Una corrida vacía de Juan Pedro
Domecq da al traste con el cartel estrella del regreso de Manzanares; sin pulso
Cayetano con un toro de buen aire de Juan Manuel Criado Holgado; confirmó sin
opciones Joaquín Galdós.
Cayetano |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Foto: EFE
Comienza aquí la crónica de un castañazo monumental y
presentido. Cómo sería que, aun siendo breve la función, o la defunción, a las
dos horas exactas las 24.000 almas que habían abarrotado Las Ventas para
deleitarse con el regreso de Manzanares después de «Dalia» y la vuelta de
Cayetano tras cinco años de ausencia, huían como de la peste. Si alguien quiere
ahorrarse la lectura, queda disculpado.
Confirmó alternativa Joaquín Galdós con «Esbelto». Un toro
bajo, tocado arriba de pitones, colorao y chorreado, que se definió pronto.
Desgraciadamente, no para bien. Poco interés en los capotes, siempre con la
cara por la esclavina, un par de amagos de asomarse al callejón, pobre nota en
el caballo... José María Manzanares pidió innecesariamente permiso a la
presidencia para ejercer de padrino en la ceremonia. Galdós se dobló camino de
los medios. Como para ahormar. Y fue generoso con la distancia sobre la
derecha. De la inercia dependía que el juampedro viajase. Tan apoyado en las manos.
De escasa humillación. Más cortito a izquierdas. Y se afligió cuando el
toricanto lo apretó y no le dejó parar en la serie más intensa de redondos. Lo
pasaportó con un fulminante espadazo en el rincón.
La estocada de Manzanares sí que se hundió por todo lo alto.
Tan poca fe llevaba el torero en el toro que había salido con la espada de
verdad. A su simpleza exterior -la expresión lavada, apenas la seriedad de las
puntas por delante- se sumó su pobre fuerza interior. Un alma en pena. "¡Y
sin picar!", como una voz atronadora recordó.
José María Manzanares |
Un palmo y pico medirían las manos del chato tercero, armado
como si amenazase al cielo. Cayetano, ya se había estrenado en su vuelta con un
quite por tafalleras y una larga afarolada en el turno anterior, se estiró a la
verónica. Como engomados el capote y la figura. El juampedro colocaba la cara.
Con mejor inicio que final. Y así sucedió también en la brega medida de
Joselito Rus y en la muleta. Superior, por cierto, Iván García con los palos.
Cayetano dibujó un bonito prólogo. El acento cargado en un cambio de mano y en
una trincherilla. Después el toro no terminó nunca de humillar, vacío de
bravura y apagado de poder. Los tirones tampoco procedieron. Ni ayudaron.
José María Manzanares pasó de puntillas con otro cinqueño
que caminaba pisando huevos. Trémulos andares a trompicones. Uno de los tres
cinqueños de Juan Pedro. La testa como argumento. Un bostezo inmenso provocaba
su negación. Ni fuelle ni voluntad de romper hacia delante. A Manzanares se le
cayó esta vez la espada a los sótanos.
La corrida de Domecq venía remendada por un toro de Juan
Manuel Criado. Una confusión en la tablilla lo anunció como si fuera de la
ganadería titular. Ya hubiera querido Juan Pedro. Un cinqueño bajo, aleonado,
un punto bastito, como cargado por delante, amplio el cuello, abierto de palas
pero estrecho de sienes. Y de buen aire. Cayetano se infló en los ayudados por
alto. Como henchido de pronto. Y se desinfló a la misma velocidad en una faena
en el inicio desajustado por la mano izquierda, algo más reunido a derechas y
sin pulso ni orden en su construcción. Toro fácil y dormidito. Con su punto de
clase para haber estado de otro modo. Cayetano no se pareció al Cayetano de
Sevilla. Ni despertó. La plaza siguió su duermevela. Sin estremecerse con la mirada
azul del torero clavada en los tendidos en un parón aguantado desde la pala del
pitón. Cobró una estocada algo tendida con su peculiar estilo y recogió una
ovación.
Galdós fue el último en cumplimentar al Rey Emérito. Sentido
el brindis de un peruano por España, "que es mi segundo país". No
valió la ofrenda del zancudito sexto. Levantado del piso pero no de moral. Otro
bluf. Como la tarde. Como el cartel estrella. El confirmante se encasquilló con
la espada para rematar el fiasco. Que se veía venir.
Usted junta, amable lector, en una misma coctelera
determinados nombres, la agita y ... ¡Boom! ¡Petardo!
JUAN PEDRO DOMECQ | José María Manzanares, Cayetano y Joaquín Galdós
Toros de Juan Pedro Domecq,
tres cinqueños (1º, 4º y 6º); de simple presentación; vacíos, sin fuerza ni
poder; y uno de Juan Manuel Criado
(5º), de buen aire.
José María Manzanares, de sangre de toro y oro. Estocada
(ovación). En el cuarto, bajonazo (silencio).
Cayetano, de celeste y oro. Pinchazo y estocada
(palmas). En el quinto, estocada tendida. Aviso (saludos).
Joaquín Galdós, de tabaco y oro. Estocada desprendida y
fulminante. Aviso (saludos). En el sexto, cuatro pinchazos y estocada caída.
Aviso (silencio).
Monumental de las Ventas. Jueves, 1 de junio de 2017. Vigésima segunda
de feria. Lleno de "no hay billetes".
Joaquín Galdós confirmando alternativa de manos de José María Manzanares y Cayetano Rivera Ordoñez.
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