La guerra civil agravó el desplome hasta el 80% en
1937. La crisis del petróleo de 1973, recrudecida en 1979, contrajo las
corridas de toros un 40% entre 1973 y 1981. Tras el máximo histórico alcanzado
en 2007, las corridas celebradas en España han caído un 48%.
Pero matiza
el profesor Medina que “de
crisis brutales salimos en el pasado y volvimos a retomar la senda de la
recuperación y el crecimiento. Pero no fue fácil. Ni para la economía ni para
la tauromaquia. Se tardaron muchas temporadas en ofrecer las mismas corridas de
toros que antes de cada pinchazo. Las 300 corridas que se dieron en 1929 no
volvieron a celebrarse hasta 1957. Las 678 corridas de 1974 sólo regresaron en
1994. Hablamos de períodos de recuperación de veinte años o incluso más”.
Y a continuación añade, a modo de aviso de navegantes: “Desde 2007, sólo han
transcurrido seis temporadas…”
La
perspectiva histórica
Su acudimos
a otros trabajos del profesor Medina,
aprendemos que, salvados estos periodos de grandes crashes económicos, en
España históricamente el número de corridas de toros ha ido evolucionando en el
último siglo ha crecido a la par que los
habitantes del país, aumentando ambos prácticamente en la misma proporción: el
número de festejos se ha multiplicado por 2,65 y la población por 2,50.
“Dicho de
otra forma --apostilla el profesor Medina--, aun teniendo en cuenta que la
población española es ahora el doble que en plena Edad de Oro del toreo, se
están organizando desde 1990 más corridas de toros por cada millón de
habitantes que en tiempos de Gallito y Belmonte. Ni siquiera el apogeo taurino
de los sesenta -con los Viti, Camino, Puerta, Romero… más el fenómeno social
que supuso El Cordobés-, alcanzó los picos de las temporadas 1997-2007”.
Pero dentro
de esa perspectiva globalizadora que utiliza en sus trabajos, el profesor Medina ha comparado el número de
corridas de toros con la evolución de la renta per cápita española entre 1901 y
2010.
En base a
estas comparaciones, diferencia muy matizadamente diversas etapas:
•
Estabilidad, aunque con muchas oscilaciones, en torno a las 200-300 corridas
por temporada en las tres primeras décadas del siglo XX, coincidiendo con un
período de débil crecimiento económico. Algunos matices:
- Clara
evolución positiva entre 1905 (194) y 1912 (304). Son los años de la rivalidad
Bombita-Machaquito y los últimos de esplendor de Fuentes
- Tras la
cogida mortal de Gallito en Talavera se aprecia una caída de casi cien corridas
en tan sólo tres temporadas: de las 301 de 1920, a las 210 de 1923
- En 1925-30
se alcanzan de forma sostenida las 280-300 corridas/año, al tiempo que la renta
del país progresa a mejor ritmo
• Durante la
II República, que son también los años de la Gran Depresión, decaen
gradualmente los festejos hasta el desplome durante la guerra civil, cuando
sólo se organizan 61 y 73 corridas de toros en 1937 y 1938
• A partir
de 1942, con Manolete y Pepe Luis en la cumbre, se recupera el nivel de
espectáculos de la Edad de Plata del toreo
• El bache
de 1949-1950 se debe a las numerosas novilladas promovidas a resultas del éxito
de la pareja Aparicio-Litri, en detrimento de las corridas, que declinan a sólo
145 en 1950
• El tramo
final de los años cincuenta simboliza un punto de inflexión en la organización
de festejos taurinos: desde 1957 se celebran ya de forma continuada más de 300
corridas anuales, superándose las 400 en 1963 y las 600 en 1967.
En realidad,
la cifra de 300 corridas se había mantenido como tope en los primeros 57 años
del siglo XX. Sólo se había rebasado ligeramente en siete temporadas: 1911-12,
1920, 1925 y 1928-30.
