martes, 15 de marzo de 2011

FERIA DE FALLAS 2011 – PRIMERA NOVILLADA DE ABONO: Progresos destacados del francés Dufau

Dos distinguidos trabajos del novillero de Mont-de-Marsan. Una pizca de épica y mucho carácter de Juan del Álamo. Novillada desigual de Javier Molina.

Juan de Alamo esta tarde en el coso de la Calle de Xátiva. Foto: EFE
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de Javier Molina, de desigual condición. De mucha bondad cuarto y sexto; con temperamento el segundo. Nobles primero y tercero. Áspero un quinto reservón.
Thomas Dufau, de perla y oro, saludos y una oreja. Juan del Álamo, de carmesí y oro, una oreja y ovación tras un aviso. Jesús Duque, que debutaba en Valencia, de mostaza y oro, palmas tras aviso y una oreja tras un aviso.
Valencia. 3ª de Fallas. Un quinto de plaza. Nublado, frío, ventoso, muy desapacible.

BARQUERITO

La primera de las dos novilladas picadas de Fallas fue ésta del hierro de Javier Molina. De sangre Domecq por varias vías, fue novillada de variadas pero desiguales hechuras. De pobre trapío los dos primeros, sólo que el segundo de la tarde, negro zaino, largo y sacudido, de finos cabos, engatillado y brochito, sacó rabiosa gasolina, mercurial temperamento y cierta bravuconería, y entonces no importó tanto el escaparate como la recámara. Toro de sangre caliente, de no parar de pegar perdigonadas y chispazos pero de entregarse de pronto también. El primero, negro mulato, dócil y casi sedoso, justas las fuerzas, pareció, por contraste, de otro encaste.

Un tercero gacho –“desecho de tienta y defectuoso”, según viejo y preceptivo reclamo rescatado en los carteles oficiales de este año- que tuvo genio de partida pero se le acabó pasando; un cuarto colorado de notable bondad, probablemente sacado de semillas de Buenavista (juampedros de pata negra); un mulato quinto grandullón y embastecido que, distraído y frenado, arrolló, escarbó, pegó topetazos y se defendió cuando parecía atacar después de pensárselo; y un sexto jabonero –acarameladas las palas, rosado hocico, fina piel- que tuvo fondo rico y, además, bondad.

Se movieron los seis y no es que la movilidad fuera virtud del mismo peso en todos los casos, pero sirvió para mantener en vilo el espectáculo.

Lo duro, sin embargo, fue el frío. Tarde traicionera después de una noche de mucho llover y una mañana medio templada. Viento racheado, humedad, ni un minuto de sol en toda la corrida. Cayeron las temperaturas tras el cambio de las mareas y a partir de las 6 de la tarde costó estar en los toros. Fue, según vicio indesterrable, larguísimo festejo. De dos horas y bastante pico.

Favorecido por el reparto de toros, el francés Thomas Dufau fue el mejor librado de la terna. En cosa de un año Dufau ha progresado llamativamente. Valeroso como siempre, valor sereno –un pitón le rasgó la taleguilla al arrancar la segunda faena y ni mirarse- pero es que ha ganado en soltura y desenvoltura, en orden y cabeza, en saber estar en la plaza y dominar la escena. En sentido del toreo. Para manejar avíos: da gusto verle manejar el capote con variedad y pureza, parece no pesarle la muleta cuando templa viajes y los liga, con la espada ataca con rigor y es certero; y sentido también para colocarse sin encogerse ni afligirse. Ni un paso atrás. Así que hay nuevo torero francés en marcha. De Mont-de-Marsan.

Hermoso fue verlo respirar tan tranquilo con el buen cuarto de corrida cuando decidió torear en bucles y lazos del repertorio aquél de Dámaso y Ojeda. Eso fue lo que más convenció a la gente. La tendencia a descargar la suerte, instinto de torero en agraz; alguna rigidez de brazo. De novillero que lleva dos años circulando. Siempre en los medios, ni el viento lo descompuso; dos faenas sobradas y medidas. ¿Frío de cuello como tantos toreros franceses, y no franceses también? Ya se verá.

Juan del Álamo tuvo que torear en los momentos en que más enredó el viento y tuvo que bailar con la más fea: con el escocido chisporroteo casi torrencial del segundo de la tarde y con la resistencia del bruto quinto. Estuvo testarudo con éste y en faena poco pensada y porfiona; hizo un esfuerzo aguerrido y sacó sus recursos de torero campero con el otro. Cuando lo metió en cintura, la gente entró en calor, porque no fue sencillo. Contra viento y marea el trabajo, de gran tensión. Ganó la pelea este nuevo torero de Ciudad Rodrigo. Costó.

Es parte del programa que en Fallas debute un torero valenciano de la Escuela de la Diputación. Corrió con el papel un Juan Duque de la vinatera Requena. Torero nuevecito. Era su segunda salida con caballos. Manifiesta incompetencia con el capote, que utiliza como un parapeto; bastante más destreza con la muleta. En el toreo cambiado y en los remates de pecho; no tanto en el toreo en la suerte natural porque le falta el sitio que les sobra a Dufau o Del Álamo, por ejemplo. ¿Más corazón que cabeza? Sí. A porta gayola para saludar al sexto cuando el frío era ya de crujir los huesos, y tres largas sin volar a tiempo el capote, como en el toreo cómico. Dos estocadas de rara habilidad. Y felices los paisanos. Había en un tendido de sol unos mil y pico de Requena. Sólo por él. Y con él a muerte.

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