martes, 9 de abril de 2013

UN ESTUDIO DEL PROFESOR JUAN MEDINA: La Fiesta en los grandes crashes económicos: una repercusión grave, que luego cuesta mucho superar


Las grandes depresiones de la actividad taurina han seguido a lo largo del último siglo una trayectoria cronológica muy en paralelo con los sucesivos grandes crashes económicos. Ocurrió con la Gran Depresión del 29, se repitió con ocasión de la guerra civil, volvió a suceder con la crisis del petróleo y ocurre ahora con la Gran Recesión. De todas estas situación la Fiesta se ha recuperado, pero para volver a los niveles anteriores las actividades taurinas han necesitado de un amplio periodo de tiempo, que en alguna ocasión ha llegado a ser de 20 años. Este podría ser la síntesis de un reciente estudio realizado por el profesor Juan Medina, de la Universidad de Extremadura.

Redacción WWW.TAUROLOGIA.COM

“Frente a quienes son incapaces de acercarse con frescura de alma y de mente a un tema que parece trivial -como si hubiera en realidad alguno que por serlo pueda ser trivial para el entendimiento-... afirmo de la manera más taxativa que no puede comprender bien la historia de España, desde 1650 hasta hoy, quien no se haya construido, con rigurosa construcción, la historia de las corridas de toros en sentido estricto del término; no de la fiesta de los toros, que más o menos vagamente ha existido en la península ibérica desde hace tres milenios, sino lo que nosotros, actualmente, llamamos con ese nombre...”

Ahora, cuando nos encontramos en una profunda crisis económica, que tantos quebraderos de cabeza está ocasionando al planeta de los toros, el profesor Juan Medina, de la Universidad de Extremadura, ha recopilado los datos que dimensionan la relación entre las grandes crisis económicas y el número de espectáculos taurinos celebrados en España.

De acuerdo con su estudio, los descensos más significativos en la evolución de las corridas de toros durante el último siglo han coincidido con las mayores crisis económicas mundiales: la Gran Depresión, la crisis del petróleo y la Gran Recesión.

Como escribe el profesor Medina, “no somos tan raros. Y no se trata ya sólo de la archirrepetida frase de Ortega sobre la ligazón entre la historia del toreo y la de España. Los toros no han sido tampoco ajenos en estos últimos cien años a los vaivenes económicos globales que han sacudido el mundo”.

Si acudimos a los datos contrastados, entre 1929 y 1935, el número de corridas organizadas en España se redujo un 19%. La guerra civil agravó el desplome hasta el 80% en 1937. La crisis del petróleo de 1973, recrudecida en 1979, contrajo las corridas de toros un 40% entre 1973 y 1981. Tras el máximo histórico alcanzado en 2007, las corridas celebradas en España han caído un 48%.

Pero matiza el profesor Medina que “de crisis brutales salimos en el pasado y volvimos a retomar la senda de la recuperación y el crecimiento. Pero no fue fácil. Ni para la economía ni para la tauromaquia. Se tardaron muchas temporadas en ofrecer las mismas corridas de toros que antes de cada pinchazo. Las 300 corridas que se dieron en 1929 no volvieron a celebrarse hasta 1957. Las 678 corridas de 1974 sólo regresaron en 1994. Hablamos de períodos de recuperación de veinte años o incluso más”. Y a continuación añade, a modo de aviso de navegantes: “Desde 2007, sólo han transcurrido seis temporadas…”

La perspectiva histórica

Su acudimos a otros trabajos del profesor Medina, aprendemos que, salvados estos periodos de grandes crashes económicos, en España históricamente el número de corridas de toros ha ido evolucionando en el último siglo  ha crecido a la par que los habitantes del país, aumentando ambos prácticamente en la misma proporción: el número de festejos se ha multiplicado por 2,65 y la población por 2,50.

“Dicho de otra forma --apostilla el profesor Medina--, aun teniendo en cuenta que la población española es ahora el doble que en plena Edad de Oro del toreo, se están organizando desde 1990 más corridas de toros por cada millón de habitantes que en tiempos de Gallito y Belmonte. Ni siquiera el apogeo taurino de los sesenta -con los Viti, Camino, Puerta, Romero… más el fenómeno social que supuso El Cordobés-, alcanzó los picos de las temporadas 1997-2007”.

Pero dentro de esa perspectiva globalizadora que utiliza en sus trabajos, el profesor Medina ha comparado el número de corridas de toros con la evolución de la renta per cápita española entre 1901 y 2010. 

