El
matador madrileño hace pleno con cuatro orejas y sale a hombros con Perera ante
una bonancible y chica corrida de Garcigrande y Domingo Hernández; el quinto
fue el único toro serio; Finito dibujó lo más bello
ZABALA DE
LA SERNA
Fotos: EFE - Alberto de Jesus Rodriguez
El viento levantaba muros de arena como si la
plaza de Valencia fuera un desierto. Como en 'Lawrence de Arabia'. O en la
batalla de Faluya de 'American Sniper'. Olas gigantescas que azotaban los avíos
de los toreros y conferían mayor importancia a lo que hacían a falta de la
importancia del toro. La corrida de Garcigrande y Domingo Hernández carecía de
la mínima presencia. Un toro se salvaba de aquella selección de Cajita Roja de
Nestlé para dos toreros de poderío como El Juli y Miguel Ángel Perera, que no
escatimaron en actitud lo que regatearon en la dignidad de los enemigos. Una
novillada no pasa en Madrid con ese trapío. Los dos poderosos maestros salieron
a hombros, los dos se montaron literalmente encima, importante de verdad Juli
con el único toro en apariencia, el quinto. Que además de parecerlo por fuera,
con su volumen y su engatillada cara, lo era por dentro con su carácter de
bravo, no pocas veces venciéndose, especialmente sobre la mano derecha.
El Juli le echó raza y un par para plantear la
pelea en los medios. Había brindado al público antes de prologar la faena
rodilla en tierra, a dos manos, con su aquél. El toro se abría más al natural,
dibujando una curvatura que por la diestra se hacía línea recta por dentro.
Ayudado por el estoque simulado, Juli bajó mucho la mano, para someter la
embestida y al viento rebelde y perturbador. Asentado el torero pese a todo, no
renunció a la derecha que finalmente adquirió peso tan arrastrada y empapada de
ruedo. Pero por la izquierda, sin embargo, la faena cobró su mayor altura,
incluso en un cambio de mano que se repitió con trazos de pase del desprecio
mirando al tendido. La obra pedía su fin, lo que hubiese evitado un desarme
final que no se interpuso entre el espadazo y las orejas, que ya sumaban
cuatro.
Los anteriores trofeos habían caído con un becerro
que pasaría por chico en una novillada con caballos en Valencia. El Juli anduvo
a gorrazos con el torillo de Garcigrande que hacía méritos para la guasa de
Garcichico... Más con la rítmica embestida que con los arreones descompuestos
de Eolo. Circulares se sucedieron a saco, una gruesa carretilla que enloqueció
la plaza. Juli con y sin toro. Mejor con toro, a poder ser.
Miguel Ángel Perera salió a no dejarse ganar la
pelea con un castañito con el trapío de Bambi. De entre los seis del campo charro,
fue el de menos celo y menor final. Perera se impuso para hacer encaje de
bolillos desde la apertura clavado en bandera agitada por el vendaval a las
luquecinas impávidas que vendió al por mayor, en plan tentadero, para gozo de
la afición ché. Tanto afán puso, que se pasó de faena y luego cuando el torete
se amorcilló por la trayectoria tendida de la espada el tercer aviso rozó el
larguero, lo que no evitó la oreja. Otra se llevaría con un sexto que apretó en
banderillas hacia los adentros y quiso rajarse prontito. MAP voló muy bien el
capote, se postró de rodillas en la obertura de la obra y toreó en redondo como
si de pie estuviese. Mas el trío de tandas de derechazos adquirieron rango
superior. Entre ellas dejó respirar con distancia al toro, que definitivamente
cogió el anunciado camino de tablas. No sin que antes Miguel Ángel de
Extremadura lo enredase en un ovillo para elevarse con Juli a hombros.
Sinceramente, para ver a dos matadores tan
poderosos con púgiles de menor categoría, prefiero regocijarme con los
naturales que dibujó Finito de Córdoba a la monada del primero, por la
elegancia, la cadencia, la muñeca, el trazo... Y las trincherillas y los
cambios de mano y la media docena de verónicas con la que alfombró una vereda
hasta los medios. Al uso de los tiempos modernos se pasó de faena y perdió la
oreja. Después, saltó al ruedo un lindo burraco sueltecito de carnes que se
movía a golpe de pistón y dispersión. Finito ya lo había dado todo...
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Jueves, 19 de
marzo de 2015. Octava de feria. Tres cuartos de entrada.
Toros de Garcigrande (impresentable y bueno el 2º, especialmente por el
derecho y un 6º más aparente, noble y rajadito) y Domingo Hernández (un 1º chico de gran calidad por el izquierdo; obediente
pero sin clase y escaso celo un 3º de pobre cara y remate; encastadito y a
golpe de pistón se movía un 4º muy suelto de carnes; bravo el más hecho y
cuajado 5º que se acostaba por el derecho).
Finito
de Córdoba, de azul marino y oro.
Estocada atravesada. Aviso (petición y saludos). En el cuarto, pinchazo y
estocada habilidosa (silencio).
El
Juli, de azul marino y oro.
Estoconazo algo pasado (dos orejas). En el quinto, estocada fulminante y
rinconera (dos orejas).
Miguel
Ángel Perera, de verde oliva y
oro. Estocada trasera y tendida. Dos avisos (oreja). En el sexto, pinchazo y
estocada. Aviso (oreja). Salió a hombros con El Juli.
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