lunes, 25 de enero de 2016

ENCUENTROS DE JOSÉ LUIS BENLLOCH: NÚÑEZ DEL CUVILLO (1ª PARTE) - "Embiste sin freno el toro al que no le duele embestir"

"No contemplo la mansedumbre en mi ideario. Es más, para que embista un toro como yo quiero hay que someterlo y para que un toro se imponga al sometimiento necesariamente tiene que ser bravo", afirma el ganadero Álvaro Núñez del Cuvillo en su encuentro con José Luis Benlloch.
Tras su apoteosico triunfo en Sevilla con Arrojado, Álvaro Núñez del Cuvillo junto a Manzanares de nuevo este año en Abril. 
JOSÉ LUIS BENLLOCH
www.aplausos.es
El objetivo en El Grullo es un toro que embista sin freno. Podríamos decir, también en el léxico de la casa, un toro al que no le duela embestir y al final todo lo resumen con un toro que embista con clase. Esa es la piedra filosofal que permite convertir la bravura en triunfo. Para el que sea capaz de torearle, naturalmente, para el que sea capaz de someterle. Una búsqueda apasionante que siempre parece al alcance de la mano y nunca definitivamente lograda. Búsqueda acompañada de una especie de insatisfacción permanente o de ambición sin freno que se ha convertido en otro componente del éxito ganadero de los Núñez del Cuvillo.

El reto lleva aparejada una evolución constante para no perecer en los baches y para adaptarse a los tiempos. Álvaro, coautor de la obra, cuando habla de ese modelo de embestida la marida con conceptos como el reducirse cuando toman la muleta y el estirarse para dejarla. Ésta es, me dice, la mayor dificultad si de verdad se ha reducido y añade otros componentes como la forma de meter la cara en el inicio del muletazo... “eso es lo primero y muy importante, yo le doy mucha importancia”. Ya ven, todo es poco para llegar a esas embestidas sin freno que suena moderno pero que tiene cierto paralelismo con aquel pasito de más que se decía tenían los toros de su pariente Carlos Núñez Manso, primo de don Joaquín el padre de Álvaro y patriarca de El Grullo. Todo ello porque, digo yo, el mundo evoluciona y el toreo debe evolucionar a riesgo de quedarse fuera del mundo.

“La bravura es crecerse al castigo”, me ha puntualizado Álvaro en el arranque de la charla. “Embestir más y mejor cuando más se le somete. Es lo que distingue al toro bravo. Date cuenta que el resto de los animales, todos sin excepción, cuando los sometes huyen, que es exactamente lo que hacen los toros que no son bravos”.

La respuesta de Álvaro Núñez del Cuvillo ha surgido ágil y pronta, como muy sabida, apenas le he planteado la cuestión. Dice que ese es su concepto, que hay muchas definiciones de bravura y otros idearios distintos al suyo que él respeta, pero que su idea de bravura es esa.

-Lo primero es la fijeza, que se traduce en colocar la cara y colocar el cuerpo para embestir. Luego cuando llega al embroque debe reducir la velocidad. Lo siguiente es empujar para salir del embroque y ya embestir sin freno.

-Ahí iba.

-Embiste sin freno el toro al que no le duele embestir. Ese es en resumen la embestida que nos gusta. La embestida con clase.

En el concepto de bravura actual hay quien reconoce cierto componente de mansedumbre.
Yo no. Una cosa es que de inicio un toro embista frío pero yo no contemplo la mansedumbre en mi ideario. Es más, para que embista un toro como yo quiero hay que someterlo y para que un toro se imponga al sometimiento necesariamente tiene que ser bravo.

Eso no debe ser cómodo.
¿Quién dijo que el toreo debe ser cómodo?...

Eso digo yo. Descartada pues la teoría de la mansedumbre como elemento necesario para el toreo.
Yo la mansedumbre la asocio a un comportamiento formalito, decente, sin entrega, pero no al toro bravo.