En base a estas comparaciones, diferencia muy matizadamente diversas etapas:

• Estabilidad, aunque con muchas oscilaciones, en torno a las 200-300 corridas por temporada en las tres primeras décadas del siglo XX, coincidiendo con un período de débil crecimiento económico. Algunos matices:
- Clara evolución positiva entre 1905 (194) y 1912 (304). Son los años de la rivalidad Bombita-Machaquito y los últimos de esplendor de Fuentes
- Tras la cogida mortal de Gallito en Talavera se aprecia una caída de casi cien corridas en tan sólo tres temporadas: de las 301 de 1920, a las 210 de 1923
- En 1925-30 se alcanzan de forma sostenida las 280-300 corridas/año, al tiempo que la renta del país progresa a mejor ritmo

• Durante la II República, que son también los años de la Gran Depresión, decaen gradualmente los festejos hasta el desplome durante la guerra civil, cuando sólo se organizan 61 y 73 corridas de toros en 1937 y 1938

• A partir de 1942, con Manolete y Pepe Luis en la cumbre, se recupera el nivel de espectáculos de la Edad de Plata del toreo

• El bache de 1949-1950 se debe a las numerosas novilladas promovidas a resultas del éxito de la pareja Aparicio-Litri, en detrimento de las corridas, que declinan a sólo 145 en 1950

• El tramo final de los años cincuenta simboliza un punto de inflexión en la organización de festejos taurinos: desde 1957 se celebran ya de forma continuada más de 300 corridas anuales, superándose las 400 en 1963 y las 600 en 1967.
En realidad, la cifra de 300 corridas se había mantenido como tope en los primeros 57 años del siglo XX. Sólo se había rebasado ligeramente en siete temporadas: 1911-12, 1920, 1925 y 1928-30.

Este punto de inflexión taurino se corresponde con el cambio de orientación de la política económica del gobierno (reforma fiscal de 1957, Plan de Estabilización de 1959), que impulsó un período expansivo del ciclo económico… y del ciclo taurino. La corrida de toros se transfiguró de acontecimiento puntual y, por tanto, extraordinario, a espectáculo de masas sin la singularidad de antaño. Se acomodó a las demandas comerciales y turísticas del momento, montándose todo tipo de festejos en las costas españolas, lo que duplicó el número de corridas de toros, alcanzándose las 678 en 1974.

• A partir de 1974 es cuando también se frena el crecimiento de la economía, elevándose la tasa de paro del 4% al 15% en 1981. Esas siete temporadas protagonizadas, entre otros, por Capea, Manzanares, Dámaso, Paquirri… pasarán factura a los espectáculos taurinos, que se reducen a 390 en 1981.

• Desde 1981, y especialmente desde 1986, crece el número de corridas hasta alcanzar su techo en 2007 (1010). Esos años finales del siglo XX y principios del XXI, definen una etapa en la que se organizan más festejos taurinos que en cualquier otro momento de la historia del toreo.

La cifra de espectáculos de 1974 se sobrepasa veinte temporadas después, durante el trienio negro de Jesulín (1994-96), poniendo de manifiesto que la inflación de festejos en determinadas épocas (décadas de los 60 y 90, o la burbuja taurina de estos últimos años), suele obedecer a una sobreoferta de espectáculos de infecta calidad.

Como ya se ha comentado en su blog, el pinchazo de las burbujas inmobiliaria y taurina tras 2007 nos ha conducido un continuado descenso del número de espectáculos. “¿Hasta dónde llegará la contracción? --se pregunta el profesor Medina utilizando datos de 2010-- Si regresamos a los niveles de 1986, justo al comienzo del despegue económico-taurino, deberían organizarse 11,4 corridas por millón de habitantes. Eso significa, teniendo en cuenta la población actual, dar 536 corridas al año. Sobrarían, por tanto, aún unos 120 festejos”.

La invisibilidad del hecho taurino

Pero ciñéndonos a la realidad actual, la escasa presencia pública de los toros en nuestra sociedad --lo que el profesor Medina define como "la invisibilidad del hecho taurino"-- no se puede explicar tan sólo por razones de índole económica. Para ir a un análisis más certero de esa escasa visibilidad  hay que salir a la búsqueda de otras causas. En esa búsqueda, el profesor Medina escribe atinadamente al siguiente análisis:

“Son más bien otros factores, algunos intrínsecos a la lidia, como es la flagrante y peligrosa pérdida de emoción en los ruedos, por la abusiva domecquización de la sangre brava y tanto empaque con mando a distancia. Así, se aleja de las plazas a un público que no está dispuesto a pagar 50 euros para aburrirse pero que, como el retorno de José Tomás ha demostrado, sí abarrota los tendidos para emocionarse.

Otros factores son exógenos a la Fiesta, como la gigantesca oferta de ocio existente, mucho más asequible además que un espectáculo taurino. O el régimen de monopolio privado y oneroso en el que se ofrecen por tv las principales ferias de la temporada, sin olvidar el trato semiclandestino que la mayoría de los medios de comunicación le otorgan a los toros.

Si a esto añadimos las rancias estructuras empresariales de un sector que parece desconocer o despreciar los mecanismos más elementales de promoción del producto que vende, nos encontraremos una Fiesta cada vez más alejada de esta sociedad urbana, pueril y no educada, en general, para comprender los significados y valores de una corrida de toros.

La destaurinización de la sociedad española podría alcanzar un punto de no retorno, en el que sería ya demasiado tarde para recuperar lo que se ha perdido. Para entonces, no quedarán restos de casta en las dehesas que devuelvan la emoción a la lidia, ni regresará a los tendidos una afición definitivamente abatida, por sofisticadas que sean las técnicas de marketing taurino que utilicen para intentar, ya sin éxito, convencernos”.

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