"No contemplo la mansedumbre
en mi ideario. Es más, para que embista un toro como yo quiero hay que
someterlo y para que un toro se imponga al sometimiento necesariamente tiene
que ser bravo", afirma el ganadero Álvaro Núñez del Cuvillo en su
encuentro con José Luis Benlloch.
Tras su apoteosico triunfo en Sevilla con Arrojado, Álvaro Núñez del Cuvillo junto a Manzanares de nuevo este año en Abril. |
El objetivo en El Grullo es un toro que embista sin freno.
Podríamos decir, también en el léxico de la casa, un toro al que no le duela
embestir y al final todo lo resumen con un toro que embista con clase. Esa es
la piedra filosofal que permite convertir la bravura en triunfo. Para el que
sea capaz de torearle, naturalmente, para el que sea capaz de someterle. Una
búsqueda apasionante que siempre parece al alcance de la mano y nunca
definitivamente lograda. Búsqueda acompañada de una especie de insatisfacción
permanente o de ambición sin freno que se ha convertido en otro componente del
éxito ganadero de los Núñez del Cuvillo.
El reto lleva aparejada una evolución constante para no perecer en los baches y para adaptarse a los tiempos. Álvaro, coautor de la obra, cuando habla de ese modelo de embestida la marida con conceptos como el reducirse cuando toman la muleta y el estirarse para dejarla. Ésta es, me dice, la mayor dificultad si de verdad se ha reducido y añade otros componentes como la forma de meter la cara en el inicio del muletazo... “eso es lo primero y muy importante, yo le doy mucha importancia”. Ya ven, todo es poco para llegar a esas embestidas sin freno que suena moderno pero que tiene cierto paralelismo con aquel pasito de más que se decía tenían los toros de su pariente Carlos Núñez Manso, primo de don Joaquín el padre de Álvaro y patriarca de El Grullo. Todo ello porque, digo yo, el mundo evoluciona y el toreo debe evolucionar a riesgo de quedarse fuera del mundo.
“La bravura es crecerse al castigo”, me ha puntualizado
Álvaro en el arranque de la charla. “Embestir más y mejor cuando más se le
somete. Es lo que distingue al toro bravo. Date cuenta que el resto de los
animales, todos sin excepción, cuando los sometes huyen, que es exactamente lo
que hacen los toros que no son bravos”.
La respuesta de Álvaro Núñez del Cuvillo ha surgido ágil y
pronta, como muy sabida, apenas le he planteado la cuestión. Dice que ese es su
concepto, que hay muchas definiciones de bravura y otros idearios distintos al
suyo que él respeta, pero que su idea de bravura es esa.
-Lo primero es la fijeza, que se traduce en colocar la cara
y colocar el cuerpo para embestir. Luego cuando llega al embroque debe reducir
la velocidad. Lo siguiente es empujar para salir del embroque y ya embestir sin
freno.
-Ahí iba.
-Embiste sin freno el toro al que no le duele embestir. Ese
es en resumen la embestida que nos gusta. La embestida con clase.
En el concepto de
bravura actual hay quien reconoce cierto componente de mansedumbre.
Yo no. Una cosa es que de inicio un toro embista frío pero
yo no contemplo la mansedumbre en mi ideario. Es más, para que embista un toro
como yo quiero hay que someterlo y para que un toro se imponga al sometimiento
necesariamente tiene que ser bravo.
Eso no debe ser
cómodo.
¿Quién dijo que el toreo debe ser cómodo?...
Eso digo yo.
Descartada pues la teoría de la mansedumbre como elemento necesario para el
toreo.
Yo la mansedumbre la asocio a un comportamiento formalito,
decente, sin entrega, pero no al toro bravo.
