La corrida de seis toros de
Manzanares resultó un gran desencanto por el escaso ánimo del torero, mal
planteamiento de la corrida y el juego de los toros. Cortó dos generosas orejas
en el descuento, el sexto de la tarde, un toro de dulce embestida de Juan
Pedro, muy pobre de trapío. Escaso balance para una corrida tan esperada.
CARLOS CRIVELL
Fotos: EFE
Hasta la salida del sexto, la corrida más esperada de los
últimos años era una mala indigestión. Era como una comida pesada que nadie se
explicaba. Salieron toros elegidos, mirados por cientos de entendidos en el
campo, que no sacaron muchas virtudes. Bueno, la culpa de que la corrida de Manzanares se despeñara de forma
sorprendente no fue solo de los toros. El matador, ayer pésimo estoqueador, no
se mostró muy afinado. Entre el juego dispar y no completo de los bureles, y la
actitud de disconfort del alicantino, el gran festejo se desarrolló bajo el
signo del desencanto.
Era un desencanto que el público observó sin poder salir de
su asombro. La plaza era una legión de devotos del espada, pero ni siquiera con
el aliento permanente que se le envió desde el tendido se le pudo ayudar a
superar las adversidades. ¿Adversidades?
Algunas hubo, pero también había que insuflar ánimos a un torero que no era el
de otras veces, que manifestó una actitud conformista justo hasta la salida del
sexto.
Manzanares le
cortó dos orejas al toro de almíbar de Juan Pedro lidiado en sexto lugar.
Dos orejas después de una muy buena faena a un toro nobilísimo, aunque le faltó
el remate de una buena estocada. Todo sucedió a raíz de una ovación surgida del
tendido antes de la salida del toro que cerró el festejo. Fue como si el
aplauso le insuflara un ánimo que le había faltado en el resto de su tarde
maestrante. Como el anémico al que le transfunden sangre, se fue a portagayola,
siguió con dos largas más, toreó a la verónica
y hasta hizo un quite, que fue casi el único en la tarde en la que lidió seis
toros en Sevilla. Lástima que el quite fuera por tafalleras.
El de Juan Pedro era una máquina de
embestir bien. Manzanares rememoró
sus mejores tardes en Sevilla con una faena plena de templanza, buen gusto y
ritmo. Conjuntó su clase con la inteligencia para darle a «Guasón» los tiempos precisos para que recobrara el fuelle. Mató en
la suerte de recibir, la espada quedó trasera, el palco le perdonó el aviso y
marró el descabello, pero el toro ya muy quebrantado se echó. Le dieron dos
orejas de una generosidad extrema. Muchos querían que pidiera el sobrero. El
torero declinó la petición, parece que por falta de confianza en el toro de Victoriano
del Río que estaba en los corrales.
La lidia del toro de Victorino Martín fue el plato fuerte
de la tarde. Espléndido de hechuras, el toro se hizo dueño de la plaza. Recibió
un fuerte castigo en varas, asustó a los toreros apretando hacia las tablas, se
tornó gazapón, llevó siempre la cara por las nubes, hizo hilo con el torero y
acabó desparramando la vista. Un toro de Victorino con el que el único que
sacó pecho fue Juan José Trujillo.
Al torero de Alicante le vino ancho este animal. Es posible que la mayoría del
escalafón no le hubiera sacado partido, lo malo es que Manzanares apareció derrotado y sin recursos.
El que abrió plaza de Cuvillo tuvo posibilidades. Las
credenciales que mostró el lidiador fueron premonitorias. La faena tuvo pasajes
de buen toreo, pero no hubo profundidad, ni tandas largas, como tampoco se pasó
al toro cerca de su anatomía. Ya en este primero se puso en evidencia algo que
fue el denominador común de su tarde. El gran matador de toros, un cañón con la
espada, no apareció ayer por Sevilla. Es posible que la mano anduviera
lastimada, la realidad es que se perfiló siempre muy lejos y salvo la estocada
al sexto, trasera e imperfecta, nunca acertó en la suerte suprema.
El toro de Garcigrande, segundo, fue una mole
descastada que se apagó pronto. Estuvo afanoso, aguantó parones y sufrió un
desarme inoportuno.
Pasado el amargo trance del toro de Victorino todo entró en
bancarrota. El cuarto, de El Pilar, fue un inválido al que no
pudo torear. El quinto, de Toros de Cortés, fue otro tullido
que se fue a los corrales, para dar salida a uno de Juan Pedro. Fue un toro
vulgar, algo gazapón y con pocas fuerzas. La banda se sumó para animar pero
cortó pronto. Todo parecía hundido. La espada viajó de nuevo sin presteza.
La gente reaccionó, salió el bombón de Juan Pedro y pudo dejar
la impronta de su calidad. Fue un buen final que no pudo paliar una tarde de
enorme desencanto, en parte por el juego de los toros, pero también porque el
de Alicante solo se pareció al torero conocido en el sexto. El postre fue
bueno, pero la indigestión fue de las grandes.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Núñez del Cuvillo,
bueno: Garcigarnde, descastado; Victorino Martín, complicado; El Pilar, muy flojo; Juan Pedro (sobrero), flojo y descastado,
y Juan Pedro Domecq, noble. Minuto
de silencio por Dolores Aguirre.
Saludaron en el tercero Juan José
Trujillo (música) y Luis Blázquez.
En el quinto, Curro Javier, Luis
Blázquez y Trujillo por su
lidia.
José María Manzanares, celeste y oro, estocada trasera y
atravesada (saludos). En el segundo, media tendida y dos descabellos (saludos
tras aviso). En el tercero, dos pinchazos, media atravesada, pinchazo y
estocada trasera y dos descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto,
pinchazo y media contraria (silencio). En el quinto, dos pinchazos y estocada
tendida (silencio). En el sexto, estocada trasera y descabello (dos orejas).
Plaza de toros de Sevilla. Sabado 13 de abril. 4ª de Feria. No hay billetes.
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