jueves, 31 de marzo de 2011

FERIA DE LA MAGDALENA EN CASTELLÓN – NOVILLADA DE FERIA: Una tarde brillante de Juan del Álamo

Dos orejas de un notable novillo de El Parralejo. Una faena de torero mayor y una cornadita leve en la pantorrilla Impresiona por su valor y sus recursos López Simón.

FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de El Parralejo (José Moya Sanabria), de buenas y variadas hechuras, y de distinta condición. Premiado gratuitamente con la vuelta al ruedo el segundo, que fue uno de los dos mejores. El tercero tuvo más fondo de bravo que el premiado. Bondadosos primero y cuarto. El quinto, bastote y mansurrón, y el sexto, llorón y descompuesto, fueron de otra manera.
Thomas Dufau, de violeta y oro, silencio tras un aviso y una oreja. Juan del Álamo, de blanco y azabache, dos orejas y saludos tras un aviso. López Simón, de blanco y oro, oreja tras un aviso y saludos tras un aviso.
Miércoles, 30 de marzo de 2011. Castellón. 3ª de feria. Primaveral. Un tercio de aforo. Herido leve por el quinto Juan del Álamo: puntazo corrido en el gemelo.

BARQUERITO

DE LAS TRES TARDES que lleva toreadas Juan del Álamo en 2011, ésta de Castellón fue la mejor. No redonda, porque el quinto novillo se le quedó debajo dos veces, las dos veces se lo echó a los lomos y en la segunda de ellas le pegó un puntazo en la pantorrilla; y porque con la espada no anda la cosa. Sin embargo, el primero de sus dos trabajitos fue bueno de verdad: por el dominio, el sentido de la improvisación, el primor, la autoridad, el sentido del temple.

La madurez del novillero cuajado: ligazón, colocación, sentido de la medida. Y expresividad, que fue la gota particular de esa faena. No sólo el desgarro y la buena técnica acreditados tantas veces. Algo más en este turno: ajuste del caro al embraguetarse, descaro en la media altura, encaje del caro también. La cara del novillo era de las de no-queremos-tragedias y no imponía más respeto que el preciso. Pero había que saber torear porque el toro se movió mucho, bien y pronto. Las tandas fueron abundantes –cinco ligados y el broche de pecho-, no se tomó ventajas el torero de Ciudad Rodrigo, hubo felices destellos de toreo de la tierra –el afarolado calmoso a lo Viti ligado con el de pecho al hombro contrario-, hubo poderoso toreo con la izquierda y hubo, en fin, pródiga ambición, saber estar, querer y poder.

La rabiosa faena dura del amargo mano a mano de Valdemorillo con Víctor Barrio el pasado febrero tuvo distinción y alma; la del díscolo novillo de Javier Molina de Valencia hace poco más de una semana fue faena de novillero capaz y poderoso; en ésta de Castellón brotaron detalles preciosos dentro de un conjunto de gran armonía. La faena, encendida pero no eléctrica, llegó casi desde el primer compás, la gente la jaleó con fuerza y la vibración tuco el don particular de las obras mayores. No importó que Juan cobrara una fea estocada tendida y delantera, y soltando el engaño al hacer la suerte de cualquier manera. Dos orejas. Le dieron la vuelta al ruedo al novillo. Estaría recomendado.

Al quinto novillo, que mugió sin consuelo y se quedó debajo más de manso que de malo, también le buscó las vueltas Del Álamo. Saber campero para, sobre embestidas rebotadas, dibujar con pulso; serenidad para aguantar engañosas embestidas al paso. Corazón, por tanto, y probado después de dos serias volteretas que dejaron teñido de sangre un precioso traje blanco y azabache, con golpes de rojo rubí en las hombreras, chaleco con oros, pañoleta negra, medias de espiguilla. Iba muy bien vestido el torero, que, además, pintó con el capote en un quite al quinto una revolera soberbia cosida con dos brionesas de rico temple, como pases de pecho.

No sólo fue Juan del Álamo protagonista. El madrileño López Simón cautivó a la gente con su valor mayúsculo. Una firmeza de verdad conmovedora por su arrojo y su arrogancia. De pie, de rodillas, de frente, de perfil, en los medios, en tablas. Y no ciego el valor sino que toreaban los brazos en todas las bazas. Con el bravo tercero, al que se trajo de largo sin empacho hasta tres veces y con el que, a pies juntos o a compás abierto, anduvo con rara facilidad. Compostura algo envarada en apariencia pero, luego, sueltos los brazos para poder lo mismo con ese tercero que pedía engaños templados, que con el sexto, descompuesto y berreón pero de pronto sometido, consentido y aguantado. Tampoco tuvo remate con la espada ninguna de las dos faenas. Pero esto fue como presentar López Simón las credenciales. En Valencia hace también diez días dejó probado su valor. Lo de Castellón fue algo más que valor.

Fría la gente como suele suceder en el primer acto de la función, no entró propiamente en la primera de las dos faenas del landés Dufau, de Villanueva de Marsan. Encajado, dispuesto y despegado, Dufau cobró con la izquierda muletazos buenos. Gustaron más las fruslerías –una tanda de tres molinetes ligados con otras tantas espaldinas- que el saber hacer en serio. Espoleado por el triunfo de sus compañeros de terna, se fue a porta gayola para recibir al cuarto con larga afarolada muy notable y quitar después por ajustadas tafalleras. Estaba el señor Curro Vázquez en el callejón –porque torean en la feria sus dos toreros, Morante y Cayetano- y Dufau tuvo el gentil detalle de brindarle la muerte de ese cuarto toro, que, ni bueno ni malo, se dejó traer y llevar en muletazos bien tirados y engañar en circulares cambiados y sin cambiar. Templada la espada del torero francés. Y soberbio el acierto con el verduguillo. Prueba de torero preparado.

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