El saludo premia la espectacularidad de Antonio Ferrera
pero subvalora una muy significativa faena de Javier Castaño. Paco Perlaza no
se acopló del todo. Rico encierro de Eduardo Estela.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
Foto: EFE
Puerta
de Hierro, echó seriedad, pinta, púas, líneas, capas y
poder. En domecq, dos burracos, dos negros y dos castaños, exhibieron también un
muestrario de talantes. Dos mansos broncos (primero y tercero). Un encastado
bravucón (segundo). Dos bravos (cuarto y quinto). Un flojo soso (sexto).
Corrida para ser leída por aficionados, porque hizo una curva emocional. Empezó
abajo, Javier Castaño la elevó al cenit con el difícil tercero, y declinó al
final por la incompetencia del último toro.
Debutaba el de Cistierna, y se lo tomó en
serio. Despreciando las infames maneras del carbonero
que suelto correteó, se escupió del peto y hasta coceó. Brindo Javier a la
concurrencia, se tiró de rodillas, y aguantó el imprevisible galope con dos
redondos, tres por alto y el de pecho. La plaza que venía de capa caída
explotó. El valor verdadero es la moneda del toreo. Dos tandas de riesgo,
aguante y mando, la última de seis apuestas. La gente ya era suya, y el toro
con sus cerreras incertidumbres, no lograba más que avalar, ameritar una faena
larga, estoica, lidiadora, en la que el torero lo ponía todo. Ya en tablas,
inmediaciones de toriles, una estocada recibiendo, aguantada y toreada, total,
aunque levemente desprendida, fue ignorada y mal pagada con una ovación
mezquina. No, no, no. Trató de refrendar con el imposible sexto, al que mató de
lento volapié y descabello, y las palmas de adiós fueron un "mea culpa" y una invitación
al regreso.
Antonio Ferrera, se las vio primero con un
cuajado manso malas pulgas, y luego con un gran toro. Con el uno, que no se
dejó picar, vivió un drama, ofreció banderillas y se las rechazaron, dudó y
contra la oposición vulgar se lanzó a la erizada cuna en dos pares vehementes
que valieron mucho. Después bregó sin esperanza pero con entereza, y pinchó dos
veces antes de una muerte tarda. La ovación en los medios fue justa.
Con el otro, «Islero», el cuarto, castaño, careto, codicioso, repetidor y franco
que atacó alegre, al galope, capas, caballo, banderillas y muleta, estuvo
superior en el segundo tercio. En los otros dos, el toro. Pese a la música, que
le negaron a la gesta de Castaño, y al jaleo, el trapo no templó lo merecido ni
tampoco la quietud ni la ligazón. Se imponía muerte lujosa, y tampoco. Dos
pinchos, una espada honda ineficaz y un descabello precedieron el aplaudido
arrastre.
Paco Perlaza, no estuvo mal, pero bien
tampoco. Ha tenido mejores momentos, muchos. Por eso lo digo. En uno de ellos
se hubiese llevado las orejas del enrazadísimo quinto. Pero no le pudo, lo
intentó, le arriesgó, pero no logró tomar el mando. Par agujas veletas y una
codicia fiera imponían, pedían papeles. El caleño no desistió, no se arrugó,
más tampoco logró imponerse. Clavó el estoque pasado y algo tendido,
requiriendo cruceta. La gente premió al bravo. Gustó más, por valiente con el
segundo, bravero sin esencia al que plantó cara, sin embargo tocó en hueso tres
veces, antes de media lateral y una espada completa silenciadas
El día que todos los toros salgan, "toreables", fáciles, iguales,
esto se acaba, porque su encanto nace precisamente de la imprevisibilidad, de
la variedad de la verdad que los convierten en alegoría de la vida. Esa fue la
riqueza de la corrida hoy, que debe tener hablando hasta por los codos a los
aficionados.
FICHA
DEL FESTEJO
Plaza de Cañaveralejo. 3ª de feria. Noche de luna. Media
plaza.
Seis toros de Puerta de Hierro, con bella lámina, seria
catadura y juego diverso, bravos 4o y 5º, aplaudidos.
Antonio Ferrera; silencio y saludo.
Paco Perlaza: silencio y silencio.
Javier Castaño: saludo y palmas de despedida.
Incidencias: Saludo "El
Popis" dos veces; tras parear al 3º, y tras parear al 4º.
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