Luis Bolívar y El Juli se negaron a sí
mismos la puerta grande y seguramente la opción de trofeo ferial con
ejecuciones lamentables de la suerte suprema. Diego González protagonizó una
gesta.
Luis Bolívar
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JORGE ARTURO DÍAZ
Burladero
América / Colombia
Fotos: EFE
Los herederos de Ernesto Gutiérrez,
enviaron un encierro atípico. No conformaban precisamente un retrato de familia
estos seis con su disparidad. Cuernas, Caras, cuerpos y sobre todo modos, no
hablaban de aquellos famosos Gutiérrez
que derrochan nobleza y fondo en Manizales. Hubo en alguno, quizá en el mansito
dócil de la increíble vuelta, un aire lejano, pero bravura, ni por el forro
Señor presidente, por favor, hay otras formas de halagar los ganaderos sin
demeritar a nadie.
Afortunados estuvimos, pues ahora que Valencia,
Madrid y quizá Sevilla no podrán ver al Juli, nosotros, por acá tan lejos,
vimos tres; el gran maestro, el novillero hambriento y una sola figura
verdadera. Sólo eso pagaba la corrida. El milagro lo propició la diametralidad
antagónica de su lote. Un pastueño desganadito al que comenzó a hipnotizar con verónicas, chicuelinas, medias, orticinas,
cáleserinas y largas, y terminó
esclavizando con una muleta que parecía mágica pues lo hacía circular alrededor
de su estatua, y lo regresaba por donde parecía imposible. Dele que dele, y la
plaza que se caía. Lo que hace El Juli con el toro no lo hacen los
demás sin el toro. !Por esta! Con dos
molinetes y uno de pecho lo igualó,
lo pinchó tres veces y sin estoquear le dio con la cruceta tres más. !Ah?
El otro Juli apareció con ese quinto huido,
manso de solemnidad. Cualquier otro le pega par doblones y una estocada sin que
nadie le pueda chitar. Pero este no es cualquier otro, es El Juli, y como empeñado
en que aún el peor de los toros tiene lidia y triunfo, tiró para delante, y
cual maletilla hambriento en una capea de la oportunidad, le buscó y le buscó
la cara, largamente, sin descomponerse, y le arrancó y le arrancó pases a pares
y a ternas. La banda rendía honores a la torería y la muchedumbre bramaba. Era
el triunfo imposible. Estocada trasera subcutánea y tres descabellos.
Dos Bolívar
también vimos, y por similares razones. Al tercero, noble, aunque poco pronto y
con un tris de aspereza le prodigó un recital de capa en el cual brillaron más
cuatro cacerinas y una revolera para colocarlo exacto en suerte
de varas. Derechas y naturales
ligadas en redondo y en círculos de noria, martinetes, flores, firmas, pechos etc, etc. en medio de
una escandalera de órdago. Era otra vez el triunfo ahí, a la mano, y como para
no ser menos que su padrino, medio estoque, tres yerros con el descabello, y
encima, el palco viene y, sin que nadie se lo insinuase siquiera, se saca de la
manga esa insólita vuelta para el
mansurrón. Hágame el favor.
Y con el sexto, manso y medio, pues, qué más, pura
y terca vehemencia apresando al estulto en la muleta para que no viera escape y
se moviera en órbita tras ella, una y otra y otra vez, y el paisanaje a mil, con pasodoble y todo.
Estocada y la única oreja.
Diego
González, frente al peor lote, ambos mansos broncos. Anduvo aseado,
correcto, impecable tal vez, hasta que nadie sabe por qué se apresuró a pinchar
sin igualar y los paisanos se le enojaron. Porque la espada ha sido su cruz.
Media, otra honda, y un aviso. Al primer lance el sexto le corneó. Por la
tronera de la seda se veían la sangre y el boquete de la herida. No se dejó
llevar. Así mermado, sereno, luchó al unipase contra la adversidad, pero ahora
con una comprensión que antes le habían mezquinado. Dos en hueso y una espada
contraria y delantera. Cruzó el ruedo hacia la enfermería bajo una ovación.
El encierro tuvo menos virtudes que defectos pero
pese a ello la tarde se llenó de torería y de pronto se hubiese llenado también
de orejas. Al final, la suerte suprema dictó sentencia. Para eso es suprema.
FICHA
DEL FESTEJO
Plaza
de Cañaveralejo. 6a de feria. Sol y viento. Casi lleno. Seis toros de Ernesto
Gutiérrez, disparejos de presencia, dos bajos de raza y cuatro mansos.
Vuelta al ruedo al 3o, palmas al 2o y pitados los otros.
Diego González, silencio tras aviso y palmas.
El Juli, saludo y saludo.
Luis Bolívar, saludo y oreja.
Incidencias: Diego
González corneado por el 4º al recibirlo de capa, después de lidiarlo y
matarlo, pasó a cirugía con una cornada en el tercio superior del muslo
derecho.
Diego González
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