Hemos llegado de Sevilla. El tufo a bravo permanece por
doquier en este rincón que forman Medina, Vejer, Tarifa… por mucho que hayan
desaparecido ya ni se sabe las ganaderías, arrastradas por la crisis de los
últimos años. Te pones a hacer memoria y te descorazonas. Te dices será
nostalgia pero no, es pena real. Camacho, la vieja Martelilla, el Marqués de
Domecq, Maribel Ibarra, Jeromo, Diego Romero, Los Derramaderos, Villamarta… la
que no ha desaparecido anda muy reducida. Aún así la tierra huele a bravo. En
ese rincón embestían hasta las retintas y los bravos se ponían más bravos y más
finos por no se sabe bien qué misterios o privilegios que le tiene reservados
la naturaleza. El caso es que sucedía, que embestían. Y embisten. Te dejas la
autopista que viene de Jerez, coges la Ruta del Toro, bordeas Medina, paras,
eso es obligado, en la Venta Pascual, allí te enteras dónde hay tentadero,
quién anda por allí, dónde ha embestido un toro cumbre, quién ha vendido otro
toro caro, como no lo pagan en las plazas, para un pueblo de Valencia, escuchas
aquello tan manido de ¡nada es como era!, que los whatsapp lo han desbaratado
todo, que las figuras van y vuelven al campo a la velocidad del vértigo, que ya
no paran como paraban en tus tiempos, todo lo cual no quita, se lo aseguro yo,
para que en la Venta Pascual a poco que tengas la confianza de amos y clientes
sigas enterándote de todo mientras saboreas las mejores tostadas con aceite del
contorno y un cafelito reparador.
De la Venta Pascual nos volvemos atrás por la vieja
nacional, pasas La Duquesa y coges la carretera de Portichuelo, en realidad es
una vereda en la que los ganados siguen teniendo preferencia sobre los coches.
El trazado se estrecha, se retuerce y se ambienta: acebuches, chumberas,
palmitos, alguna garceta, los lindes cercados con hincos de la tierra y
alambradas de las de siempre, ves las retintas con los lomos bien cubiertos que
por esta vez ni nos miran y poco después llegas a Los Naveros. Compras garbanzos,
tomas impulso y en menos que cuesta contarlo te encuentras de mano izquierda
dos pilarones bien enjalbegados que lucen el hierro de Núñez del Cuvillo y
destacan la entrada de El Grullo. Traspasarla es entrar en otro mundo.
Toros de saca a un lado y a otro. Negros, mulatos,
chorreados, colorados, castaños, jaboneros, albahíos, melocotones, alguno
ensabanado en sus versiones más clásicas de capirotes, caribellos y botineros
en recuerdo de sus antecesores no muy lejanos, los osborne, componen un tesoro
incluso en tiempos de recortes. Muchos los sueñan de lejos y otros los disputan
hasta la misma desavenencia. Ahí está Sevilla como ejemplo, donde enterrados
viejos desencuentros, este año los anuncian hasta dos veces en la misma feria
para pacificar los achares de la torería.
Estamos en los salones de El Grullo, la finca original de
las cinco que reunió progresivamente Joaquín Núñez del Cuvillo hasta sumar más
de mil ochocientas hectáreas en un todo longitudinal de más de ocho kilómetros
-Gallarín, El Lanchar, El Machorro y Los Arenalejos- que han comunicado entre
sí con excelentes caminos y carreteras porque como dice don Joaquín, tanto para
un país como para una finca las comunicaciones son fundamentales. Todo comenzó
allá por 1969 cuando decidió hacerse ganadero siguiendo lo que era una
tradición familiar. No hay lujos ni alardes innecesarios en el cortijo, es casa
funcional, la oficina, el despacho, el salón de vídeo, el comedor… todo da la
sensación de muy vivido. Se siente el trabajo por todos los rincones. Trofeos,
recortes de prensa y cabezas de toros legendarios recubren las paredes como
testimonio directo y constante de que el esfuerzo tiene recompensa. Las
estanterías aparecen repletas de libros pero sobre todo hay una presencia
masiva de vídeos que nos consta es herramienta de trabajo y base del éxito. No
hay hecho histórico ni decisión ni tentadero en casa de los Cuvillo que no esté
documentada y respaldada con su vídeo correspondiente. Se acabó aquello de Le
compró la ganadería o le compró vacas con los libros… a partir de El Grullo
será con los vídeos. Acordamos charlar antes de irnos a ver los toros. Los
ganaderos nos ponen en antecedentes y definen el estilo de su obra.