Este punto
de inflexión taurino se corresponde con el cambio de orientación de la política
económica del gobierno (reforma fiscal de 1957, Plan de Estabilización de
1959), que impulsó un período expansivo del ciclo económico… y del ciclo
taurino. La corrida de toros se transfiguró de acontecimiento puntual y, por
tanto, extraordinario, a espectáculo de masas sin la singularidad de antaño. Se
acomodó a las demandas comerciales y turísticas del momento, montándose todo tipo
de festejos en las costas españolas, lo que duplicó el número de corridas de
toros, alcanzándose las 678 en 1974.
• A partir
de 1974 es cuando también se frena el crecimiento de la economía, elevándose la
tasa de paro del 4% al 15% en 1981. Esas siete temporadas protagonizadas, entre
otros, por Capea, Manzanares, Dámaso,
Paquirri… pasarán factura a los espectáculos taurinos, que se reducen a 390
en 1981.
• Desde
1981, y especialmente desde 1986, crece el número de corridas hasta alcanzar su
techo en 2007 (1010). Esos años finales del siglo XX y principios del XXI,
definen una etapa en la que se organizan más festejos taurinos que en cualquier
otro momento de la historia del toreo.
La cifra de
espectáculos de 1974 se sobrepasa veinte temporadas después, durante el trienio
negro de Jesulín (1994-96), poniendo de manifiesto que la inflación de
festejos en determinadas épocas (décadas de los 60 y 90, o la burbuja taurina
de estos últimos años), suele obedecer a una sobreoferta de espectáculos de
infecta calidad.
Como ya se
ha comentado en su blog, el pinchazo de las burbujas inmobiliaria y taurina
tras 2007 nos ha conducido un continuado descenso del número de espectáculos. “¿Hasta
dónde llegará la contracción? --se pregunta el profesor Medina utilizando datos
de 2010-- Si regresamos a los niveles de 1986, justo al comienzo del despegue
económico-taurino, deberían organizarse 11,4 corridas por millón de habitantes.
Eso significa, teniendo en cuenta la población actual, dar 536 corridas al año.
Sobrarían, por tanto, aún unos 120 festejos”.
La
invisibilidad del hecho taurino
Pero
ciñéndonos a la realidad actual, la escasa presencia pública de los toros en
nuestra sociedad --lo que el profesor Medina
define como "la invisibilidad del hecho taurino"-- no se puede
explicar tan sólo por razones de índole económica. Para ir a un análisis más
certero de esa escasa visibilidad hay
que salir a la búsqueda de otras causas. En esa búsqueda, el profesor Medina escribe atinadamente al
siguiente análisis:
“Son más
bien otros factores, algunos intrínsecos a la lidia, como es la flagrante y
peligrosa pérdida de emoción en los ruedos, por la abusiva domecquización de la
sangre brava y tanto empaque con mando a distancia. Así, se aleja de las plazas
a un público que no está dispuesto a pagar 50 euros para aburrirse pero que,
como el retorno de José Tomás ha demostrado, sí abarrota los tendidos para
emocionarse.
Otros
factores son exógenos a la Fiesta, como la gigantesca oferta de ocio existente,
mucho más asequible además que un espectáculo taurino. O el régimen de
monopolio privado y oneroso en el que se ofrecen por tv las principales ferias
de la temporada, sin olvidar el trato semiclandestino que la mayoría de los
medios de comunicación le otorgan a los toros.
Si a esto
añadimos las rancias estructuras empresariales de un sector que parece
desconocer o despreciar los mecanismos más elementales de promoción del
producto que vende, nos encontraremos una Fiesta cada vez más alejada de esta
sociedad urbana, pueril y no educada, en general, para comprender los
significados y valores de una corrida de toros.
La
destaurinización de la sociedad española podría alcanzar un punto de no
retorno, en el que sería ya demasiado tarde para recuperar lo que se ha
perdido. Para entonces, no quedarán restos de casta en las dehesas que
devuelvan la emoción a la lidia, ni regresará a los tendidos una afición
definitivamente abatida, por sofisticadas que sean las técnicas de marketing
taurino que utilicen para intentar, ya sin éxito, convencernos”.
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