Inspirada tarde del
extremeño con cuatro orejas, una soberbia faena al extraordinario tercero
de Garcigrande y otra de triunfo al
encastado sexto; Perera arrancó un trofeo del toro más complicado y El Juli corta una oreja.
ZABALA DE LA SERNA
Fotos: EFE
Probablemente la vocación frustrada de Alejandro Talavante sea la de
ilusionista, mago o prestidigitador. Tú
le veías entre barreras con su taleguilla aflojada que hace pliegues, un fajín
de doble ancho, sus patillas de hacha
que afinan la delgadez de su rostro angulado y su aire ausente de genio ido y desgarbado fumándose un
pitillo y jamás pensarías que cinco minutos después ese mismo tipo se va a transmutar en el eje sobre
el que gira una obra de arte.
«Alejandro está loco», suele decir cariñosamente Díaz Yanes. Y algo de
locura hay para citar a 20 metros y
sacarse una arrucina de la chistera, muy enfrontilada y atalonada la figura. Y
luego otra con la emoción de la distancia.
Pero el suceso importante estuvo en su izquierda. Talavante se embrocó suavemente con el extraordinario
temple humillado del toro de Garcigrande. Fluía el toreo por su camino y moría en su muñeca. Tres
series ligadas de largo recuerdo. Y el toro siguió y siguió, ahora sobre la lenta mano derecha.
Curiosamente había momentos en los que miraba a
chiqueros como si se fuese a rajar, mas volvía a la muleta arando el
ruedo. A.T. lo bordó ajeno a las prisas
y lo rubricó con una soberbia estocada en el mismo hoyo de las agujas. Pleno de
pañuelos.
Mago también fue el que metió la mano en el sorteo. De otro modo, más
encastado y repetidor, el último
completó un lote de bandera. Talavante improvisó un prólogo de faena de rodillas
en el que hundió el mentón y sorprendió
con dos derechazos superiores, como el de pecho una vez en pie. Aquella apertura y series de naturales de
mucho vuelo le condujeron de nuevo por el camino de las orejas sin el mismo poso anterior: cuanto más
ataba la embestida abajo, mejor y más reducía al toro y su velocidad. Ahí quedó el compendio
de todo aquello en una tarde inspirada. Y el que venga detrás...
Otra magia distinta a la lírica es posible: la de la técnica. Convertir
un toro bruto en otra cosa. Y para bruto
el quinto, de Domingo Hernández, por fuera y por dentro. Ya de salida se le
metió por dentro en el capote a Miguel
Ángel Perera y puso en aprietos a Joselito Gutiérrez, asomado al balcón. El toraco, muy por encima de la media
terciada de la corrida, miraba siempre con una bala en la recámara y agazapado. MAP se impuso con
su poderío a los recados con enorme valor y no
menos mérito, el mismo que luego diluyó pasándose densamente de faena
entre los pitones, una, dos y hasta tres
series. Es quitarse importancia habiéndola tenido, apagar las luces del sentido
de la medida y perder trofeos. Uno cortó
en el filo del tiempo de espera. Hubiera sido injusto no hacerlo. También había pulido al geniudo
segundo que era la mitad de toro, pero que apretó a Juan Sierra cuando tiraba de amor propio. Quitado
el genio, el toro de Garcigrande se quedó en nada y Perera se creció como un gigante pelín
abusón.
Nada o poco era el toro que estrenó la tarde. Cuando no había terminado
de ubicarse el gentío, El Juli bajaba
templadamente las manos a la verónica. Cerró el compás, hilvanó delantales con
son y abrochó con una media desmayada.
El garcigrande sólo contó con un pitón bueno, el derecho, y aun así había que ayudarle en el último tramo
de muletazo a romper la embestida hacia delante. Juli fue otro que apuró de más, una vez
agotada la brillantez de la primera mitad de la faena que se elevó con las mondoñinas hasta la oreja.
El Juli tuvo una actuación muy técnica por exigencias del guión, también
con un cuarto de más porte y
desordenados apoyos y andares hasta que lo afianzó con inteligencia. La
cuestión de la técnica suele dar poca
cabida a los adjetivos florales más allá de reconocerla como el andamiaje de otra magia que no es la de Talavante.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Olivenza. Sábado, 7 de marzo de 2015. Segunda de
feria. Lleno de «no hay billetes».
Toros de Garcigrande y uno de
Domingo Hernández (5º), que fue el
más toro, el más bruto y el peor; de
extraordinarios temple, humillación y duración el 3º; bueno por el derecho el
1º; geniudo y muy a menos el 2º;
obediente pero malandado y sin gas el 4º; repetidor y encastado el muy buen 6º.
El Juli, de verde botella y
oro. Estocada trasera (oreja). En el cuarto, estocada contraria (petición
y saludos).
Miguel Ángel Perera, de tabaco y oro.
Estocada pasada y atravesada (aplausos). En el quinto, estocada trasera. Aviso (oreja).
Alejandro Talavante, de ceniza y oro. Gran estocada (dos orejas). En el sexto, estocada (dos orejas). Salió a hombros.
Alejandro Talavante, de ceniza y oro. Gran estocada (dos orejas). En el sexto, estocada (dos orejas). Salió a hombros.
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