PACO AGUADO
Fotos: EFE
SEVILLA.- El
joven espada sevillano Manuel Escribano,
que le cortó las dos orejas al sexto toro, aprovechó con creces la oportunidad
de sustituir a "El Juli" en la corrida de Miura con que se cerró
hoy la Feria de Abril de Sevilla.
En el toreo se dice, con respecto a las corridas, que "unos
las firman y otros las torean". Y el refrán volvió a cumplirse en
la de Miura de la feria de Sevilla, con la que estaba anunciado, como
uno de los mayores atractivos del ciclo, Julián
López "El Juli".
La cornada sufrida el viernes por el madrileño trastocó
todas las previsiones y en su sustitución entró un torero sevillano hace tiempo
relegado de los festejos de relumbrón: Manuel
Escribano, que, preparado y dispuesto, sereno y asentado, aprovechó con
creces la oportunidad, en principio envenenada, de enfrentarse a una siempre
temible corrida de Miura sin mucho bagaje a sus espaldas.
Pero en ningún momento dio el joven torero de Gerena
sensación de inexperto. Muy al contrario, pisó la plaza como si lidiara una
corrida de cualquier hierro "cómodo",
con frescura y sin complejos ni prevención algunos.
Ya se le vio así con el primero de su lote, al que recibió a
portagayola y al que lanceó con
riesgo en la misma puerta de chiqueros. Luego lo banderilleó con variedad y
toreó con asiento y temple a un animal de poco gas que no le planteó
dificultades.
Con ese precedente, se fue de nuevo a recibir al sexto con
una larga cambiada de rodillas, para seguir toreándole a la verónica casi en
los medios. Escurrido de carnes y fino de hechuras, este otro cárdeno de los
seis que echó Miura a la Maestranza galopó desde el principio con ritmo y
clase, y acusó unas fuerzas tan justas como cualquier toro afligido de las
ganaderías despectivamente calificadas de "comerciales".
Con ese mismo son embistió el toro en los buenos tres pares
de banderillas que le clavó Escribano, el tercero al quiebro y de violín. Así
que, lejos de la leyenda de la casa, este "miura"
llegó al último tercio pidiendo un pulso, un temple y una sutileza técnica que Escribano le fue aplicando poco a poco.
Una vez centrado, asentado y equilibrado el animal, el joven
sevillano le sacó dos vibrantes tandas de naturales que pusieron en pie los
tendidos maestrantes cuando la tarde y la feria se iban sobre los arcos de la
Maestranza. Y como colofón de todo ello, una rotunda y magistral estocada
desató la euforia que equiparó los méritos del torero -que cortó dos orejas
clamorosamente pedidas- con los del toro, al que se dio una generosa vuelta al
ruedo en el arrastre.
Así acabó esta feria de Abril del 2013, después de que el
murciano Rafaelillo se enfrentara a los dos toros de más complicaciones,
pues si el primero se venía vencido y con escaso gas en cada cite, el sobrero
cuarto desarrolló temperamento de manso, defendiéndose a tornillazos en cada
pase. Rafaelillo, veterano en las batallas con los "miuras",
lidió a ambos con suficiencia y oficio, sin volverles nunca la cara.
El lote de mayor movilidad y duración fue el de Javier Castaño, que, como ya es norma,
dejó lucirse a su cuadrilla en los primeros tercios, haciendo que, al tomar
espada y muleta, el ambiente ya estuviera caldeado en sus dos turnos.
Lució el leonés mucho al segundo, que se le vino galopando
con prontitud a todos los cites, pero a sus muletazos, de poco mando y para
alivio del astado, les sobró ligereza y les faltó limpieza.
El quinto pasó en poco tiempo de soltar cabezazos a la
muleta a tomarla con profundidad y recorrido por el pitón izquierdo, ya bien
avanzado el trasteo. Hasta entonces, Castaño
se había fajado muy animosamente con él y, tal algo desfondado, cortó en seco
la faena en el mismo momento en que estaba llegando a su punto culminante, con
varios naturales más que estimables.
Fue entonces, sin más contemplaciones, cuando se fue a por
la espada para ponerle punto final con una estocada tendida. Dio Castaño finalmente una vuelta al ruedo
que, probablemente, hubiera sido con una oreja en la mano de haber apurado más
al de Miura. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Miura, el cuarto
como sobrero, altos, voluminosos y sueltos de carnes, muy en el tipo de la
ganadería; y aunque casi todos de juego manejable, no estuvieron sobrados de
raza ni de fuerzas. Al sexto, noble, con clase y endeble, se le dio la vuelta al
ruedo en el arrastre.
Rafael Rubio
"Rafaelillo": pinchazo,
estocada y descabello (ovación tras aviso); y estocada (ovación).
Javier Castaño: tres pinchazos y estocada (ovación); y
estocada tendida (vuelta al ruedo).
Manuel Escribano, que sustituía a "El Juli": pinchazo y estocada (ovación); y gran estocada
(dos orejas).
Buen tercio de varas de José
Manuel Quinta con el tercero. La cuadrilla de a pie Castaño se desmonteró al completo en los dos toros de su matador.
La plaza casi se llenó.
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