El joven extremeño pierde con la
espada el triunfo y da la única vuelta al ruedo de la tarde.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
El invento simonesco de la Corrida de la Cultura colgó un
nuevo cartel de "no hay billetes". Al reclamo del nombre de Morante
de la Puebla en su única comparecencia en Madrid. Un año de ausencia y la
espera esperanzada. Como compañeros Cayetano y Ginés Marín, el triunfador de
San Isidro.
Del Ministro de Cultura, Iñigo Méndez de Vigo, que
teóricamente presidía el acontecimiento, pasaron los brindis de largo. Ginés
brindó a un señor que ocupaba lejana localidad en los altos del "1".
Afortunado el hombre de buen bajío para el torero: el salinero de Núñez del
Cuvillo portaba unas hechuras tan cualitativas como su fondo. Fijeza,
prontitud, humillación y repetición. Ritmo y son. «Sinvaina» había pasado la
criba de las protestas por un presunto encogimiento. Ya ves. Marín construyó
una faena bonita desde sus albores. De alegre torería en el prólogo. Y también
en su clásico concepto a derechas: acinturado y ligado. Un cambio de mano halló
la verdadera profundidad del toro. La plaza rugió ante la hondura. El paso por el
toreo al natural alumbró uno inmenso en la única serie zurda. La variedad, el
desparpajo y la colocación de GM imantaban. Un pase de las flores como preludio
a una ronda más de aire fresco. Pop como la carátula de los Beatles que
promocionaba la tarde cultural.
La comunión con los tendidos se hacía total. Como en los
adornos, en las pinturerías y en todos los obligados de pecho que se
prolongaban con visos de eternidad por encima de los chispacitos. Los ayudados
finales como coda hacían presagiar el triunfo redondo. Pues tan entregada
estaba Madrid. Pero la espada atascada arrasó con todo como un tsunami. La
ovación para Ginés se convirtió en una vuelta al ruedo de consolación; la del
magnífico toro sonó a una gloria frustrada.
El último cuvillo mantuvo la movilidad de la corrida. Sin la
cotizada bravura de «Sinvaina». Rebrincado, sin terminar de humillar y
obediente, Ginés Marín volvió a dejar constancia de su momento en flor. Otra
vez la claridad de ideas y la frescura. La facilidad. Hasta las bernadinas de despedida.
Ahora, lo que son las cosas, sí hundió el acero. Defectuosa la colocación pero
eficaz. Al menos para descabellar y recoger las palmas que hacían memoria de lo
que pudo ser y no fue.
Para Morante fue el toro más grande, que no el más agresivo,
de los 12 que ha lidiado Núñez del Cuvillo en un mes en Las Ventas. A su aire
se movió en los tercios preliminares, permitiendo tan sólo una verónica
morantista como perla aislada. En un visto y no visto, cobró dos puyazos en
serio y un refilonazo defensivo en la tercera entrada, accidental, al caballo.
Aquella movilidad no se tradujo en empleo en la muleta. A su altura José
Antonio desprendió añejo empaque. Como en los derechazos siguientes en los que
el toro se dormía. Apagado como una vela sin oxígeno. Los intentos se
estrellaron con la noblota embestida de piedra. Y abrevió.
El feote cuarto no le regaló ni eso. Morante ilusionó en un
saludo arrebatado a la verónica. Más arrebatado que otra cosa. Ya el toro
apuntaba rácano, manso y deslucido estilo. Como fue. El sevillano, molesto con
el viento y las arrancadas toponas y desenceladas, no se dio coba. Una gresca
tabernaria en el sol tapó la bronca presentida que ni se oyó.
Cayetano pisó el acelerador con un quinto de abierta cara.
Las sensaciones que había dejado con el burraquito anterior de su lote entraban
en contradicción con su voluntad. Alegre toro de cierto genio fue aquél. Mejor
por el pitón derecho. Cuando la muleta viajó a una velocidad superior a la
embestida que caló en el personal. Las verónicas rodilla en tierra como carta
de presentación al penúltimo de Núñez del Cuvillo sembraron ilusiones. Rivera
respondió con un quite por gaoneras -previa larga afarolada- a la intervención
por chicuelinas de Marín. Ofreció a Curro Vázquez su montera. Y se descalzó. Un
gesto coreado por el extraño público que copaba ayer la Monumental. De rodillas
y bajo la solanera cuajó la ronda de más alta nota de la faena. El buen cuvillo
no duró mucho. La actitud de ataque de Cayetano también acortó distancias muy
pronto. No pasó mucho. Y sus deseos se encontraron de nuevo con la recompensa
de una ovación.
NÚÑEZ DEL CUVILLO | Morante de la Puebla, Cayetano y Ginés Marín
Toros de Núñez del Cuvillo,
de diferentes hechuras; extraordinario el 3º; alegre y pronto pero con cierto
genio el 2º; bueno sin durar el 5º; el 6º se movió rebrincado; 1º y 4º no
sirvieron.
Morante de la Puebla, de verde botella y oro. Estocada casi
entera (silencio). En el cuarto, dos pinchazos y estocada delantera y
atravesada (silencio).
Cayetano, de tabaco y oro. Estocada. Aviso
(saludos). En el quinto, estocada tendida y descabello. Aviso (saludos).
Ginés Marín, de corinto y oro. Tres pinchazos y estocada
(vuelta al ruedo). En el sexto, estocada pasada y defectuosa y tres descabellos
(saludos).
Monumental de las Ventas. Sábado, 17 de junio de 2017. Corrida de la
Cultura. Lleno de "no hay billetes".
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