Hemos llegado de Sevilla. El tufo a bravo permanece por doquier en este rincón que forman Medina, Vejer, Tarifa… por mucho que hayan desaparecido ya ni se sabe las ganaderías, arrastradas por la crisis de los últimos años. Te pones a hacer memoria y te descorazonas. Te dices será nostalgia pero no, es pena real. Camacho, la vieja Martelilla, el Marqués de Domecq, Maribel Ibarra, Jeromo, Diego Romero, Los Derramaderos, Villamarta… la que no ha desaparecido anda muy reducida. Aún así la tierra huele a bravo. En ese rincón embestían hasta las retintas y los bravos se ponían más bravos y más finos por no se sabe bien qué misterios o privilegios que le tiene reservados la naturaleza. El caso es que sucedía, que embestían. Y embisten. Te dejas la autopista que viene de Jerez, coges la Ruta del Toro, bordeas Medina, paras, eso es obligado, en la Venta Pascual, allí te enteras dónde hay tentadero, quién anda por allí, dónde ha embestido un toro cumbre, quién ha vendido otro toro caro, como no lo pagan en las plazas, para un pueblo de Valencia, escuchas aquello tan manido de ¡nada es como era!, que los whatsapp lo han desbaratado todo, que las figuras van y vuelven al campo a la velocidad del vértigo, que ya no paran como paraban en tus tiempos, todo lo cual no quita, se lo aseguro yo, para que en la Venta Pascual a poco que tengas la confianza de amos y clientes sigas enterándote de todo mientras saboreas las mejores tostadas con aceite del contorno y un cafelito reparador.

De la Venta Pascual nos volvemos atrás por la vieja nacional, pasas La Duquesa y coges la carretera de Portichuelo, en realidad es una vereda en la que los ganados siguen teniendo preferencia sobre los coches. El trazado se estrecha, se retuerce y se ambienta: acebuches, chumberas, palmitos, alguna garceta, los lindes cercados con hincos de la tierra y alambradas de las de siempre, ves las retintas con los lomos bien cubiertos que por esta vez ni nos miran y poco después llegas a Los Naveros. Compras garbanzos, tomas impulso y en menos que cuesta contarlo te encuentras de mano izquierda dos pilarones bien enjalbegados que lucen el hierro de Núñez del Cuvillo y destacan la entrada de El Grullo. Traspasarla es entrar en otro mundo.

Toros de saca a un lado y a otro. Negros, mulatos, chorreados, colorados, castaños, jaboneros, albahíos, melocotones, alguno ensabanado en sus versiones más clásicas de capirotes, caribellos y botineros en recuerdo de sus antecesores no muy lejanos, los osborne, componen un tesoro incluso en tiempos de recortes. Muchos los sueñan de lejos y otros los disputan hasta la misma desavenencia. Ahí está Sevilla como ejemplo, donde enterrados viejos desencuentros, este año los anuncian hasta dos veces en la misma feria para pacificar los achares de la torería.

Estamos en los salones de El Grullo, la finca original de las cinco que reunió progresivamente Joaquín Núñez del Cuvillo hasta sumar más de mil ochocientas hectáreas en un todo longitudinal de más de ocho kilómetros -Gallarín, El Lanchar, El Machorro y Los Arenalejos- que han comunicado entre sí con excelentes caminos y carreteras porque como dice don Joaquín, tanto para un país como para una finca las comunicaciones son fundamentales. Todo comenzó allá por 1969 cuando decidió hacerse ganadero siguiendo lo que era una tradición familiar. No hay lujos ni alardes innecesarios en el cortijo, es casa funcional, la oficina, el despacho, el salón de vídeo, el comedor… todo da la sensación de muy vivido. Se siente el trabajo por todos los rincones. Trofeos, recortes de prensa y cabezas de toros legendarios recubren las paredes como testimonio directo y constante de que el esfuerzo tiene recompensa. Las estanterías aparecen repletas de libros pero sobre todo hay una presencia masiva de vídeos que nos consta es herramienta de trabajo y base del éxito. No hay hecho histórico ni decisión ni tentadero en casa de los Cuvillo que no esté documentada y respaldada con su vídeo correspondiente. Se acabó aquello de Le compró la ganadería o le compró vacas con los libros… a partir de El Grullo será con los vídeos. Acordamos charlar antes de irnos a ver los toros. Los ganaderos nos ponen en antecedentes y definen el estilo de su obra.

