El
bravo quinto cogió al reaparecido torero en banderillas en una paliza dramática
antes de que cortale las orejas; Ponce, sabio con el complicado cuarto, le
acompañó a hombros.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Volvía Rivera Ordóñez a los ruedos, y volvió tal
como era. Veinte años de alternativa, dos temporadas después de la ida y unos
cuantos kilos de más para redondear la figura fondona y cuadrada. No se vuelve
de la noche a la mañana ni a la juventud ni con la preparación exigida ni con
el sitio requerido para estar en activo a los 40. Y así el quinto lo cogió en
banderillas cuando perdió pie una vez reunido el segundo par. El toro le pegó
una paliza soberana, le pisó la cabeza estrellada contra la arena y le destrozó
la parte posterior de la taleguilla del muslo izquierdo con saña de bravo y
suerte. La suerte de un torero al que en toda su larga carrera le han respetado
los toros, pero que ahora la tienta no se sabe bien por qué llamada del
destino. Clavó con raza el último par al vilolín y hubo que reconstruir el
vestido destrozado con esparadrapos. Unas vetas de sangre se apreciaban en su
frente. Brindó a su hija Tana en barrera con el corazón encogido. Mal rato para
la cría.
La faena tuvo la emoción de la buena casta del
ejemplar de Victoriano del Río, un gran toro que perdida la chispa pedía el
toreo. Rivera cojitranco hizo lo que pudo o supo. Lo que puede o sabe. Como lo
mató a ley, le entregaron las dos orejas como cuidados paliativos para su
recuperación, más factible corporal que artísticamente.
A Francisco R. O. le habían ovacionado de salida
con el toro de su reaparición y le silenciaron al final de un sinfín de
pinchazos desde la periferia de la Ruta de la Plata o la lata. Entre tanto, un
toro de poquito cuello y escasa humillación pero bueno para que Rivera fuera
tal como era, al hilo y sin cintura. Tocó la banda del maestro Tejera, la de la
Maestranza, para la ocasión, que ya que no va la Mahoma/Morante a la montaña
que venga una parte de la montaña al profeta. Así que volvió a sonar a gloria
con el genio de La Puebla en fuga de Sevilla, fuego e incendio de todas las
polémicas últimas.
José Antonio el de La Puebla prendió oles en su
capote a la verónica en media docena de lances con la mano de fuera
apauladamente alta. Una revolera de primor al poner el toro de perfectas
armonías y escaso gas en el caballo y un quite hipnótico por delantales que
desembocó en una media verónica acaderada.
El gozo del lento acompañamiento morantista de la
mano derecha en las líneas naturales del toro causó alboroto. Morante es
diferente incluso en el toreo por fuerita de no forzar a un enemigo sin fondo
ni para serlo. El cambio de mano por delante, un molinete invertido por detrás,
esbozos de naturales de bella composición. No hubo para más aunque hablen los
portales de faenón o de que se rompieron cuatro botijos y tres camisas:
saludos. Hay un Morante superior, más embrocado y puro. Tragan con todo.
Enrique Ponce acumula en su currículo los mismos
años que la Feria de Olivenza: 25. Desde sus bodas de plata brindó a Rivera
Ordóñez por su regreso. Entre veteranos andaba la cosa: la terna sumaba 119
años. El toro de Domingo Hernández que remendaba la corrida no merecía ser
brindado por su flojedad corpulenta y torpeza pezuñona.
A Ponce le esperó un cuarto de mayor trapío de
Victoriano del Río al que nadie veía posibilidades y sólo dificultades en los
tercios previos. El maestro de Chiva creyó en su poder de toque y en su ciencia
de paciencia, que al final es un compendio de valor, fe y afición. Medía el
bruto en la soba y más por el izquierdo con algún extraño con la distancia
suficiente para reaccionar. Ahí se rajó el toro a tablas, donde EP le explotó
las querencias y los adentros con sabiduría. Cosida y tapada la cara. Ponce
siempre fue un portento ahí y su extensa carrera se jalona de éxitos que nadie
ve, por los que nadie apuesta y fundamentalmente de marcadas querencias.Para
interpretar esos toros, no hay otro. Con un espadazo cabal le arrancó
literalmente las orejas.
Morante ya con las luces artificiales y la noche a
cuestas se iluminó con el burraco sexto por verónicas serenas y mayúsculas.
Suelto de carnes el toro de don Victoriano y contado el poder, el inicio de
quebranto por alto agarrado a las tablas no era precisamente de ayuda. Gusto
por las dos manos con la trémula embestida que se quedó prontamente corta.
Torería sin posibilidad. Una estocada tendida dio pie a la habilidad morantista
con la puntilla, fallida esta vez. Para eso, mejor Agapito o Lebrija. No sé.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Olivenza. Domingo, 8 de marzo de
2015. Última de feria. Lleno.
Toros de Victoriano del Río, de diferentes hechuras y remates; bravo y bueno
el gran 5; complicado y rajado el 4; sin cuello y sin humillar el noblón 2;
bondadoso y sin gas ni duración el 3; cortito y trémulo el 6; y uno de Domingo Hernández (1), corpulento de
escasa cara y flojo de manos.
Enrique
Ponce, de azul purísima y oro.
Estocada (aplausos). En el cuarto, estocada. Aviso (dos orejas).
Rivera
Ordóñez, de rioja y oro. Siete
pinchazos, media estocada y cuatro descabellos. Aviso (silencio). En el quinto,
estocada (dos orejas). Salió a hombros con Ponce.
Morante
de la Puebla, de nazareno y oro.
Media estocada y descabello (saludos). En el sexto, estocada tendida, tres
puntillazos y descabello Aviso (saludos).
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