Lucidez plena, la amabilidad de un caballero de mundo y un
discurso cargado de lógica y pragmatismo, don Joaquín da la sensación de un
hombre de negocios metido a ganadero. Ni rastro de la dura brega que mantuvo el
año pasado con la enfermedad. Su hijo Álvaro, atento y respetuoso con el
patriarca, no se adelanta una sola vez y sólo de cuando en cuando abandona su
burladero oral para asistirle con algún dato. Arjona dispara con celo y recelo,
un amigo llegado desde Valencia, Tachi, se impregna de un mundo que ya le
apasionaba antes de conocer y servidor apenas tiene que dirigir los contenidos.
Tire por donde tire, tienen argumento periodístico, las suyas son experiencias
que merecen contarse.
Estamos en zona de gran tradición ganadera y como ejemplo me
cuenta don Joaquín que su abuelo llegó a tener más de mil vacas retintas.
Aunque la calidad de la tierra y la mecanización después de la Guerra Civil,
también la pacificación social, incentivó el cultivo de la remolacha y el
trigo, nunca llegaron a desplazar a la ganadería ni mucho menos a equiparar su
rentabilidad a la de otras regiones y pone como ejemplo los trigales de Córdoba
que les doblaban en producción. Y que embistiesen las retintas tenía una
explicación, cuenta. Los ganaderos seleccionaban las que embestían para sacar
bueyes.
-Ya se sabe que un buey con casta trabaja muy bien
prácticamente sin tocarle, mientras que un buey flojo es una ruina. Por eso los
herraderos de Castrillón eran un espectáculo, ocho de cada diez becerras
embestían. Pero aparte de esa circunstancia alguna complicidad tiene esta
tierra con el bravo, porque en Extremadura no pasaba lo mismo y las retintas
eran muy diferentes. Allí eran muy huesudas y cuando las traíamos aquí se
afinaban.
Algo parecido ocurre, apunta su hijo Álvaro, con el bravo.
“Aquí traes un toro de otra zona y se afina, se achica y se le ponen los
pitones más largos. Lo tengo comprobado”.
EL MILAGRO DE LOS BENEFICIOS
Aunque don Joaquín asegura que siempre tuvo vocación de
ganadero, su decisión de tener bravo se retrasó hasta que tuvo el capital
necesario para afrontar el reto en una época en que criar bravo se consideraba
todo un lujo. “Tenía muy mala fama como negocio, se sabía que era una ruina,
mucho más que ahora”. Así que cuando compró El Grullo comenzó con las retintas
que cuidaba, manejaba y seleccionaba con un esmero propio del bravo. Las tenía
ordenadas, iba a Extremadura a comprar sementales, buscaba el pelo rojizo caoba
que se daba en aquellas tierras y trataba de mantenerlo en las suyas con poco
éxito, reconoce. “Traíamos los sementales y a los tres años los hijos se ponían
amarillos, por el contrario las hechuras que conseguíamos aquí eran mucho
mejores que las de allí, tanto que los pellejos pesaban una parte menos. Son
cuestiones de la naturaleza que se nos escapan a los hombres”.
Esa influencia medioambiental defiende que se extiende
también a los caracteres y por ende a la bravura. Y para reforzar su teoría
hace un paralelismo con los vinos: “Los vinos de Jerez son distintos de los de
Sanlúcar y están al lado… Tú no puedes hacer un vino de Jerez o de Sanlúcar en
otro lado y se trata de seres mucho más inferiores, así que imagina los
animales. La fuerza de la naturaleza es muy grande”. Y para reforzar su teoría
sale a colación la obra de los Mora Figueroa que lograron hacer la mejor
ganadería por dos veces consecutivas, con lo difícil que es hacerlo una o saca
a la luz el recuerdo de la obra de su tío Carlos Núñez, que por cierto tuvo un
tipo de toro con el que le costaba ir a Madrid pese a lo cual fue de los
primeros que comenzó a ganar dinero con el bravo. “En aquellos tiempos
escuchábamos decir, Tío Carlos ha ganado este año un millón de pesetas con la
ganadería y todos se asombraban como si fuese un milagro”.
-¿Cómo repartís los papeles tu padre y tú?... le pregunto a
Álvaro.
-Me deja hacer pero al final es él quien manda. En ocasiones
discutimos por cuestiones de cobro porque uno de los problemas del toreo es que
la línea entre el bueno y el tonto es muy estrecha. Muchas veces quieres ser
bueno y haces el tonto. En cuanto a las cuestiones de selección coincidimos bastante.
