"Le gustaba el flamenco.
Defendía la íntima conexión de toreo y cante jondo".
JAVIER VILLÁN
Ha muerto un torero, nada nuevo. Ivan Fandiño. Muere un
torero y tras la crispación inicial la Fiesta sigue y los aficionados vuelven a
las plazas: muere un torero y no pasa nada. La cornada y la muerte están
incluidas en el sueldo, que no es lo que más importa a los que se visten de
luces. Una lista sombría: Joselito, Sánchez Mejías, Manolete, Paquirri, Yiyo,
Manolo Montoliu, Soto Vargas... Eso lo saben y asumen todos los toreros.
Ser torero no es una profesión más, es una forma de entender
la vida. A las cinco de la tarde un aquelarre de sombras y muerte se convoca en
el redondel. La suerte o la muerte, escribió Gerardo Diego. «La muerte puso
huevos en la herida a las cinco de la tarde», escribió Federico García Lorca.
Varios Papas, entre ellos Pío V, dictaron bulas de
excomunión contra la grey taurina, fueran diestros o aficionados. La causa
principal y acaso única era de índole teologal: la vida y el alma son cosa de
dios, «ningún cristiano puede poner en peligro su salvacion». Felipe II Rey
Católico, se negó a poner en práctica esas bulas.
Ser torero no es una profesión; es una forma de vivir, una
conducta fuera y dentro de los ruedos. Es el único arte en que el ejecutor, el
artista, se juega la vida frente a la víctima. El año pasado murió Víctor
Barrio y se desataron las furias. Ningún aficionado quiere que muera un torero.
Los aficionados no son desalmados. Pero, si la posibilidad de la muerte no
existiera, la corrida carecería de sentido.
Iván Fandiño, un vasco con alma gitana. O andaluza
simplemente. Nombre de revolucionario soviético, apellido gallego de la
diáspora. Padres maketos, seguramente, como yo que lo fui en tiempos: maketo.
Quizá por esto nos entendíamos las veces que conversamos, camino del tablao La
Quimera, de su gran amigo Antorrín Heredia. Le gustaba el flamenco, defendía la
íntima conexión de toreo y cante jondo, primos hermanos. Amigo leal de los
amigos fieles. Le costó llegar y quizá no llegó donde quería.
Los dioses no perdonan a los osados.
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