Lucidez plena, la amabilidad de un caballero de mundo y un discurso cargado de lógica y pragmatismo, don Joaquín da la sensación de un hombre de negocios metido a ganadero. Ni rastro de la dura brega que mantuvo el año pasado con la enfermedad. Su hijo Álvaro, atento y respetuoso con el patriarca, no se adelanta una sola vez y sólo de cuando en cuando abandona su burladero oral para asistirle con algún dato. Arjona dispara con celo y recelo, un amigo llegado desde Valencia, Tachi, se impregna de un mundo que ya le apasionaba antes de conocer y servidor apenas tiene que dirigir los contenidos. Tire por donde tire, tienen argumento periodístico, las suyas son experiencias que merecen contarse.

Estamos en zona de gran tradición ganadera y como ejemplo me cuenta don Joaquín que su abuelo llegó a tener más de mil vacas retintas. Aunque la calidad de la tierra y la mecanización después de la Guerra Civil, también la pacificación social, incentivó el cultivo de la remolacha y el trigo, nunca llegaron a desplazar a la ganadería ni mucho menos a equiparar su rentabilidad a la de otras regiones y pone como ejemplo los trigales de Córdoba que les doblaban en producción. Y que embistiesen las retintas tenía una explicación, cuenta. Los ganaderos seleccionaban las que embestían para sacar bueyes.

-Ya se sabe que un buey con casta trabaja muy bien prácticamente sin tocarle, mientras que un buey flojo es una ruina. Por eso los herraderos de Castrillón eran un espectáculo, ocho de cada diez becerras embestían. Pero aparte de esa circunstancia alguna complicidad tiene esta tierra con el bravo, porque en Extremadura no pasaba lo mismo y las retintas eran muy diferentes. Allí eran muy huesudas y cuando las traíamos aquí se afinaban.

Algo parecido ocurre, apunta su hijo Álvaro, con el bravo. “Aquí traes un toro de otra zona y se afina, se achica y se le ponen los pitones más largos. Lo tengo comprobado”.

EL MILAGRO DE LOS BENEFICIOS
Aunque don Joaquín asegura que siempre tuvo vocación de ganadero, su decisión de tener bravo se retrasó hasta que tuvo el capital necesario para afrontar el reto en una época en que criar bravo se consideraba todo un lujo. “Tenía muy mala fama como negocio, se sabía que era una ruina, mucho más que ahora”. Así que cuando compró El Grullo comenzó con las retintas que cuidaba, manejaba y seleccionaba con un esmero propio del bravo. Las tenía ordenadas, iba a Extremadura a comprar sementales, buscaba el pelo rojizo caoba que se daba en aquellas tierras y trataba de mantenerlo en las suyas con poco éxito, reconoce. “Traíamos los sementales y a los tres años los hijos se ponían amarillos, por el contrario las hechuras que conseguíamos aquí eran mucho mejores que las de allí, tanto que los pellejos pesaban una parte menos. Son cuestiones de la naturaleza que se nos escapan a los hombres”.

Esa influencia medioambiental defiende que se extiende también a los caracteres y por ende a la bravura. Y para reforzar su teoría hace un paralelismo con los vinos: “Los vinos de Jerez son distintos de los de Sanlúcar y están al lado… Tú no puedes hacer un vino de Jerez o de Sanlúcar en otro lado y se trata de seres mucho más inferiores, así que imagina los animales. La fuerza de la naturaleza es muy grande”. Y para reforzar su teoría sale a colación la obra de los Mora Figueroa que lograron hacer la mejor ganadería por dos veces consecutivas, con lo difícil que es hacerlo una o saca a la luz el recuerdo de la obra de su tío Carlos Núñez, que por cierto tuvo un tipo de toro con el que le costaba ir a Madrid pese a lo cual fue de los primeros que comenzó a ganar dinero con el bravo. “En aquellos tiempos escuchábamos decir, Tío Carlos ha ganado este año un millón de pesetas con la ganadería y todos se asombraban como si fuese un milagro”.