Yo he toreado más y seguramente matizo más, mientras que él es más numérico.
Como soy hombre de letras me gusta más describir la embestida que puntuarla,
pero coincidimos mucho. Ya hace tiempo que me da mucha libertad. Cuando sale
mal la cosa la responsabilidad es mía y cuando sale bien la compartimos. Es lo
lógico.
Las retintas ocupaban la vocación ganadera de los Núñez del
Cuvillo hasta que la coyuntura económica le permitió iniciar la aventura del
bravo en 1982. Asegura que lo hizo con prudencia y medida hasta conseguir algo
que hubiese sido prácticamente inaudito para sus mayores, no perderle dinero en
ningún momento de su experiencia. El hito tuvo su fórmula.
-Gastar dinero antes de… Mucha gente se gastaba el dinero en
el hierro, querían uno de primera, gastaban en esto o en aquello otro y luego a
la hora de comprar el ganado compraban cualquier cosa y hay que comprar lo
mejor. A partir de ahí es cuestión de suerte y mucha dedicación. Nuestro
horario y dedicación es de chinos. Vivimos en el campo con una entrega
absoluta.
-Alguna clave más hará falta, hay mil ejemplos en los que la
dedicación y la prudencia no fueron suficiente para alcanzar el éxito.
-El gusto es muy importante también. Si fabricas una colonia
que sólo te gusta a ti luego no la puedes vender. Pues en el toro es lo mismo.
Nuestro gusto es el mismo del que consume el toro, que es el torero. Eso ya lo
hizo mi tío Carlos y fíjate cómo le fue.
TRATOS DE NIVEL Y PRECIO
La aventura se inició con una compra de ciento catorce vacas
y dos sementales de Osborne, además de cinco erales y una veintena de utreros.
En algún momento de la sobremesa se desliza que el coste de la operación,
catorce millones de pesetas, fue mucho menos de lo que ya hace varias
temporadas se llegó a pagar por una corrida de toros de la casa. Aquel lote no
era la excelencia de Osborne pero iban unas cuantas vacas buenas por viejas,
que era detalle que las acreditaba. Si estaban muchos años en la casa sería por
algo. Paquirri, perfecto conocedor de las ganaderías del momento, avaló la
elección, sus primos, los Núñez, también. Lo matarán los toreros, le dijeron y
los Cuvillo no dudaron. Luego aunque lo de Osborne tenía muchas cualidades
entendieron que sólo con Osborne no se podía crecer y don Joaquín decidió salir
de compras. Aunque no compulsivamente compró mucho y en muchas ocasiones, unas
con acierto y otras con todo lo contrario. “Aquí hemos metido muchas veces la
pata pero cuando ha sucedido lo hemos reconocido y la hemos sacado”, sentencia
el patriarca, que sigue llevando el peso de la charla.
-En una ocasión le compramos cuarenta becerras a Atanasio
que estaba en un buen momento, las tentamos y solamente aprobamos dos. A la primera,
una colorada, le pusimos un ocho en la tienta y a partir de ahí no embistió
prácticamente ninguna. Las que aprobamos se las mandamos a Sepúlveda y las
otras fueron al matadero. Ahí están los vídeos. Nosotros hemos procurado no
darnos coba. Los ganaderos siempre tendemos a creer que tenemos una ganadería
muy buena y eso es nuestra perdición.
La secuencia de compras más relevantes hasta llegar al
éxito, las aporta Álvaro de carrerilla. Tras la compra de Osborne, recuerda, en
el año ochenta y ocho compraron sesenta vacas de Maribel Ibarra a Sayalero “ahí
entraron cosas muy buenas”, el año siguiente fueron cincuenta eralas sin tentar
a Torrealta y las cuarenta de Atanasio de las que poco después no quedaba ni
rastro en El Grullo; y luego otras cuarenta más al Marqués de Domecq y otras
cuarenta más tres sementales a Juan Pedro, que fue, aseguran, la mejor compra
que se hizo en la casa.
-La parte de Juan Pedro fue la más cara y la mejor sobre
todo por lo bien que ligó con lo de Osborne, en realidad no era un cruce, era
un refrescamiento. Al fin y a la postre todo es lo mismo, todo es Tamarón.
