En la primera corrida del verano
en las Ventas, el torero de Colmenar se entiende más que bien con un noble
sobrero de Rocío de la Cámara. *** Corrida monumental pero apagada de Martín
Lorca.
BARQUERITO
Foto: EFE
UN PROMEDIO DE 600 kilos dio en básculas la corrida de
Martín Lorca. O sea, que fue monumental. El quinto fue el toro de más alzada
jugado en las Ventas en lo que va de año. Y el que hizo lote con él, el único
que bajó de los 600, cinqueño cuajado, uno de los más anchos de todo ese
tiempo. El cuarto, uno de los tres cinqueños del envío, fue el más serio de los
seis. Más incluso que el gigante. Un primero de golosas carnes, muy rellenito,
un tercero demasiado cargado de peso también y un sexto de culata absolutamente
desproporcionada. No pudo con ella ni el propio toro, bajito y corto de manos,
muy largo también.
Tal fue el escaparate de la primera corrida del verano en
Madrid. La primera o la última, ya se verá: hay pleito pendiente y candente y
habrá urgente solución. Ni un quinto del aforo cubierto, no asomó el sol en
toda la tarde, se honró la memoria de Gregorio Sánchez con un minuto de silencio
mal respetado. Poca gente.
Se dejaron sentir mucho los de Colmenar Viejo. Toreaba el
torero del pueblo, Iván Vicente, y dio motivos para el jaleo y los subrayados
porque estuvo muy firme y entero, y toreó muy bien. Muy bien, sobre todo, al
toro inesperado: un sobrero de Rocío de la Cámara, cinqueño, negro rabicano y
girón, que llevaba en los corrales de las Ventas desde el primer día de San
Isidro. Visible el cruce de sangres Núñez y Osborne en ese raro toro chatito,
diadema tupida como un bisoñé, engatilladito, estrecho de sienes, corto de
cuello, cara de bueno.
El toro hizo de salida lo propio de los que han sido
enchiquerados más de una vez y más de cinco y casi diez: escupirse del caballo,
buscar salida entre la tropa toda, corretear y deambular, todo eso, hasta que
lo fijó y dejó ver en la brega de banderillas Juan Contreras, que lidiaba. Toro
de mucha nobleza, no tanto poder, embestidas caramelosas al ralentí, que no son
sencillas si no se tiene temple.
Muy bonita la faena de Iván Vicente. Medida y cumplida en
seis tandas. La primera, de rodilla genuflexa, horma y tanteo por las dos
manos, fue anuncio de lo que vino
después. Son creciente en el toreo en redondo, acoplado, ajustado. Y calmas
mayores en el toreo al natural, ligado, bien rematado. La tanda previa a la
igualada de solo dos y el de pecho fue soberbia. Un punto trasera una estocada
de ley. Un aviso, ¡ay!, por culpa de pausas o paseos, un descabello y una oreja
bien ganada.
De todo lo visto hasta la hora del sobrero, lo de más mérito
y brillo había llevado también la firma de Iván Vicente, decidido, firme y
compuesto con el tercero de Martín Lorca, que, un punto áspero, tardeó, escarbó
y se quedó corto, la cara arriba. No fue faena de tirar líneas ni soplar velas.
El esfuerzo fue veraz, meritorio y serio. Para más no dio el toro.
Tampoco ninguno de los dos de Uceda Leal, ausente de las
corridas de primavera de Madrid por primera vez en mucho años y repescado para
esta no se sabe si ocasión u oportunidad. Muy fácil con el gordísimo torote que
abrió desfile, y todavía más tranquilo con el inmenso cuarto, que se le puso
por delante demasiado pronto. Le pegó algunos muletazos espléndidos, de firma
propia: uno por alto en la apertura extraordinario, tres en redondo tomando en
corto al toro muy templados. Y una media estocada perpendicular, y no una
entera de las suyas. Gentil el público con el torero de Usera.
Menos toreado que Uceda o Iván Vicente, el zaragozano
Ricardo Torres, que es torero de sensibilidad original, acusó la falta de
corridas, y más en prueba tan espinosa como esta. El anchísimo segundo, muy
distraído, se frenó y apoyó en las manos, topaba. Y se puso por delante cuando
Torres montó la espada sin fe. Cinco pinchazos, dos descabellos a toro crudo.
Con el altísimo quinto dio la cara. Vergüenza torera: un quite por verónicas,
dos, muy añejas o antiguas, y media de remate. Y una tensa faena de mucho
tragar porque, cuando se paró, el toro gigante no hizo más que desparramar la
mirada y apuntar. El pitón derecho le llegaba a Torres a la altura de la
hombrera. Se aguantó. Acabó la breve pelea, bien resuelta, con un desplante de
rodillas frontal. Otra imagen añeja. Cuando estaba casi cuadrado el toro, salió
por la bocana del 8 bajo una japonesa y se distrajo el toro. Costó volver a igualarlo.
Una estocada delantera y desprendida. Se echó el toro. Marró el puntillero y lo
levantó. No descubría el toro. Nueve intentos con el descabello, dos avisos y
la crueldad de circo romano propia de tales ocasiones.
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Martín Lorca
y un sobrero -6º- bis de Cortijo de la
Sierra (Rocío de la Cámara).
Uceda Leal, saludos en los dos.
Ricardo Torres, silencio tras aviso y silencio tras dos
avisos.
Iván Vicente, aplausos
tras aviso y una oreja.
Brega buena de Juan Contreras
con el sobrero. Pares notables de Antoñares,
Venturita y el Tito Robledo.
Domingo, 25 de junio de 2017. Madrid. 46º festejo de temporada.
Encapotado, templado, agua de calabobos a partir del segundo toro. 4.000 almas.
*** Dos horas y veinticinco minutos de festejo. *** Un minuto de silencio en
memoria de Gregorio Sánchez. *** A
su memoria brindaron Uceda Leal e Iván Vicente.
Postdata para los
íntimos.- Gregorio Sánchez tomó al alternativa el mismo día que yo
cumplí diez años. Pues todavía me acuerdo. Y del día que la confirmó, también,
porque escuchaba en Radio Intercontinental las crónicas del Tío Caniyitas
(alias de José María Gaona, que tenía una preciosa voz y hacía la literatura
radiofónica tan de aquella época). Una cornada en Sevilla, una oreja en
Madrid.
No vi ni la célerbe corrida del Montepío de los seis toros
en hora y cuarto -¡qué maravilla!-, pero la recuerdo, con los dibujos de Cañero
en El Ruedo. y la crónica de Cañabate en ABC, y recuerdo la amarga despedida de
seis toros porque la gente lo trató con desapego notorio. Cuando fue telonero
de El Cordobés, supo serlo el tiempo preciso. Los Michelines, Agustín Julita y
el Tano, sentían por él una gran admiración.
¿La ultima vez que lo vi? Fue en el jardiincillo de la plaza
de Lachepaillet, en Bayona, una mañana de septiembre. El Juli mano a mano con
un primerizo Castella. Y la gente, con Castella más que con nadie. Al finalizar
la corrida, me atreví a comentarle: "¡Qué injusto el público! ¿no?".
"¿Qué quieres que te diga? Así son estas cosas".
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