HORACIO REIBA
La columna en La Jornada de Oriente
Mi
reciente mención del diestro venezolano Curro Girón ha motivado un correo
remitido desde Maracaibo por don Julio Berneta. Este amable lector solicita
datos sobre la torería de su país, especialmente los referidos al paso por
México de sus toreros. Ya nos estábamos tardando en dedicar un par de columnas,
por lo menos, a la fiesta de ese país hermano, tan querido entre nosotros. Y
tan urgido hoy de que, desde todos los frentes, empeñemos una vigorosa campaña
en rescate de su hermosa tradición taurina, sólidamente avalada por la historia
y el sentir venezolanos.
Raíces
El
arraigo de la tauromaquia en Venezuela tiene, grosso modo, la misma antigüedad
y orígenes que en otros países americanos: la época de la colonia. Desde entonces
se cría ganado bravo en los llanos de Arauca, y de entonces parte su gusto por
el toro, en el campo y en la plaza. Pero, a diferencia de otras naciones del
sur, ricas en tradición taurina pero con escasa producción de figuras propias,
Venezuela encontró una veta riquísima hacia el ecuador del siglo XX, cuando
surgió y revolucionó a su afición un espada moreno de enorme expresividad
artística. Se llamaba Luis Sánchez Olivares y lo apodaron Diamante Negro.
Diamante Negro
Juran
quienes vivieron su despegue –finales de los 40—que ni siquiera César Girón
alcanzó semejante popularidad en su país, verdaderamente conmocionado con las
hazañas del singular espada nacido en Ocumare de Tuý (22.02.27). En España,
toreó 15 novilladas en 1947, recibiendo la alternativa en Granada de manos de
Paco Muñoz con el toro “Estornino”, de Moreno Ardanuy (Saltillo), Manolo
González por testigo (29.09.47). Su confirmante en Madrid fue nada menos que
Antonio Bienvenida, con Pepín Martín Vázquez de segundo espada y “Mellado” de Arranz
en la arena (18.06.50). No obstante, el centro de actividades de Luis se
circunscribiría en lo sucesivo a América del Sur. Se despidió en el Nuevo Circo
de Caracas (29.09.63), alternando con el propio Antonio Bienvenida –caraqueño
de nacimiento, aunque miembro de la famosa dinastía extremeño-sevillana—y con
el mexicano Félix Briones. Y lo hizo desorejando a “Calamar” de Xajay. Volvería
a vestirse de luces, cuando ya su tiempo había pasado.
Fue
Luis Sánchez el primer venezolano en
confirmar su alternativa en nuestro DF, con “Muñeco”, de Pastejé, de manos del
Calesero y de testigo Procuna, que fue un ídolo en Sudamérica (en el Nuevo Circo de Caracas, prácticamente
perdido hoy para el toreo, había cortado la pata de un burel de La Trasquila).
No pasó nada esa tarde en la México (02.01.49), y el Diamante Negro se volvió a
su reducto venezolano sin hacer campaña en nuestro país.
Trece en el DF… y algunos más en
provincia
La
México ha sido escenario de una alternativa y 12 confirmaciones (una de ellas frustrada) de paisanos de Simón
Bolívar. La alternativa la tomó a todo lujo Alí Gómez, en la misma temporada
grande en que se había presentado el Diamante Negro. Se la otorgó Lorenzo Garza
en presencia de Antonio Velázquez con el toro “Curro”, de Coaxamalucan
(20.02.49). Cuatro años después, César Girón confirmaba aquí su
alternativa, tomada de Arruza en
Barcelona: fue con “Canastillo” de Tequisquiapan en cartel de cuatro espadas:
Capetillo padre fue el padrino, y Martorell y el Ranchero Aguilar los otros dos
(04.01.53).
El
siguiente confirmante sería Carlos Saldaña (02.04.61), con “Granadino” de
Piedras Negras, Jorge Aguilar de padrino y ante Felipe Rosas. Le sigue en la cronología
Adolfo Rojas (24.12.67), con “Arlequín” de Garfias, por Joselito Huerta y bajo
testimonio de Raúl García. Éste sería el encargado de ceder muleta y estoque a
César Faraco, estando “Conde” de Rancho Seco en la arena y siendo Gabino
Aguilar segundo espada (03.03.68).
