Estar tarde la temporada se inaugura en Valencia con datos significativos: reducción de festejos, estancamiento del escalafón, uniformidad de ganaderías y modernización de plazas.
BARQUERITO
El ciclo de las grandes ferias se abre este año en Valencia con un abono de ocho corridas de toros, un festejo de rejones y tres novilladas. Sólo el año pasado, y en Fallas también, se celebraron en Valencia diez corridas. La reducción de dos festejos pretende en rigor ajustar oferta y demanda. Simón Casas, empresario de Valencia, calcula que en al menos cuatro y hasta cinco de las ocho corridas de este año se registrarán llenos de no hay billetes.
El primero de ellos, el sábado 12, en la apertura de abono, que coincide con la inauguración de una reforma de la plaza. Todas las localidades de tendido y de parte de las gradas cubiertas han sido reacondicionadas. La anchura de asientos y espacios entre filas se ha ampliado sensiblemente en aras de una mayor comodidad. Se han sacrificado 2.500 localidades, casi una sexta parte del aforo.
De los siete grandes circos taurinos españoles –que son, por orden de antigüedad, los de Sevilla, Zaragoza, Valencia, Barcelona, Pamplona, Madrid y Bilbao-, el de Valencia es el único construido en el siglo XIX: data de 1859. La plaza, de preciosa traza neoclasicista, ejemplo de construcción precisa, obra maestra de Sebastián Monleón, ha resistido sin daño toda clase de reformas menores sucesivas. Pero nunca había perdido aforo. Sólo la reforma de la plaza de Zaragoza supuso hace casi una década un recorte semejante. La reciente remodelación de gradas de la Maestranza de Sevilla ha supuesto un sacrificio mucho menor.
De modo que podrían detectarse en el arranque de temporada signos bien claros. De un lado, una crisis de la “monumentalidad”: la plaza de Madrid, bastante incómoda, está abocada a una reforma inminente y el ejemplo de Valencia cundirá entre los recintos taurinos de propiedad pública. De otro, la seguridad de que el número de festejos sufrirá en 2011 una nueva caída que puede superar el 5 por ciento como mínimo. En ferias como las de Castellón, Córdoba o Santander ya se ha anunciado una reducción de una corrida de abono. En 2010 ya redujeron Salamanca, Valladolid, Jerez de la Frontera , Jaén y San Sebastián. La economía del sector taurino se ha encogido por muchas razones, pero las señales son, como en cualquier otro sector del espectáculo, de tiempo de crisis: las licitaciones de plazas como Tudela de Navarra o Guadalajara han quedado desiertas por falta de concursantes.
A la vista de los carteles de las primeras grandes ferias ya anunciadas –las de Valencia, Castellón y Sevilla, la de Pascua que en Arles inaugura la temporada grande francesa el 22 de abril, o la de Olivenza (Badajoz), cita fiel para aficionados portugueses y de toda Extremadura, que arrancó el viernes 11 de marzo- se deja sentir otro dato sensible: la escasa renovación del elenco de grandes toreros de las ferias. Los tres de la terna del reestreno de Valencia –Ponce, Vicente Barrera y El Juli- suman cuarenta años de alternativa. Y la del día mayor de Fallas, el 19 de marzo, casi sesenta: Juan Mora, Ponce, que repite, y Sebastián Castella. Las dos corridas serán de lleno hasta la bandera.
Catorce de los veintitrés matadores anunciados en este abono de Fallas 2011 ya eran matadores de alternativa el año 2000. Ponce y Barrera torearon la corrida del 19 de marzo de 2001. Ponce y El Juli compartieron cartel sólo tres días antes.
La longevidad y la permanencia están seguramente en función de dos factores decisivos: en términos generales, y de un lado, la primacía en el toreo de la técnica sobre el riesgo; y, de otro, la unificación de encastes que ha reducido a casi mínimos el abanico de sangres de bravo. Con el toro de procedencia Domecq –cinco de las ocho corridas de Fallas, tres de las cinco de Castellón, ocho de las catorce de Sevilla, las tres de Olivenza, tres de las cinco de Arles- esa técnica torera ha acabado generando una estética propia y, de paso, un gusto y un canon dominantes.
Todo eso se ha traducido en una rivalidad de menor rango, que no excluye, sin embargo, una pelea secreta por estar en la cumbre. Morante y El Juli, estilos y conceptos distintos, son los dos toreros de marca mayor en este comienzo de curso. Sebastián Castella, ya consagrado, puede romper esta temporada en torero volcánico. Manzanares, Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante y Daniel Luque son, en distinto grado, los delfines llamados a ser el relevo de nombres más o menos gastados, perennes o sempiternos.
Se espera en Valencia con interés el juego de cinco ganaderías: las de Victoriano del Río –elegida para la reinauguración y eso es un honor-, Alcurrucén, Núñez del Cuvillo, Las Ramblas y Adolfo Martín. El runrún de Valencia en su semana grande de toros no podrá obviar el que puede ser tema del año: el pliego del nuevo concurso de la plaza de Madrid. Las tres últimas adjudicaciones pecaron de opacas y terminaron en pleitos y tribunales. Los tres pleitos los perdió, por cierto, el mismo empresario que se dispone a celebrar la modernización de Valencia: Simón Casas.
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