Bastión en la
defensa de la Fiesta en Francia, propone la creación de una denominación de
origen en las ganaderías de bravo que reúnan los requisitos necesarios.
FRANÇOIS
ZUMBIEHL
PARÍS.-
En el argumentario presentado para la inscripción de
la corrida en la lista del patrimonio cultural inmaterial de Francia, el tema
ecológico ha tenido un impacto importante. Se ha insistido en el hecho de que
el toro bravo vive en libertad durante cuatro años, bajo una mínima vigilancia
del hombre, en espacios extensivos que preservan la fauna y la flor salvajes,
que él mismo es un compendio casi perfecto de la alianza entre naturaleza y
cultura, y que la Fiesta está basada en el respeto y el mantenimiento a toda
costa de su condición de animal bravo, es decir de origen salvaje.
Pues bien, viendo los resultados de la última
temporada, donde en demasiadas ocasiones los toros de las figuras, en el mejor
de los casos, «se dejan», uno se
pregunta dónde va a parar la pérdida de casta. Uno se pregunta además si las
condiciones de cría de este ganado corresponden a lo que ha sido mencionado en
la ficha francesa, o si ya se trata de una presentación idílica de la realidad,
salvo muy honrosas excepciones.
Es obvio que cada vez más vivimos en una
sociedad donde impera la rentabilidad, donde también la apariencia a los ojos
del consumidor prima sobre el fondo. Como los melocotones con sus colores
relucientes, los toros tienen que impresionar por su tamaño, su peso – lo que
descarta muchos encastes antiguos - y sus pitones astifinos. Luego viene la
incógnita del sabor para los unos, y de la casta para los otros. La
rentabilidad se impone asimismo al espectador y al torero, por lo menos al que
se encuentra en condiciones de hacer prevalecer su criterio, y eso exige que el
toro colabore inmediatamente, que no ofrezca casi resistencia, que no haga
perder tiempo con los tanteos de la lidia, y que permita el número suficiente
de pases como para cortar orejas, lo cual da fe al público-consumidor que no ha
perdido el dinero de la entrada.
La rentabilidad también se impone al final a
muchos ganaderos y les lleva a reservar para su ganado cercados cada vez más
reducidos, ahorrando de esta manera espacios para actividades más productivas
que el pasto, y por supuesto a colocar fundas a los toros para que no se
estropeen los pitones y no se pierdan animales por ser heridos o muertos en las
peleas del campo.
Resultado de las manipulaciones
¿Cuál es el resultado de todas estas
manipulaciones, que se juntan con las que imponen los reglamentos sanitarios
exigidos por Europa, y con las que sirven para fortalecer las patas de los
animales debilitados por no tener ya la posibilidad de recorrer a su aire
amplios espacios? Pues que el toro bravo, por su imagen –¡nada más feo y contraproducente para el significado de la Fiesta y su
valor ecológico que ver a estos animales enfundados y acorralados! –, por
su convivencia acentuada con el hombre y me temo que por su comportamiento,
está cada vez más cerca del animal de granja que del animal salvaje.
Si de verdad queremos preservar el equilibrio
fundamental de la tauromaquia y defender la idea que constituye, más allá de
las consideraciones económicas, un auténtico patrimonio cultural, todos tenemos
nuestra responsabilidad. Los toreros tienen que considerar el medio y no sólo
el corto plazo en sus exigencias en cuanto al ganado. ¿Vale la pena acumular
tantas tardes grises con toros descafeinados, sobre todo cuando uno es torero
de poder y podría triunfar clamorosamente con animales más encastados? A los
aficionados conviene aprender o reaprender a asumir las incertidumbres
inherentes a la Fiesta, saber aplaudir a los toreros que lidian de forma
decorosa incluso cuando el toro no les permite estar lucidos.
Tienen que aceptar también que los pitones
estén a veces astillados o ligeramente estropeados precisamente porque están
intactos y porque estos defectos se deben únicamente - ¡no seamos mal pensados!
- a las vicisitudes naturales del campo. ¡Un cuerno astifino puede ser tan
artificial como las uñas largas y puntiagudas de algunas señoras!
De la tradición al negocio
Pero la responsabilidad mayor incumbe sin
lugar a dudas a los ganaderos. Merecen el respeto de los otros profesionales,
de los aficionados, y la protección al mismo tiempo que la vigilancia de las
autoridades autonómicas y estatales. Y ahí se me ocurre que hay que marcar una
clara diferencia entre los que buscan ante todo el negocio y los que tratan de
mantener hasta el límite de lo posible la tradición ganadera en toda su
autenticidad.
¿Por qué no pensar en distinguir a estos
últimos, si cumplen con los requisitos marcados por la autoridad en
concertación con los profesionales, con una señal comercial comparable, en el
campo de la agricultura y de la viña, a la «denominación
de origen» o a los «productos
biológicos», algo como «ganadería
dedicada a la cría ancestral del toro bravo»? Claro está, tal denominación
deberá ser tomada en cuenta por los empresarios y por el público, comunicada a
las autoridades europeas para conseguir dentro de lo posible dispensas en las
innumerables obligaciones sanitarias, y, desde luego, corresponder a un precio
mínimo obligatorio, a convenir, para la compra de dicho ganado. Este precio
debería, en particular, integrar el porcentaje de pérdidas de animales en el
campo, del mismo modo que la venta del pescado fresco – por eso es más caro que
el congelado – integra el porcentaje de pescados que resultan inaptos para el
consumo.
Equilibrio entre naturaleza y cultura
Por supuesto, estos no son más que los
principios de base para preservar, como lo he dicho antes, el imprescindible
equilibrio entre naturaleza y cultura, fundamento a mi modo de ver de la cría
del toro bravo. Luego viene todo el trabajo de selección y de determinación de
los criterios por parte del ganadero. A este respecto sueño con una Fiesta en
la que el toro vuelva a ser el protagonista, con ferias en las que el
empresario elija las ganaderías ateniéndose a las exigencias de los públicos y
después contacte con los toreros interesados en matarlas…
Estas propuestas pueden ser tachadas de
ingenuas o utópicas, molestar a algunos profesionales, bien lo sé. ¡Ojalá estimulen otras propuestas mejores
aún! En los toros, como en la vida, hay que arrimarse y adelantar la pierna
para tener futuro. / Diario ABC de Madrid
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