CARLOS HERRERA
La ANOET, es decir, la Asociación Nacional de Organizadores
de Espectáculos Taurinos, ha encargado un estudio de impacto económico a la
Universidad de Extremadura. Lo ha dirigido el profesor Juan Medina García
Hierro. ¿Qué significan los datos que ofrece ese trabajo?: fundamentalmente,
que los ataques antitaurinos basados en la dependencia económica en forma de
subvenciones públicas por parte de la fiesta son un cuento que se han dedicado
a construir los furiosos enemigos de la tauromaquia, particularmente activos
desde que apareció la crisis allá por 2007.
La idea divulgada por algunos manipuladores de datos -tales como el diputado de Esquerra Alfred Bosch, viscoso enemigo de todo lo que parezca español- consistía en hacer creer que la fiesta de los toros cuesta un dineral de todos los españoles ante la creciente desafección de la propia afición. Nada más falso de toda falsedad. En el año 2013, sin ir más lejos, los diferentes espectáculos taurinos contabilizaron 24,8 millones de asistentes, con un impacto de más de 1600 millones de euros. Digamos, cuando menos, que no son cifras ridículas, como pretenden algunos.
Los toros no reciben una cascada de ayudas. En los
Presupuestos Generales del Estado sólo se encuentra una partida relacionada con
los toros: 30.000 euros para el Premio Nacional de Tauromaquia. Nada más. Todo
ello mientras que el Estado reconoce en los toros «un Patrimonio digno de
protección en el territorio nacional».
El espectáculo taurino no es barato. Es una fiesta cara.
Pero la paga el espectador. Los toros, su traslado, el personal que los cría,
el que los cuida, los toreros y subalternos, el personal de la plaza, los
médicos, los caballos... Las localidades no siempre son baratas, y en época de
apreturas los aficionados hacen equilibrios y piruetas, como todo el mundo. Y
si empresas y profesionales no ajustan sus ofertas, muchos no pueden permitirse
según qué gastos. Aun así, es el segundo espectáculo en espectadores, detrás
del cine extranjero (hablamos de espectáculos culturales, no incluyendo el
deporte), y es el menos subvencionado. El cine español, sin ir más lejos,
recibe 1835 veces más subvención que la fiesta, cuando esta tiene tres veces
más espectadores. El teatro recibe 1230 veces más, significando una recaudación
un 24 por ciento inferior.
Y ¿de dónde llegan esas subvenciones y en concepto de qué?
Sólo cuatro de las comunidades autónomas dedican partidas en sus Presupuestos a
lo largo de 2013, nuestro año de referencia, no sumando en total siquiera el
0,3 por ciento de sus dotaciones culturales. Los ayuntamientos, por si alguien
se malicia, sólo dedicaron el 1,4 por ciento de sus mismos presupuestos
culturales, incluidos consistorios gobernados por gente como Bildu, Izquierda
Unida o la misma ERC: esos ayuntamientos, en cualquier caso, recuperan ese
dinero con creces mediante cada canon de arrendamiento o ingresos directos.
Muchos ayuntamientos se benefician de ello: de los 8117 que forman el total de
España, organizan festejos 2763, lo cual es significativo. El toro está
involucrado directamente en las fiestas patronales y populares de miles de
poblaciones, como vemos, desde Pamplona a San Sebastián de los Reyes.
¡Ah! ¡Las Diputaciones! Tampoco son dilapidadoras. Sólo 11
de 41 asignan un 2,8 del total de gasto cultural. La Unión Europea, por
supuesto, no brinda fondo alguno a los toros. Sólo ayudas agrícolas a la
ganadería.
La Administración, finalmente y a poco despierto que se sea,
recauda por IVA taurino tres veces más que el cine español y más que todo el
conjunto de las artes escénicas. Es el segundo acontecimiento -tras el cine
extranjero- que no el español, que sí recibe cuantiosas ayudas, insisto. Con un
impacto sobre la economía española considerable, ya que sólo el IVA generado
dobla las cifras de ayudas netas al sector.
Por demás y por si le interesa a alguien: los festejos
taurinos y sus entornos dependientes significan un total de 200.000 puestos de
trabajo, entre directos e indirectos, un 1,16 de la ocupación laboral total.
Trabajadores que cotizan y no poco. De hecho, cotizaciones e IVA doblan las
ayudas brutas.
Sólo queda añadir algo más, independientemente de las
valoraciones que queramos establecer de este fenómeno cultural de masas:
pregunten ustedes a la hostelería adyacente o al transporte de cualquier ciudad
con plaza de toros lo que supone una tarde de toros. Y ahora díganle que
ustedes quieren prohibirlo porque no les gusta. O que forman parte de estos
tontos en serie, con programas de televisión incluidos, que consideran a los
toreros asesinos en serie. Y así. Feliz 2016.
A CONTINUACIÓN ENTREVISTA DE EL JULI CON RISTO MEJIDE EN EL RINCÓN DE
ANTENA 3 TV
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