Antonio Ferrera y Luis Bolívar,
español y caleño, marcaron las cumbres de una noche en que la
diversidad de los fuentelapeña premió a unos y castigó a otros. También puntuó
Javier Castaño.
JORGE ARTURO DÍAZ
Burladero América / Colombia
CALI
(Colombia).-
Los poco amenazantes parladés de Fuentelapeña, fueron a los caballos,
se movieron en los dos primeros tercios, pero todos, desfallecieron, todos
fueron a menos, más no lo suficiente para impedir que se toreara bastante, que
pasaran muchas cosas, que la banda trabajara en forma, o que la gente se lo
pasara bomba. Cinco orejas, con petición encendida de otras que hubiese podido
ser segunda del tercero y una del sexto, dejan una pregunta ¿Qué hubiese pasado
entonces de haber tenido fondo el encierro?
Enciclopédico Antonio Ferrera, repertorio de la “A” a la “Z”. Monopolizó toda la lidia, todos los tercios, todas
las suertes. Paro de capa, picó de ovación, se hizo el quite a sí mismo, puso
tres pares de escándalo, con galleo y pataleo, pasó de muleta y puso la plaza
en estado de soponcio, hasta que Marañal
(casi toro) aguantó. Luego lo rodó con una estocada plena, pelín caída,
arrancándole las orejas en medio del bullicio desaforado.
Magistral Bolívar. Volvía Luís Bolívar
al ruedo que lo alumbró para la fiesta, y fue como el contrapunto de Antonio. Aplomado, vertical,
ceremonioso, solemne, desde las verónicas hasta la estocada recibiendo, dictó
una cátedra de etiqueta torera. Sembrado, sobrio, lento, templado, mandón y
clásico, no se permitió un dislate pese a la renuncia entablerada del capacho
cuando la descocada petición de indulto ya
tomaba fuerza. Menos mal. La plaza vibró con él (su preferido), de
principio a fin, y las dos orejas fueron solo una parte de la tremenda rumba
que armó.
Otro que con menos material también
tocó pelo fue Javier Castaño.
Superando más alto grado de dificultad
por las incertidumbres del blando y defensivo tercero, mandó y ligó. Más
por naturales que por el otro lado. Eso vale. El mansurrón saboteaba y la
muleta ordenaba. La parroquia comulgó con el dogma fundamental; torear es
imponer la voluntad, y el leonés remató
insólitamente. Citó para recibir de muy largo, de tercio a medios, aguantó el
viaje y ejecutó una estocada suprema. Eso solo valió de sobra la oreja. Le
pidieron duro la otra pero el palco ignoró la faena.
David
Mora
opuso maneras, buen gusto, decoro, a las asperezas, coladas y blandeos del
sexto. Muy por encima de todo eso, ganó para sí gargantas y cobres, el festival
terminaba en fiesta con él, pero pinchó, sin estoquear descabelló, y el palco
se la pilló desatendiendo la petición de pelo que paró en vuelta rápida.
El otro paisano, Paco Perlaza, se abrió de capa ganoso y pinturero por delantales, medias, miguelinas, caleserinas
y serpentinas. Ya paño en mano y
rodillas en tierra puso rumbo al triunfo, sin embargo “Simpático” se tornó antipático, bronco, geniudo, revoltoso dijo
que no, y la cosa se derrumbó hasta una estocada chalequera y un saludo de
consolación.
Ivan
Fandiño,
una de las cartas fuertes de la empresa en la cartelería, llegó enfurruñado y
se fue peor. El suyo fue impotable, cierto. Hizo bien en abreviar, también. Fue
injusta la gente al pedirle que alargara el tedio, no hay duda. Pero eso no era
razón para matar tan mal como mató. Saliéndose de la suerte, ante unos pitones
de festival, para poner un pinchazo y una estocada en guardia. Por favor. Por
favor.
Los festivales son para pasar bueno,
para divertirse, para mostrar cosas que no se hacen con el toro íntegro. Con
menos rigor pero con límite. Este llenó eso requisitos, el orejerío, que
hubiese podido ser mayor donde Usía no se tenga, lo dice por sí solo.
FICHA
DEL FESTEJO
Plaza
de Cañaveralejo. 4a de feria, festival. Noche cálida. Media plaza.
Seis
utreros de Fuetelapeña, disímiles de presencia y juego, 1º y 4º aplaudidos.
Antonio Ferrera, dos orejas.
Paco Perlaza, saludo.
Javier Castaño, oreja.
Luís Bolívar, dos orejas.
Iván Fandiño, pitos.
David Mora, vuelta la ruedo.
Incidencias: Saludaron “El Monaguillo” y “Chiricuto”
tras parear al 4º.
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