-¿Cómo repartís los papeles tu padre y tú?... le pregunto a Álvaro.

-Me deja hacer pero al final es él quien manda. En ocasiones discutimos por cuestiones de cobro porque uno de los problemas del toreo es que la línea entre el bueno y el tonto es muy estrecha. Muchas veces quieres ser bueno y haces el tonto. En cuanto a las cuestiones de selección coincidimos bastante. Yo he toreado más y seguramente matizo más, mientras que él es más numérico. Como soy hombre de letras me gusta más describir la embestida que puntuarla, pero coincidimos mucho. Ya hace tiempo que me da mucha libertad. Cuando sale mal la cosa la responsabilidad es mía y cuando sale bien la compartimos. Es lo lógico.

Las retintas ocupaban la vocación ganadera de los Núñez del Cuvillo hasta que la coyuntura económica le permitió iniciar la aventura del bravo en 1982. Asegura que lo hizo con prudencia y medida hasta conseguir algo que hubiese sido prácticamente inaudito para sus mayores, no perderle dinero en ningún momento de su experiencia. El hito tuvo su fórmula.

-Gastar dinero antes de… Mucha gente se gastaba el dinero en el hierro, querían uno de primera, gastaban en esto o en aquello otro y luego a la hora de comprar el ganado compraban cualquier cosa y hay que comprar lo mejor. A partir de ahí es cuestión de suerte y mucha dedicación. Nuestro horario y dedicación es de chinos. Vivimos en el campo con una entrega absoluta.

-Alguna clave más hará falta, hay mil ejemplos en los que la dedicación y la prudencia no fueron suficiente para alcanzar el éxito.

-El gusto es muy importante también. Si fabricas una colonia que sólo te gusta a ti luego no la puedes vender. Pues en el toro es lo mismo. Nuestro gusto es el mismo del que consume el toro, que es el torero. Eso ya lo hizo mi tío Carlos y fíjate cómo le fue.

TRATOS DE NIVEL Y PRECIO
La aventura se inició con una compra de ciento catorce vacas y dos sementales de Osborne, además de cinco erales y una veintena de utreros. En algún momento de la sobremesa se desliza que el coste de la operación, catorce millones de pesetas, fue mucho menos de lo que ya hace varias temporadas se llegó a pagar por una corrida de toros de la casa. Aquel lote no era la excelencia de Osborne pero iban unas cuantas vacas buenas por viejas, que era detalle que las acreditaba. Si estaban muchos años en la casa sería por algo. Paquirri, perfecto conocedor de las ganaderías del momento, avaló la elección, sus primos, los Núñez, también. Lo matarán los toreros, le dijeron y los Cuvillo no dudaron. Luego aunque lo de Osborne tenía muchas cualidades entendieron que sólo con Osborne no se podía crecer y don Joaquín decidió salir de compras. Aunque no compulsivamente compró mucho y en muchas ocasiones, unas con acierto y otras con todo lo contrario. “Aquí hemos metido muchas veces la pata pero cuando ha sucedido lo hemos reconocido y la hemos sacado”, sentencia el patriarca, que sigue llevando el peso de la charla.

-En una ocasión le compramos cuarenta becerras a Atanasio que estaba en un buen momento, las tentamos y solamente aprobamos dos. A la primera, una colorada, le pusimos un ocho en la tienta y a partir de ahí no embistió prácticamente ninguna. Las que aprobamos se las mandamos a Sepúlveda y las otras fueron al matadero. Ahí están los vídeos. Nosotros hemos procurado no darnos coba. Los ganaderos siempre tendemos a creer que tenemos una ganadería muy buena y eso es nuestra perdición.

La secuencia de compras más relevantes hasta llegar al éxito, las aporta Álvaro de carrerilla. Tras la compra de Osborne, recuerda, en el año ochenta y ocho compraron sesenta vacas de Maribel Ibarra a Sayalero “ahí entraron cosas muy buenas”, el año siguiente fueron cincuenta eralas sin tentar a Torrealta y las cuarenta de Atanasio de las que poco después no quedaba ni rastro en El Grullo; y luego otras cuarenta más al Marqués de Domecq y otras cuarenta más tres sementales a Juan Pedro, que fue, aseguran, la mejor compra que se hizo en la casa.