El trato de los sementales no fue un trato cualquiera como
corresponde a sus protagonistas, tuvo nivel y precio. Se acordó que metían los
novillos en la plaza. Si lo que hacía en el caballo y las hechuras les gustaba
a los Cuvillo, pedían que se quemase -que lo toreasen- y la decisión le costaba
medio millón de pesetas que perdían si luego no les gustaba lo que hacía en la
muleta y le daban puerta. Si por el contrario les gustaba y lo aprobaban, por
cada uno que decidían quedarse tenían que pagar tres millones más.
-No eran baratos.
-Pues en las prospecciones previas que hice en otras
ganaderías hubo quien me pidió más.
El trato de las eralas también, recuerda, tuvo su
singularidad. En este caso Juan Pedro hizo tres lotes con las eralas de ese año
procurando que en todos los lotes hubiese individuos de los cuatro sementales
principales y luego los sortearon. El precio en este caso fue de trescientas
mil pesetas que se elevó algo más teniendo en cuenta que después de la tienta
se desecharon diez que hubo que pagar al mismo precio.
-Aún así fue la mejor compra y por ello la más barata. Ahora
ya te puedo decir que si hubiese habido que pagar más lo hubiese pagado, en esto
no se puede andar con medianías.
La compra tenía el aval y el crédito de su origen, en este
caso era Juan Pedro en su gran momento, y don Joaquín siempre creyó que más
valía un individuo regular de un conjunto bueno que uno excepcional de algo que
no va bien. Al final los tres sementales les funcionaron.
-Hemos hablado de las compras pero también habría que hablar
de ventas.
-Yo he vendido mucho para vida, pero jamás vendí por los
libros ni hemos dejado escoger ni hemos sorteado lotes. Hemos vendido lo que
hemos querido vender nosotros y en general han tenido suerte. Lo que sí hemos
hecho es que les dejábamos los vídeos de las becerras que entraban en el trato.
AQUELLOS OSBORNE
Siempre que se habla de los cuvillo, especialmente cuando se
está delante de ejemplares de mucha clase, se te va la imaginación a aquellos
osborne iniciáticos que llegaron en 1982 con un pecado original, el de la
consanguinidad, todo se basaba en tres sementales que desencadenaba en
demasiadas caídas. Aún así los primeros grandes triunfos de la divisa tenían la
marca de Osborne los mirases por donde los mirases. “Eran muy bonitos y es
verdad que tenían nobleza y mucha clase. Si acaso les faltaba un poco de
chispa, pero con esas virtudes sólo no era suficiente para crecer, queríamos
más”, resume don Joaquín. Álvaro apostilla: “Sacaban una gran regularidad en
nobleza y más que poca fuerza yo les achacaba poca raza. Luego con el refrescón
con lo de Maribel Ibarra mejoró mucho aunque perdió clase y donde ya funcionó
bien sin paliativos, fue con lo de Juan Pedro que en aquel momento era la
ganadería con mayor regularidad de todas”.
En la actualidad sería difícil, imposible me advierten los
ganaderos, discernir cuánto hay de cada incorporación, dados los cruces entre
ellos. Osborne, Maribel Ibarra, Marqués, Juan Pedro y los sementales de Daniel
Ruiz con su famoso Cortesano, más tres toros de Santi Domecq y otro que le
compraron a Garcigrande, un hijo del cuarenta, trato que exigió tiempo, dinero
e influencias que en la casa han dado por bien empleadas y con eso está dicho
todo sobre las cualidades que ha aportado el toro de Justo.
-Es que nosotros no hemos comprado por comprar, siempre
hemos buscado lo que creíamos que nos hacía falta. Cuando fuimos a por
Cortesano teníamos la ganadería en un punto muy bueno, con hechura y buen aire
pero le faltaba algo de profundidad y de humillar, también buscábamos más duración
y ese toro nos lo dio. Por el contrario nos metió unas malas hechuras en las
caras que nos costó corregir. Y cuando les inquiero por las aportaciones del
garcigrande, Álvaro pondera la duración y la regularidad de la ganadería charra
y su padre se refiere al estilo y a que a lo mejor no salen muchos toros
excepcionales, pero salen muchos muy buenos.
