Víctor José
López “EL VITO”, desde Lima
El Perú es la carta de triunfo que puede
jugar, con toda confianza, el movimiento taurino mundial en la búsqueda de la
declaración de la UNESCO a los Toros como Patrimonio Intangible de la
Humanidad. Y este logro tiene un nombre, el matador de toros Rafael Puga
Castro.
Este torero, el más importante de todos los
coletas profesionales del Perú, tiene una vida profesional de bajo perfil, pero
reconocida a los más altos niveles del toreo. Hijo y hermano de personajes de
gran influencia política, ganadera y económica se vio arrinconado cuando el
dictador Velasco Alvarado tomó el poder.
El general Velasco Alvarado (1968-1975),
antecedente continental a Hugo Chávez, se dedicó a quebrarle el espinazo a la
propiedad privada durante el negro período de su revolución que hundió al Perú
como ahora está hundida Venezuela. Puga Castro como miles de jóvenes
emprendedores, fue desplazado de los cuadros de producción agropecuaria, como
técnico de probado éxito.
Rafael Puga no buscó escondite ni se expresó
con lamentos, y como sabía torear buscó el camino del torero profesional. Había
sido el único becerrista, y fue el único novillero en cortar un rabo en Acho.
Más tarde cortaría otro como matador de toros en la plaza más importante de
América.
Viajo a España apoderado por la Casa
Dominguín, hizo contacto con Antonio Ordóñez, de quien tenía las formas de su
expresión artística y regresó a Lima convertido en matador de toros. Puga se
hizo el amo del toreo en el Perú, como el más completo de todos los que
existían y existieron antes que él.
Pero el toreo en el Perú no es sólo Lima,
tampoco Acho. Acho y Lima son escenarios importantes, son junto a México los
más importantes y respetados de América. En el Perú la Fiesta de los Toros vive
y es parte de la cultura de los peruanos en el interior del país. En la
actualidad se celebran 453 espectáculos taurinos, que comparados con los 10 que
se organizan en Acho, entre las corridas para la Feria del Señor de los
Milagros, uno que otro festival, las novilladas y pare usted de contar son
insignificantes en número aunque muy representativos de la catadura de la
afición limeña, muy importante.
El carácter vocacional de Rafael Puga le
impidió participar en el sincretismo taurino que él encontró en el Perú cuando
alcanzó el rango de matador de toros, y el reconocimiento de los más destacados
maestros del toreo con los que compitió en Acho. Puga se dispuso participar en
las corridas de toros a la peruana, en la sierra, en las capitales, en la
selva, pero imponía cómo debían realizarse. Lo primero que hizo fue imponer el
caballo, que se picaran los toros. Impuso el respeto a la jerarquía de los
rangos y sembró, pueblo por pueblo, año tras año sin restarle personalidad e
identidad a los toros a la peruana.
Hoy los venezolanos entendemos por los
resultados que tenemos de nuestros toreros la importancia de lo realizado por
Rafael Puga, entre estos está la hechura del más esperanzador de toros: Jesús
Enrique Colombo. Y están los muchos toreros criollos que buscan los horizontes
en la nación hermana para hacerse de un oficio.
Hay que destacar que todo lo logrado no ha sido fácil. Y no lo ha sido
porque Rafael Puga Castro tuvo como principales opositores a su proyecto a los
aficionados más ortodoxos, que en realidad eran los mejores aficionados
taurinos de Lima, los ganaderos y los propios profesionales del toreo que no
entendían lo que sí veía claro Rafael Puga, el Perú que hoy es la carta de
triunfo que pudieran poner sobre la mesa las organizaciones taurinas que en América
y en Europa intentan blindar la fiesta de los toros contra las peligrosas
embestidas de los antitaurinos.
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