domingo, 22 de marzo de 2015

DÉCIMO FESTEJO / NOVILLADA – FERIA DE FALLAS EN VALENCIA: Marín y Varea novilleros estelares

Una gran corrida de El Parralejo, con tres toros espléndidos. Generoso premio de dos orejas para el torero de Almassora y solo una, pero de ley, para el de Olivenza.
Jonathan Varea
BARQUERITO

UNA SOBERBIA NOVILLADA DE fuenteymbros de El Parralejo. Tres toros sobresalientes: un  primero y un cuarto de son espectacular, y un sexto de bravo nervio. De distinto manera los tres restantes: un segundo bis, sobrero, cabezón, que desigualaba el lote y el reparto, protestó antes de rajarse, o de pretenderlo; de más a menos un tercero noble; y noble un quinto que tuvo menos motor o gasolina que cualquier otro. Salieron galopando todos o casi todos, y casi todos, que no todos, se movieron mucho y sin duelo.

Las embestidas largas de los tres novillos sobresalientes vinieron subrayadas por una entrega y una fijeza raras de ver. Meter tanto y tan generosamente la cara se cobró su precio: dos volatines completos del cuarto, pero que no lograron troncharlo pese a caer a plomo en el segundo; otro del quinto, que claudicó antes de la voltereta y escarbó disimuladamente. También el sexto, que se escoció en banderillas, se volteó dos veces, pero fue el más pronto, serio y ganoso de la corrida, de manera que recién aterrizado del volatín ya estaba listo para volver a jugar, venirse y atacar.

El lote, la lotería, cayó en manos de Jorge Expósito, el torero de Algemesí, que ha progresado notablemente: como muletero a pies juntos, en la onda de por ejemplo Vicente Barrera y su original manera de cargar la suerte para enganchar los viajes de vuelta. Detalles de valor, de valiente: larga cambiada de rodillas para saludar en tablas al primero; y una apertura de faena muy de largo, la pedresina genuina y bastante bien librada; cierto aire temerario. Tuvo mérito no dejarse sobrepasar ni descubrir por dos novillos de tan alta nota.

Al cuarto lo esperó en el mismo anillo –parecía que iba a plantarse a porta gayola, pero no- y lo libró con dos saltilleras o valencianas de caro riesgo, una tercera de tanda no salió, y media de rodillas, muy de Barrera. En la faena, de menos a más, de irse creciendo y confiando Expósito, hubo una segunda parte bastante redonda, y no solo entonada, de muletazos largos muy tirados, encajada la figura siempre. Largos los muletazos, y largas las dos faenas –no hubo ninguna que no lo fuera, todas pasaron de los diez minutos- pero obligaba el compromiso: en tendido de sol dos centenares de partidarios. Los de Algemesí. No entró la espada ni a tiempo ni a punto.

La cosa estaba pensada para medir al jerezano Ginés Marín, afincado en Olivenza, y Jonathan Varea, castellonense, de Almassora. Dos de los seis o siete pesos pesados del escalafón. Distintos. La suerte, relativamente equitativa en el reparto de toros. Para Ginés, el sobrero, que no mordía pero fue el garbanzo negro; para Varea, el bravo sexto, que lo desarmó en el saludo de capote y le tropezó la muleta casi por sistema en las tres primeras tandas de una faena que tuvo su cumbre inesperada justamente en el cuarto asalto: una monumental tanda en redondo, despaciosísima, ligada, soberbio el ajuste.

No es común que un novillo-toro responda dócil y suave después de haber enganchado engaño tanto como lo hizo este. Pues fue el milagro del temple, patente no solo en esa tanda, sino en dos más que vinieron después. De calado no tan profundo, pero muy brillantes. Los remates con el cambiado a suerte cargada, perfectos, parecen especialidad de la casa. Antes de cobrar una estocada ladeada y tendida, un adorno final por muletazos agachados y casi en cuclillas, feos de ver y mal logrados, desdijo del serio fondo que tuvo todo.

Marín anda más suelto y más fácil que Varea: la soltura se traduce en aparente ligereza, pero no es tal, sino que con la mano izquierda el don es sencillo, natural, de virtuoso. El natural ligado con el auténtico de pecho es el abecé del toreo clásico, tanto como la ligazón pueda serlo del toreo moderno, y las dos cosas estuvieron en la faena de Ginés al quinto. Torero muy elástico –no le pesan los engaños-, fresco y risueño. Como si no tuviera modelos. De rodillas en los medios para abrir con el quinto y dejándolo venir sin freno; temple para medir el poder del toro; rigor para ordenar la faena. Con el sobrero también supo organizar la trama. Muy seguro.

En Varea se hace sentir un surtido de influjos: el trazo largo de Perera, la compostura de Ponce, el descaro de Talavante, el ensimismamiento de Manzanares. ¿Algo más? Un punto rígido con el capote Varea, pero atrevido y, aunque forzada la figura, vertical. Mejor en Valencia que hace dos semanas en Castellón, donde presentó fidedignas, indiscutibles credenciales.  Obsesionado por torear despacio, Varea, en estudiada parsimonia, ampulosa la expresión pero no postiza, parece decidido a abundar en esa línea. El tercer parralejo, al  aplomarse, pudo ser la gran prueba. Pero entonces prefirió el torero de Almassora los rizos en cortas distancias. Las espadas, en alto. Habrá más duelos.

FICHA DE LA CORRIDA
21 marzo 2015. Valencia. 10ª de feria. Un tercio de aforo. Fresco y nublado, pero sin viento. Ligera lluvia en el quinto toro. Casi tres horas de festejo.
Seis novillos de El Parralejo (José R. Moya). El segundo, sobrero, desdijo por fondo y forma de un conjunto de gran categoría. Primero, cuarto y sexto, sobresalientes. Muy bien hechos los cinco titulares: se aplomó el tercero, justo de fuerzas el noble quinto.
Jorge Expósito, saludos tras aviso en los dos.
Ginés Marín, vuelta tras un aviso y oreja tras un aviso.
Jonathan Varea, ovación tras un aviso y dos orejas.
Dos grandes pares de Javier Ambel.

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