miércoles, 5 de diciembre de 2012

Rafael Puga Castro el antes y después del toreo en Perú


Víctor José López “EL VITO”, desde Lima

El Perú es la carta de triunfo que puede jugar, con toda confianza, el movimiento taurino mundial en la búsqueda de la declaración de la UNESCO a los Toros como Patrimonio Intangible de la Humanidad. Y este logro tiene un nombre, el matador de toros Rafael Puga Castro.

Este torero, el más importante de todos los coletas profesionales del Perú, tiene una vida profesional de bajo perfil, pero reconocida a los más altos niveles del toreo. Hijo y hermano de personajes de gran influencia política, ganadera y económica se vio arrinconado cuando el dictador Velasco Alvarado tomó el poder.

El general Velasco Alvarado (1968-1975), antecedente continental a Hugo Chávez, se dedicó a quebrarle el espinazo a la propiedad privada durante el negro período de su revolución que hundió al Perú como ahora está hundida Venezuela. Puga Castro como miles de jóvenes emprendedores, fue desplazado de los cuadros de producción agropecuaria, como técnico de probado éxito.

Rafael Puga no buscó escondite ni se expresó con lamentos, y como sabía torear buscó el camino del torero profesional. Había sido el único becerrista, y fue el único novillero en cortar un rabo en Acho. Más tarde cortaría otro como matador de toros en la plaza más importante de América.

Viajo a España apoderado por la Casa Dominguín, hizo contacto con Antonio Ordóñez, de quien tenía las formas de su expresión artística y regresó a Lima convertido en matador de toros. Puga se hizo el amo del toreo en el Perú, como el más completo de todos los que existían y existieron antes que él.

Pero el toreo en el Perú no es sólo Lima, tampoco Acho. Acho y Lima son escenarios importantes, son junto a México los más importantes y respetados de América. En el Perú la Fiesta de los Toros vive y es parte de la cultura de los peruanos en el interior del país. En la actualidad se celebran 453 espectáculos taurinos, que comparados con los 10 que se organizan en Acho, entre las corridas para la Feria del Señor de los Milagros, uno que otro festival, las novilladas y pare usted de contar son insignificantes en número aunque muy representativos de la catadura de la afición limeña, muy importante.

El carácter vocacional de Rafael Puga le impidió participar en el sincretismo taurino que él encontró en el Perú cuando alcanzó el rango de matador de toros, y el reconocimiento de los más destacados maestros del toreo con los que compitió en Acho. Puga se dispuso participar en las corridas de toros a la peruana, en la sierra, en las capitales, en la selva, pero imponía cómo debían realizarse. Lo primero que hizo fue imponer el caballo, que se picaran los toros. Impuso el respeto a la jerarquía de los rangos y sembró, pueblo por pueblo, año tras año sin restarle personalidad e identidad a los toros a la peruana.

Hoy los venezolanos entendemos por los resultados que tenemos de nuestros toreros la importancia de lo realizado por Rafael Puga, entre estos está la hechura del más esperanzador de toros: Jesús Enrique Colombo. Y están los muchos toreros criollos que buscan los horizontes en la nación hermana para hacerse de un oficio.

Hay que destacar que todo  lo logrado no ha sido fácil. Y no lo ha sido porque Rafael Puga Castro tuvo como principales opositores a su proyecto a los aficionados más ortodoxos, que en realidad eran los mejores aficionados taurinos de Lima, los ganaderos y los propios profesionales del toreo que no entendían lo que sí veía claro Rafael Puga, el Perú que hoy es la carta de triunfo que pudieran poner sobre la mesa las organizaciones taurinas que en América y en Europa intentan blindar la fiesta de los toros contra las peligrosas embestidas de los antitaurinos.

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