lunes, 19 de junio de 2017

CORRIDA DE LA CULTURA - Una bonita faena de Ginés Marín con un gran toro de Cuvillo

El joven extremeño pierde con la espada el triunfo y da la única vuelta al ruedo de la tarde.
 
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid

El invento simonesco de la Corrida de la Cultura colgó un nuevo cartel de "no hay billetes". Al reclamo del nombre de Morante de la Puebla en su única comparecencia en Madrid. Un año de ausencia y la espera esperanzada. Como compañeros Cayetano y Ginés Marín, el triunfador de San Isidro.

Del Ministro de Cultura, Iñigo Méndez de Vigo, que teóricamente presidía el acontecimiento, pasaron los brindis de largo. Ginés brindó a un señor que ocupaba lejana localidad en los altos del "1". Afortunado el hombre de buen bajío para el torero: el salinero de Núñez del Cuvillo portaba unas hechuras tan cualitativas como su fondo. Fijeza, prontitud, humillación y repetición. Ritmo y son. «Sinvaina» había pasado la criba de las protestas por un presunto encogimiento. Ya ves. Marín construyó una faena bonita desde sus albores. De alegre torería en el prólogo. Y también en su clásico concepto a derechas: acinturado y ligado. Un cambio de mano halló la verdadera profundidad del toro. La plaza rugió ante la hondura. El paso por el toreo al natural alumbró uno inmenso en la única serie zurda. La variedad, el desparpajo y la colocación de GM imantaban. Un pase de las flores como preludio a una ronda más de aire fresco. Pop como la carátula de los Beatles que promocionaba la tarde cultural.

La comunión con los tendidos se hacía total. Como en los adornos, en las pinturerías y en todos los obligados de pecho que se prolongaban con visos de eternidad por encima de los chispacitos. Los ayudados finales como coda hacían presagiar el triunfo redondo. Pues tan entregada estaba Madrid. Pero la espada atascada arrasó con todo como un tsunami. La ovación para Ginés se convirtió en una vuelta al ruedo de consolación; la del magnífico toro sonó a una gloria frustrada.

El último cuvillo mantuvo la movilidad de la corrida. Sin la cotizada bravura de «Sinvaina». Rebrincado, sin terminar de humillar y obediente, Ginés Marín volvió a dejar constancia de su momento en flor. Otra vez la claridad de ideas y la frescura. La facilidad. Hasta las bernadinas de despedida. Ahora, lo que son las cosas, sí hundió el acero. Defectuosa la colocación pero eficaz. Al menos para descabellar y recoger las palmas que hacían memoria de lo que pudo ser y no fue.

Para Morante fue el toro más grande, que no el más agresivo, de los 12 que ha lidiado Núñez del Cuvillo en un mes en Las Ventas. A su aire se movió en los tercios preliminares, permitiendo tan sólo una verónica morantista como perla aislada. En un visto y no visto, cobró dos puyazos en serio y un refilonazo defensivo en la tercera entrada, accidental, al caballo. Aquella movilidad no se tradujo en empleo en la muleta. A su altura José Antonio desprendió añejo empaque. Como en los derechazos siguientes en los que el toro se dormía. Apagado como una vela sin oxígeno. Los intentos se estrellaron con la noblota embestida de piedra. Y abrevió.

El feote cuarto no le regaló ni eso. Morante ilusionó en un saludo arrebatado a la verónica. Más arrebatado que otra cosa. Ya el toro apuntaba rácano, manso y deslucido estilo. Como fue. El sevillano, molesto con el viento y las arrancadas toponas y desenceladas, no se dio coba. Una gresca tabernaria en el sol tapó la bronca presentida que ni se oyó.

Cayetano pisó el acelerador con un quinto de abierta cara. Las sensaciones que había dejado con el burraquito anterior de su lote entraban en contradicción con su voluntad. Alegre toro de cierto genio fue aquél. Mejor por el pitón derecho. Cuando la muleta viajó a una velocidad superior a la embestida que caló en el personal. Las verónicas rodilla en tierra como carta de presentación al penúltimo de Núñez del Cuvillo sembraron ilusiones. Rivera respondió con un quite por gaoneras -previa larga afarolada- a la intervención por chicuelinas de Marín. Ofreció a Curro Vázquez su montera. Y se descalzó. Un gesto coreado por el extraño público que copaba ayer la Monumental. De rodillas y bajo la solanera cuajó la ronda de más alta nota de la faena. El buen cuvillo no duró mucho. La actitud de ataque de Cayetano también acortó distancias muy pronto. No pasó mucho. Y sus deseos se encontraron de nuevo con la recompensa de una ovación.

NÚÑEZ DEL CUVILLO | Morante de la Puebla, Cayetano y Ginés Marín
Toros de Núñez del Cuvillo, de diferentes hechuras; extraordinario el 3º; alegre y pronto pero con cierto genio el 2º; bueno sin durar el 5º; el 6º se movió rebrincado; 1º y 4º no sirvieron.
Morante de la Puebla, de verde botella y oro. Estocada casi entera (silencio). En el cuarto, dos pinchazos y estocada delantera y atravesada (silencio).
Cayetano, de tabaco y oro. Estocada. Aviso (saludos). En el quinto, estocada tendida y descabello. Aviso (saludos).
Ginés Marín, de corinto y oro. Tres pinchazos y estocada (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada pasada y defectuosa y tres descabellos (saludos).
Monumental de las Ventas. Sábado, 17 de junio de 2017. Corrida de la Cultura. Lleno de "no hay billetes".

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