Llega
la confirmación de Curro Girón con una corrida muy seria de San Mateo y de
padrino Alfredo Leal, que tuvo una gran tarde, aunque la única oreja cayera en
la espuerta de Mauro Liceaga (18.03.68).
Nueve años después, otro paisano del amigo Berneta se presentaba en
Insurgentes: fue Pedro González “El Venezolano”, encartelado con los
regiomontanos Martínez y Cavazos, sólo que su anunciada confirmación quedó
frustrada por el abreplaza “Gelo”, de José Julián Llaguno, que nada más aparecer
hirió de gravedad al debutante, dejando la ceremonia en suspenso (27.03.77). La
de Bernardo Valencia, en cambio, se celebró con toda formalidad, fungiendo
ahora sí Manolo de padrino –gozaba de
enorme cartel en Venezuela—y de testigo Antonio Lomelín, con “Guarapazo” de
Piedras Negras aunque el resto del encierro procedía de Los Martínez
(08.03.81).
A
José Nelo “Morenito” de Maracay” –otro matador de raza negra, con varias
campañas exitosas en España, basadas sobre todo en ternas de matadores
banderilleros—lo confirmó en Insurgentes Mariano Ramos con “Gitano” de
Salitrillo (Fernando de la Mora) y ante Jorge Gutiérrez (12.05.85). De Leonardo
Benítez, a quien confirmó el propio Mariano con el moreliano Mauricio Portillo
completando el cartel, se puede decir que ha sido el venezolano de formación
más mexicana, pues casi toda su trayectoria novilleril –y la primera parte de
su andadura como matador—tuvo nuestras plazas por escenario. El primer toro que
despachó en la principal arena del continente era de San Marcos y se lidió como
“Diamante” (18.12.94). Y el último venezolano confirmado en la México fue un
borroso Leonardo Rivera, apadrinado por El Glison ante Miguel Ortas
“Miguelete”, el hijo mexicano del espada madrileño del mismo nombre, toros de
La Joya (13.05.07).
Hasta
aquí la nómina de quienes, procedentes de Venezuela, tuvieron el privilegio de
confirmar en la Plaza México su alternativa de matadores. Mentiría si dijese
que a todos los acompañó la fortuna, pues la mayoría pasó fugazmente y sin
dejar huella. Hay, desde luego, registro de otros diestros venezolanos que, sin
llegar a presentarse en el DF,
actuaron en nuestros cosos con fortuna
diversa, caso de Eduardo Antich, José Fuentes (Sérbulo Azuaje era su verdadero
nombre), Alfredo Sánchez, Fermín Figueras “El Boris”, Carlos Málaga “El Sol”,
Celestino Correa, Bolívar Vasco. Los hubo incluso que tomaron su alternativa en
México: Angel Zulbarán en San Miguel de Allende (01.10.77, por Cavazos y ante
El Queretano, con “Iniciador” de Montecristo), o Gilmer Urbina “Morenito de
Caracas”, que, como su paisano Carlos Fuentes en 1978, también se doctoró en
nuestro país, este Morenito en Puebla (15.05.93), por mano de El Glison y de
testigo Arturo Manzur, con “Barrendero” de Martínez Ancira, primero de un encierro
con mucho trapio.
Continuaremos
No
sería justo dejar en estos breves apuntes la trayectoria mexicana de los
matadores venezolanos. Ni mucho menos preterir el paso de por nuestras plazas
de los hermanos Girón, una de las dinastías toreras más destacadas de la
historia, parte de la cual escribieron en cosos, con toros y ante públicos
mexicanos. También bosquejaremos, si el espacio lo permite, el paso de la
torería azteca por Venezuela.
Emplazados
quedamos a cerrar con tal capítulo esta escueta pero significativa remembranza.
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