Grata impresión del
novillero hidrocálido que corta una oreja como el valenciano Cristian
Climent en una tarde difícil por la
meteorología y una novillada nada fácil de Gibaja; Espada, como sus compañeros, cobró una voltereta
ZABALA DE
LA SERNA
Foto: EFE
Ya lo dice Paco Picó: "En Valencia no sabe llover". Si al
menos la lluvia hubiera templado el
viento... Pero los chavales hubieron de enfrentarse a otra tarde
desapacible. Y, para más inri, a una
novillada fuerte y nada fácil de Gibaja.
Al mexicano Leo Valadez, que debutaba con picadores, ni el clima adverso
ni un novillo desabrido de Gibaja le frenaron. Variado con el capote, seguro
con los rehiletes y sobre todo muy asentado con la muleta desde que se plantó
de rodillas peligrosamente en el prólogo: el utrero de cara muy suelta se metió
por dentro y los pitones le afeitaron los pómulos. Por las dos manos, especialmente
por la izquierda, dejó constancia de un prematuro y buen oficio que sólo el
acero frenó.
Otra vez demostró Leo Valadez con el serio sexto su precocidad con el capote
a la verónica, en un galleo y en unas
lopecinas/zapopinas rematadas con las rodillas por tierra. Y su soltura con los
palos. Ante la incertidumbre inicial del pitón derecho, el novel hidrocálido
apostó por su sólida izquierda: largo el trazo, atalonada la planta y la muleta
por abajo. Sorprendente. Como la mejoría del pujante utrero por la mano
contraria. Superior debut de Valadez con un broche de suelta zurda y un
espadazo rinconerillo.
Cristian Climent, valenciano de El Puig, es un calco de El Soro en su
juventud. Física y conceptualmente.
Climent, que ya había cobrado una voltereta en un quite por gaoneras,
ofreció banderillas a Valadez con un
quinto muy hecho -el mundo al revés- que era una prenda. Como 'currado' o
toreado. Valadez perdió pie cuando le cortó el viaje en la reunión y se llevó
una tunda en el suelo. Climent pasó un trago entre el traicionero Eolo y el
indómito bicho. La victoria consistió en salir por su propio pie para mirar
como trofeo la oreja que se había embolsado de un bonito sangrado y desfondado
segundo.
A Francisco José Espada le vino Dios a ver. Que se levantase indemne del
volteretón que le pegó de salida el cuajado cuarto respondió a un puro milagro.
Intercaló en la salutación una chicuelina y el toro se le quedó debajo. La
caída sobre el cuello fue durísima y, finalmente, afortunada. Incluso para
salvar un pitonazo como un gancho a la cara. Espada se espoleó con la muleta
ante un toro muy agarrado al piso, como lastrado de atrás. Tiró de él con
firmeza y dándole sus tiempos. Pero la remisa embestida acabó rajada. Encontró
su cruz en la espada, que había manejado con acierto en un primero sin gas.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Viernes, 20 de marzo de 2015. Penúltima de
feria. Un cuarto de entrada.
Novillos de López Gibaja,
bien presentados y de diferentes hechuras; un 1º de poco gas; el sangrado 2º apuntó calidad pero se vino
abajo; desabrido y de cara muy suelta el 3º; muy agarrado al piso el cuajado 4º de final
rajado; una prenda el muy hecho 5º; el serio y pujante 6º fue el mejor, en especial por el izquierdo.
Francisco José Espada, de blanco y oro.
Estocada tendida (saludos). En el cuarto, tres pinchazos, estocada atravesada que hace guardia y
descabellos (silencio).
Cristian Climent, de azul pavo y oro.
Estocada delanterilla (oreja). En el quinto, estocada que hace guardia y varios descabellos (silencio).
Leo Valadez, de verde botella y
oro. Cuatro pinchazos y varios descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, estocada rinconerilla (oreja).
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