El doctor del torero habla sobre una recuperación que avanza en el campo
Dramáticos momentos se vivieron poco menos de un año en Monterrey, donde por poco a José Tomás, una grave cornada en la femoral y safena, le lleva la vida. Foto: EFE |
ISMAEL DEL PRADO / Diario La Razón de Madrid
Médico personal de José Tomás, Rogelio Pérez Cano se ha convertido en los últimos años en el ángel de la guarda, hecho carne y hueso, del actual mito del toreo. Trascendida la estricta Medicina, el vínculo profesional ha dado paso a la amistad más íntima. Desde ambas perspectivas, la clínica y la humana, nadie mejor que el galeno conoce la situación del anhelado Mesías de la afición.
– ¿Cómo conoció al maestro de Galapagar?
Creo que fue en 2009, poco antes de que toreara en Sevilla, aquella famosa temporada en la que actuó tres tardes en La Maestranza. Desde entonces, comenzó a mezclarse lo profesional con lo personal, que han seguido de la mano estos años, aunque no haya trascendido a la luz pública hasta el percance de Aguascalientes.
– Convivir junto a José Tomás da para muchas tardes de gloria, pero también para bastantes cornadas...
De hecho, nos conocimos en una consulta antes de esas tardes en Sevilla. Tenía una fractura en el hombro derecho y me pidió que hiciera lo que fuera, pero que tenía que vestirse de luces como fuera. Salió a hombros esa tarde y la siguiente, la tercera también debía, pero una cornada en el muslo le privó de ello. Luego, vinieron otras en Madrid, El Puerto de Santa María, Jerez... Todas cogidas graves, pero ninguna como la de Aguascalientes, allí se le iba la vida a borbotones.
– ¿Calificaría esta cornada su reto más complicado como médico?
Por supuesto, ha sido lo más difícil que he vivido en mi trayectoria profesional. Temimos seriamente por su vida. Fue milagroso que José Tomás saliera adelante de aquella situación, porque lo agarramos por los pelos del abismo de la muerte. Su caso cumple más que ninguno aquello de que los toreros están hechos de otra pasta.
– ¿Cuál es su estado actual?
Atravesamos la tercera fase de su recuperación, porque desde la cogida de aquel 24 de abril hay tres etapas bien diferenciadas. Después de la primera, allí en el hospital hidrocálido Miguel Hidalgo y la segunda, que empezó con su llegada a España, hace unas semanas comenzamos la tercera incorporando el campo a su rehabilitación.
– Habla de la llegada a España, sin duda, hubo un antes y un después de la operación que le hicieron para liberar el nervio crural.
Al aterrizar, nos centramos en recuperar la pierna izquierda, pero llegó un momento en que no había evolución. La extremidad se estancó y optamos realizar una cirugía exploradora. Hablé con el torero y decidimos asomarnos a ver por qué esa pierna no funcionaba.
– ¿En qué consistió?
Liderado por el traumatólogo Romero Toledo, un equipo formado por siete médicos estuvo otras tantas horas en el quirófano liberando todas las ramificaciones del nervio crural, que estaban abrazadas por cicatrices. El tejido estaba muy desgastado y se había pegado a la arteria femoral que amputamos en Aguascalientes. También se reparó el vasto interno. La intervención era muy delicada, pero fue un éxito, porque a los pocos días, el maestro, que estaba cojo, que ni siquiera podía extender la pierna, ya era capaz de moverla en toda su amplitud.
– A partir de ahí, ¿coser y cantar?
No tan sencillo, pero los avances desde entonces han ido siempre por delante de lo que yo esperaba. Evitar la atrofia muscular siempre tan propia del prolongado desuso se convirtió en nuestra prioridad. Su hermano, Antonio, ha sido clave. Es fisioterapeuta en Estepona y el matador acude todas las mañanas dos horas a su clínica para la rehabilitación, que combina con otras actividades que varían cada jornada -hasta completar unas ocho de trabajo- como natación, bicicleta, paseos, o toreo de salón.
– Y ahora también toreo en el campo...
Rehabilitar a un torero es diferente a cualquier recuperación. La tensión del tono muscular es distinta ante un astado por la emoción que pone en marcha su cuerpo. Debe estar alerta, preparado para reaccionar. Por eso, optamos por probar con los tentaderos, aunque sea con una becerra, esos mecanismos se activan. Simula la realidad de su profesión y, de paso, nos sirve para restablecer a José Tomás física y psicológicamente.
– ¿Satisfechos con el experimento?
Ha sido inmejorable. Todo está muy medido, nada improvisado. Escogemos desde el animal adecuado hasta la dureza del terreno que debe pisar. Dosificamos las visitas pensando en el resultado final, volver a verle torear en la plaza, y del que cada vez estamos más cerca, ya en la antesala a vestirse de luces. Sólo queda, poco a poco, aumentar el volumen del animal: matar primero al toro en el campo y luego en un ruedo.
– Esa «antesala», ¿es cuantificable temporalmente?
No se puede predecir. Las fechas las marca el cuerpo de José Tomás. Los tentaderos, por ejemplo, están acortando los plazos y ya está prácticamente rehabilitado. Va muy rápido, pero también podrían llegar curvas que alarguen el proceso. Entendemos que aficionados, empresarios y medios de comunicación están esperando a ver qué pasa con él, ya que la campaña está empezada, pero no queremos correr riesgos. Tal y como está ahora, creo que podrá volver esta temporada, ahí lo que sólo falta por poner es en qué mes.
– ¿Cómo le está encontrando delante de las becerras?
Prácticamente he ido a todos y le veo como siempre. Adaptado a sus limitaciones, pero impecable. Aunque sean reses más chicas, las distancias, los toques, las muñecas, los terrenos... sigue manejándolos igual que antes de la cornada. Pero, lo que más moral nos transmite es verle con el ánimo por las nubes.
– ¿Qué destacaría del día a día codo con codo con el espada madrileño?
Su enorme estabilidad emocional. No se ha venido abajo nunca y era tan fácil como humano que lo hubiera hecho al verse cojo a los 34 años. Sólo con una fuerza de voluntad y unas ganas de volver a torear como las suyas es posible lo que ha logrado en estos once meses. Ha sido muy metódico y comprometido con su propia disciplina, ésa ha sido su mejor medicina.
Los carteles, paralizados
Ninguna vuelta es tan esperada como la de José Tomás. Aunque el regreso apunte a Barcelona, los empresarios apuran para cerrar sus ciclos, pues contar con el de Galapagar, que limitará sus tardes en un año no muy extenso, es el bocado más apetitoso de 2011. Ya se han visto corridas de Cuvillo, Victoriano del Río o El Pilar. «Si reaparece queremos contratarle, más aún por ser una campaña especial y quizás la última antes de la prohibición», afirma su gestor, Antonio Matilla.
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