-En vuestro favor hay que decir que no tuvisteis empacho en
recurrir a otras ganaderías para crecer. Os guardasteis los falsos orgullos y
aflojasteis la cartera.
-Es que no hay otro camino. Si tú quieres mejorar la
ganadería, porque nunca puedes pensar que lo tienes todo, tienes que ir a una
ganadería que esté avanzando y comprar y eso vale dinero.
-La fórmula es nueva, que una ganadería funcionando salga a
comprar a otra parte con tanta frecuencia, o alquile sementales, suena a nuevo.
-No es nuevo. Carlos Núñez por ejemplo estaba funcionando
con rincón y se fue a comprar villamarta que era lo que querían las figuras. Lo
que uno puede o no debe pensar nunca es que lo tiene todo. En ese caso estás
perdido. Sólo el hecho de refrescar es importante. El último empujón de Juan
pedro es con los hijos del toro Decidor de Algarra, con un refrescón de sangre.
GALERÍA DE SEMENTALES
La lista de los sementales claves en la historia de Cuvillo
comienza con el 64 Cantarillo, de Osoborne, hermano de los toros de Paquirri de
Sevilla, al que en El Grullo le sacaron varios sementales. “Era precioso de
hechuras y aunque un poco irregular daba muchos toros de clase”, apunta Álvaro
que inmediatamente se acuerda del 207 Gandul, que tiene una historia preciosa
en la que se mezcla casualidad, suerte y sapiencia.
-Uno de los toros, el 16 Humorista concretamente, le dimos
puerta el día del tentadero de Juan Pedro y cubrió una vaca de las que nos
trajimos a casa. Parió un macho, el 106 Infame, muy bonito, al que tentamos y
se quedó de semental. Dio bien pero el realmente extraordinario fue un hijo de
éste, el 207 Gandul. El día de la reaparición de José Tomás llevamos tres toros
suyos y los tres fueron extraordinarios.
Ese toro lo descubrió Santi Domecq. Me lo ha contado Álvaro
con gran reconocimiento a su colega. En la tienta el tal Gandul había amenazado
con rajarse, en realidad se había rajado y lo habían desechado. Tan claras
tenían las ideas que lo prestaron para cubrir un lote de becerras que habían
vendido a un ganadero de Jaén, hasta que un feliz día Santi viendo vídeos le
adivinó algo. Ese toro tiene algo especial, echarlo a las vacas, dijo, y los
ganaderos le dieron crédito y pidieron al ganadero que lo tenía que lo
devolviese.
-Eso supuso romper un tabú histórico en las ganaderías, el
echarle a las vacas un toro que se había rajado, pero el resultado ha sido
fabuloso.
En esa línea de toro con clase sitúan al 164 Malpagador,
toro tentado por Padilla, que dio hijos de los que quedan en el recuerdo como
el de Manzanares en Algeciras o el de Talavante de Zaragoza, “daba menos
regularidad que el 207 pero los daba con más clase si cabe”. El 74 Galiano, un
ensabanado que transmitía esas mismas cualidades y otro tanto cabe decir de
Idílico o Diligencia que son toros que dejaron recuerdo.
-Ahora la estrella es el 100 Ganador que es del 142 Fumador
que es hijo del 36 Brillaclaro que es a su vez del 62 Cíngaro. Da una media disparatada.
Es tremendo.
Escuchas la referencia apasionada de Álvaro y le crees.
Hemos levantado la reunión y nos vamos a ver los toros de Valencia y los de
Sevilla entre los que está el 226, primer hijo del celebre Arrojado que se
lidiará en la Maestranza. De camino le pregunto: ¿Si te digo torerista te
ofendes?
-No, no, es que yo soy torerista.
-¿Y si te dicen comercial?
-Eso es buen síntoma, pienso. Cuando no me han embestido no
he sido comercial.
Pero de eso, de sus criterios en la tienta, de su
preocupación por el futuro, “estamos perdiendo la batalla de la sociedad”, del
reto próximo de su doble comparecencia en Sevilla, de la fórmula para salir de
los baches… y de mucho más hablaremos la próxima semana.
Los toros de Álvaro Núñez del Cuvillo embisten asi... como ha sabido Manzanares dejar plasmados en reiteradas ocasiones |
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