PACO AGUADO – altoromexico.com
Y no es precisamente Leo Messi, después de batir el record goleador del Torpedo Muller. Este es otro tipo de "torpedo",
que diría el maestro Chiquito de la Calzada, y no "de la pradera" sino de la
pampa: el ínclito Leo Anselmi, que
anda estos días roneando de sus conquistas americanas en un vídeo que circula
por la red.
El arcángel del animalismo, venido arriba tras
su "triunfo" catalán, ha
seguido después trabajando en firme por América. Y se jacta ahora del fruto y
de los efectos de sus repetidas estrategias por los países taurinos del nuevo
continente, de los réditos de tanto dinero bien invertido en los despachos y en
los medios.
Tienen sus pretenciosas declaraciones un
tufillo de mal entendido bolivarismo, una mezcla de chavismo refinado y de
progresía barata y engolada, envuelto todo en un foulard de artesanía indígena.
Parece, por la manera en que se envanece, como
si el pibito se hubiera dado una vuelta por la convulsa América liberando
animales, como si al Che Guevara que
la recorrió en moto empapándose de realidad le hubieran disfrazado de moñas de
la corrección política y la moralina, con los mismos anteojos de los que le
ponen gabardina a los perros.
Presume Anselmi
de tener controlada la situación en Ecuador, en Venezuela, en Perú, en Colombia
(aunque en Bogotá se puede llevar pronto una apabullante decepción), en base a
las leyes que van dictando, y nunca mejor dicho, los políticos con los que
tanto se ha visto años atrás. Y hasta se permite el lujo –no se si con
impunidad– de relacionar a los ganaderos colombianos con el narco y los
paramilitares.
Tan venidos arriba están ahora él y sus
secuaces que, como si su obsesión antitaurina ya se les quedara pequeña, se han
inventado nuevas causas delirantes, como la de salvar de la "esclavitud" a los caballos de
tiro y, aún más alucinante, erradicar la pirotecnia de las ciudades porque el
ruido de los cohetes molesta a los perritos. Sería digno de verles diciendo eso
por las calles en las próximas Fallas de Valencia…
La cuestión es que siguen trabajando y que el
demagogo argentino se sigue anotando tantos en las canchas americanas frente a
las débiles defensas de un equipo taurino que sigue sin "entrenadores" que le marquen las estrategias. En
América, como en España, las gentes del toro ejercen como desesperados
apagafuegos ante los incendios provocados por pirómanos conocidos y
previsibles.
Pero la Fiesta sigue. A pesar de todo, sigue.
Y las figuras españolas vuelven a volar a las grandes ferias para ayudar a
mantener viva la pasión, aunque no parece que sean plenamente conscientes de lo
que eso significa, de la verdadera responsabilidad de su situación de
privilegio.
Es cierto que varios toreros, pocos, se han
hecho presentes por allí para intentar defender el rito en las altas instancias
o para avalarlo con su presencia en las zonas en conflicto. Pero además de
predicar hay que dar trigo, y defender el toreo con el ejemplo diario, con
autenticidad en el ruedo y ante el toro.
No fue eso lo que sucedió con el cartel
estrella de la feria de Lima, ante ese impresentable encierro de Rafael
Puga con el que se anunciaron nada menos que Ponce, Juli y Manzanares.
O lo que pasa con las menguadas corridas con que se ven los españoles cada
domingo de Temporada ¿Grande? en la Plaza México.
Aun contando con las difíciles circunstancias
de la cabaña de bravo en América y los patentes problemas de los ganaderos para
reunir encierros parejos y con cuajo –en México apenas saben unas semanas antes
sin van a lidiarlos o no–, no servir de nada decir una cosa en los despachos y
hacer otra en la arena. Y más si, como parece, algunas de esas figuras
pretenden hacer campañas más amplias a ese lado del Atlántico para escapar de
la crisis que se desborda en esta orilla.
Cuidemos América. No sea que, a base de
decepcionar al público y de devaluar el espectáculo, la próxima vez que
tengamos que defender las corridas con muerte del toro haya que irse no a
Latacunga sino a La Petatera
mexicana, o a montar la portátil Torokuna
por las cuestas los Andes.
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