miércoles, 10 de abril de 2013

FERIA DE ABRIL EN SEVILLA – NOVILLADA DE ABONO: Presencia sensible de Lama de Góngora


La gran esperanza de la novillería de Sevilla no remata con la espada una bella faena y con la espada se eterniza en su segundo serio trabajo. Juampedros terciados y buenos.

BARQUERITO
Foto: Pages

De los seis novillos de los dos hierros de Juan Pedro Domecq, el más dulce, casi de almíbar la embestida, fue el tercero, y el de más vivo son el sexto, que escarbó a modo pero metió la cara con avaricia cada vez que vino. Fueron los de mejor condición: melocotón y lavadito, el tercero, estrecho, justo de trapío; bastante más serio, sin exageraciones, el sexto. Los dos se juntaron en el lote de Lama de Góngora, el novillero de quien más se viene hablando en Sevilla.

Era la tarde de su debut con caballos en la Maestranza, donde fue proclamado con ventaja solo el año pasado triunfador de los festejos para noveles. Muchas maravillas se contaban. Pero habrá que esperar. Detalles relevantes: irse a porta gayola a recibir a los dos novillos, y a los dos los libró en largas cambiadas de limpio vuelo, y al sexto le pegó de propina dos largas más en las rayas y no sucesivamente; un quite de exquisito asiento por chicuelinas al segundo novillo de la tarde, y rematarlo con una larga espléndida; desparpajo para andar por la plaza, garbo particular para acompañar embestidas, soltura para manejar avíos llamativamente grandes; buen sentido del compás para torear; aire caro cuando se decidió a torear a mano baja al dulcísimo tercero, que tanto no consentía.

Y, luego, otros puntos: primero, un desafortunadísimo manejo de la espada, que se llevó lo que pudieron ser hasta las dos orejas del santísimo tercero, y, además, de eso, una sorprendente falta de recursos para cuadrar o igualar los dos toros del reparto, y hasta para cuadrarse él mismo, que no intentó en serio ni una sola vez pasar ni cruzar. Las pausas de las dos faenas tuvieron un punto gratuito; los andares marciales, algo chocante. Habilidad especial para encajarse al hilo del pitón, donde no es tan sencillo torear, y menos con engaños de tanto tamaño.

Pues todo eso –la fortuna del sorteo, el encaje no siempre ortodoxo y un notable juego de brazos- se tradujo en una torería que ni impostada ni del todo natural tuvo su gancho y llegó a la gente. La entrega del público de Sevilla con los toreros de la tierra, y en especial si son de la ciudad. Lama es el mismísimo barrio del Baratillo y el Arenal. En el patio de su casa.

Se celebraron los mayores logros: dos remates de capa a pies juntos, un pase de pecho colosal, un raro kikirikí, dos tandas ligadas con pureza, el aguante seco de un par de amagos del sexto, el buen toreo por los vuelos, un desplante a la manera de Curro o de El Cid, que es por cierto su claro espejo. Se lamentaron fastidiosamente tantos fallos con la espada: un total de ocho pinchazos, una estocada chalequera. Y se censuró tibiamente el único renuncio visible: apenas se sujetó cuando el sexto, después de las tres largas, tomó el capote con brío del bueno.

Lama de Góngora era el papel de la novillada y lo defendió. Estuvieron muy valientes el madrileño Gonzalo Caballero y el colombiano Sebastián Ritter. Los dos se sobrepusieron a cogidas muy aparatosas de las que salieron milagrosamente indemnes.

Caballero, al intentar adornarse con una arrucina; Ritter, al enredarse con el cuarto en un quite tan sin distancia que hasta pareció provocar inconscientemente la voltereta, que lo dejó entre las manos del toro y a su merced. Ritter, verticalidad impasible, valor sin fisuras de Tancredo puro, pecó de terco pero no de falta de firmeza, sino todo lo contrario; se los pasó muy cerca, ni se inmutó; no gustó su exceso de insistencia en un toreo muy embraguetado pero no templado, a veces en sacudida, a veces en círculos rehilados y a suerte descargada. Un quite capote a la espalda al primero de corrida fue soberbia tarjeta de visita. Una hermosa estocada en los medios con un picante segundo; cinco pinchazos y tres descabellos después. No fue debut afortunado. Hay valor de sobra para hacer torero.

A Caballero, volteado al torear de capa al primero, no terminó de acoplarse con la embestida somnolienta y al ralentí del torito de Parladé que rompió plaza, le pegó una tanda espléndida con la izquierda, hubo descaro, faltó sentido de la medida. Muy meritoria la estocada cobrada tras la conmoción de una cogida tremenda. La cogida pasó factura y con el cuarto, uno de los dos más endeblitos, anduvo tan entregado como nervioso.

FICHA DEL FESTEJO
Cuatro novillos -2º, 3º, 4º y 5º bis- de Juan Pedro Domecq y dos -1º y 6º- de Toros de Parladé (Juan Pedro Domecq Morenés). Falta de remate, novillada terciada. Tercero y sexto dieron muy buen juego. Manejables los dos primeros; flojísimos los otros dos
Gonzalo Caballero, de blanco y plata, saludos y silencio. Sebastián Ritter, de celeste y oro, silencio y saludos tras un aviso. Lama de Góngora, de carmín y oro, saludos y palmas tras aviso.
Sevilla. 2ª de abono. Nubes y claros, templado. Más de media plaza.

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