IÑIGO CRESPO / @Crespo_Inigo
LUCAS PÉREZ / @lucasperezest
Diario EL MUNDO de Madrid
Roberto Martín, Jarocho, es hoy un hombre roto de dolor, un
héroe partido en dos. Dos, precisamente, son los amigos que ha perdido en el
ruedo en apenas 11 meses. Víctor Barrio e Iván Fandiño.
Lo que va del 9 de julio de 2016 al 17 de junio de 2017. De
Teruel a Aire Sur l'Adour. Y en ambos casos, como torero de plata, a las
órdenes de ambos, a escasos metros de la muerte inevitable. «Siento impotencia
de ver cómo se ha ido la vida de ambos delante mía. Estoy destrozado», dijo
este domingo entre lágrimas a EL MUNDO.
Hace casi un año, en Teruel, Jarocho confesó que la imagen
en el suelo de Víctor Barrio, inerte, con los ojos vueltos, reventado por
dentro por un toro de Los Maños, había sido «el momento más dramático» de toda
su vida. Barrio era su íntimo amigo, con quien entrenaba a diario en Aranda de
Duero y con quien viajó en coche hasta el hotel aquel fatídico día. Quién iba a
pensar que a este bravo y noble torero burgalés le esperaba otra tragedia en
primera persona cuando apenas había tenido tiempo para superar el primer golpe.
Si con Barrio apenas pudo sacar con el capote al toro que
había atravesado ya el pecho del segoviano, anteayer, en Francia, fue él uno de
los que trasladó de urgencia a Fandiño a la enfermería, donde observó los
gestos de incertidumbre. «Los cirujanos se miraban unos a otros... En
sus caras sentí la impotencia que teníamos todos», relata. Y recuerda
las últimas palabras del torero. «Él estaba consciente y hablaba con
dificultad, pero hablaba. Entró diciendo que le dolía mucho el pecho y que no
podía respirar. Le pusieron una mascarilla con oxígeno y dijeron que lo mejor
era llevarle al hospital de Mont de Marsan».
Comenta que en la enfermería permaneció durante «casi una
hora», tiempo por donde el torero vizcaíno perdió el hilo de vida que le
quedaba: «Dijo que quería que le hiciesen algo porque se le iba el cuerpo».
Jarocho llevaba a las órdenes de Fandiño desde 2006, pero
eran amigos de toda la vida. Ambos, al igual que Barrio, compartían la pasión y
los sueños de ser toreros en una tierra no muy proclive a estos menesteres. No
les importó. Eran David en un mundo gobernado por Goliats.
«Nos movía la ilusión, el querer abrirnos paso, el luchar
por cumplir un sueño. Víctor e Iván era mis referentes y lo que ha pasado es
demasiado duro para entenderlo».
En 2005, cuando cambió el oro por la plata, Roberto Martín
Jarocho dejó claro que su lucha continuaba. «Lo importante va a seguir», dijo
con el convencimiento de encontrar la gloria a las órdenes de grandes maestros.
Gloria convertida ahora en tragedia con la muerte en directo
de sus dos amigos. «Mi vida sin ellos no tiene sentido», sentencia.
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