martes, 16 de abril de 2013

FERIA DE ABRIL EN SEVILLA – SÉPTIMA CORRIDA: Victorino echa a la gente de la plaza

La séptima de Feria fue un espectáculo sin vibración por culpa de unos toros sosos de Victorino Martín y el conservadurismo de los sevillanos El Cid y Luque (en la grafica), que dirimieron un descafeinado mano a mano.

CARLOS CRIVELL
Foto: EFE

La gente se fue el quinto. No tenía ninguna esperanza en el sexto. El personal se marchó hastiado, derrotado y apesadumbrado. Si la corrida de Victorino salía tan sosa y descastada, lo mejor era irse a otra parte. Fernando Cuadri, en un gesto que le honra, dijo que no quería volver a Sevilla el próximo año. Espero de uno de los Victorino, padre o hijo, un pronunciamiento parecido. De Victorino se espera otra cosa. Que sean alimañas, que exhiban bravura encastada, que humillen y repitan, una nobleza especial, pero lo que no se espera es el toro anodino, insulso, soso, de esos que les quitas el hierro o la capa cárdena y no hay quien sepa a qué divisa pertenece. La plaza asistió a una corrida sin ningún momento de interés. Como siempre ocurre en estos casos, los toros fueron culpables, pero los matadores no se pueden ir de rositas.

El encierro no estuvo ni bien presentado. El segundo, cuarto y quinto tenían las hechuras de los victorinos de siempre. Algunos, como el sexto, no tenían nada por delante. Los pitones eran una birria. Este detalle se pueden obviar si el juego de los astados hubiera despertado un mínimo de emoción, pero estos victorinos era unos animales lastimosos que ni humillaban ni tenían recorrido, unos toros que con el hierro de algún ganadero comercial hubieran confundido a todos. Para ver este juego no hace falta proclamar gestas de que se mata la corrida, dicho esto en relación a la confección de este cartel. Se apuntó El Cid, un experto en este tipo de corridas, y le secundó Daniel Luque. El Cid tiene un camino recorrido, pero si un joven como Luque se apunta a la de Victorino es para demostrar una disposición distinta. Si se hace un gesto no es para esperar a que salga un toro bueno, es necesario atropellar la razón en una demostración de valor, ganas y capacidad.

Me gustaría contarles los tercios de varas protagonizados por las reses, o el vibrante juego en banderillas, o la forma de embestir a la muleta de los cárdenos; me gustaría contarles algo bueno de la corrida, pero es imposible. Me niego a cantar al quinto, toro algo más potable, porque fue, simplemente, el menos malo de una corrida descastada y ruinosa. Algunos podían haber vuelto a los corrales por su falta de fuerzas, pero si los toros estaban dormidos, como en un efecto dominó, la plaza estaba anestesiada. Y los toreros, en otro mundo.

Hubo un momento curioso. Fue en el sexto. Daniel Luque invitó al sobresaliente Antonio Fernández Pineda a realizar un quite. Dos verónicas y medias preñadas de dignidad. Alguno, de esos que saben tanto, dijo que el quite no había sido bueno. Malo no fue, pero fue el único quite de la tarde, porque ni El Cid ni Daniel Luque nos obsequiaron con lances en sus turnos correspondientes. Es decir, que invitaron al sobresaliente a hacer lo ninguno de los titulares se atrevió a realizar en toda la tarde. Pineda demostró que el toreo con el capote era posible.

El Cid pudo enjaretar una faena digna del tal nombre en el tercero de su lote. Tandas cortas sobre la derecha, templadas, que el toro medio aceptó a tomar. La faena caló en el sol, la banda tocó un pasodoble como si quisiera espabilar y sacar a la plaza del sueño, pero la realidad es que no acabó de rematar su labor, que además no fue culminada con la espada. Fue la única faena con algún contenido. En sus otros dos toros El Cid anduvo peleón para sacar pases de animales de corto recorrido y clase mínima.

La tarde le hizo más daño a Daniel Luque. Se apuntó a la corrida en respuesta a un reto de El Cid. Si un torero acepta una apuesta de este calado es para dar el cien por cien o incluso algo más. No pasó así con el torero de Gerena, en quienes muchos han puesto sus miradas como un torero posible, porque esperó toda la tarde que uno de sus oponentes metiera la cabeza con claridad, cuando lo que procedía era que embistiera, con perdón, el torero, pero Daniel no lo hizo y no logró rematar nada bueno en la tarde. Alguna verónica aislada al cuarto como única tarjeta de presentación de un matador en estado de merecer.

La entrada fue pobre para un martes de feria. La empresa debe mirar este detalle. La plaza permaneció adormecida toda la corrida. Nada desató la euforia. Nada la despertó de su letargo. Al morir el quinto muchos abandonaron el coso. Lo nunca visto. Martes de feria y uno de Victorino en los corrales y la gente huyendo del coso. Fue la dura realidad de una corrida que solo tuvo la virtud de que duró algo más de dos horas. Es decir que no cansó, porque si además de resultar un espectáculo descafeinado hubiera durado más tiempo el tendido se habría despoblado de forma lamentable. Así fue la de Victorino. Y que no se vayan libres de culpas los toreros, ambos con escasa motivación. Para eso mejor hubiera sido dejarles la corrida a otros.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Sevilla. Martes, 16 de abril de 2013. Séptima de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Victorino Martín, desiguales. Bajaron tercero y cuarto. Destacó el 5º por el derecho en la muleta.
El Cid, de nazareno y oro. Pinchazo, estocada atravesada y descabello (saludos). En el tercero, estocada (palmas). En el quinto, pinchazo y estocada contraria (saludos).
Daniel Luque, de negro y oro. Media estocada trasera y atravesada y dos descabellos (silencio). En el cuarto, estocada defectuosa y descabello (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
Saludaron Alcalareño y Abrahán Neiro.

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