-La parte de Juan Pedro fue la más cara y la mejor sobre todo por lo bien que ligó con lo de Osborne, en realidad no era un cruce, era un refrescamiento. Al fin y a la postre todo es lo mismo, todo es Tamarón.

El trato de los sementales no fue un trato cualquiera como corresponde a sus protagonistas, tuvo nivel y precio. Se acordó que metían los novillos en la plaza. Si lo que hacía en el caballo y las hechuras les gustaba a los Cuvillo, pedían que se quemase -que lo toreasen- y la decisión le costaba medio millón de pesetas que perdían si luego no les gustaba lo que hacía en la muleta y le daban puerta. Si por el contrario les gustaba y lo aprobaban, por cada uno que decidían quedarse tenían que pagar tres millones más.

-No eran baratos.

-Pues en las prospecciones previas que hice en otras ganaderías hubo quien me pidió más.

El trato de las eralas también, recuerda, tuvo su singularidad. En este caso Juan Pedro hizo tres lotes con las eralas de ese año procurando que en todos los lotes hubiese individuos de los cuatro sementales principales y luego los sortearon. El precio en este caso fue de trescientas mil pesetas que se elevó algo más teniendo en cuenta que después de la tienta se desecharon diez que hubo que pagar al mismo precio.

-Aún así fue la mejor compra y por ello la más barata. Ahora ya te puedo decir que si hubiese habido que pagar más lo hubiese pagado, en esto no se puede andar con medianías.

La compra tenía el aval y el crédito de su origen, en este caso era Juan Pedro en su gran momento, y don Joaquín siempre creyó que más valía un individuo regular de un conjunto bueno que uno excepcional de algo que no va bien. Al final los tres sementales les funcionaron.

-Hemos hablado de las compras pero también habría que hablar de ventas.

-Yo he vendido mucho para vida, pero jamás vendí por los libros ni hemos dejado escoger ni hemos sorteado lotes. Hemos vendido lo que hemos querido vender nosotros y en general han tenido suerte. Lo que sí hemos hecho es que les dejábamos los vídeos de las becerras que entraban en el trato.

AQUELLOS OSBORNE

Siempre que se habla de los cuvillo, especialmente cuando se está delante de ejemplares de mucha clase, se te va la imaginación a aquellos osborne iniciáticos que llegaron en 1982 con un pecado original, el de la consanguinidad, todo se basaba en tres sementales que desencadenaba en demasiadas caídas. Aún así los primeros grandes triunfos de la divisa tenían la marca de Osborne los mirases por donde los mirases. “Eran muy bonitos y es verdad que tenían nobleza y mucha clase. Si acaso les faltaba un poco de chispa, pero con esas virtudes sólo no era suficiente para crecer, queríamos más”, resume don Joaquín. Álvaro apostilla: “Sacaban una gran regularidad en nobleza y más que poca fuerza yo les achacaba poca raza. Luego con el refrescón con lo de Maribel Ibarra mejoró mucho aunque perdió clase y donde ya funcionó bien sin paliativos, fue con lo de Juan Pedro que en aquel momento era la ganadería con mayor regularidad de todas”.

En la actualidad sería difícil, imposible me advierten los ganaderos, discernir cuánto hay de cada incorporación, dados los cruces entre ellos. Osborne, Maribel Ibarra, Marqués, Juan Pedro y los sementales de Daniel Ruiz con su famoso Cortesano, más tres toros de Santi Domecq y otro que le compraron a Garcigrande, un hijo del cuarenta, trato que exigió tiempo, dinero e influencias que en la casa han dado por bien empleadas y con eso está dicho todo sobre las cualidades que ha aportado el toro de Justo.

-Es que nosotros no hemos comprado por comprar, siempre hemos buscado lo que creíamos que nos hacía falta. Cuando fuimos a por Cortesano teníamos la ganadería en un punto muy bueno, con hechura y buen aire pero le faltaba algo de profundidad y de humillar, también buscábamos más duración y ese toro nos lo dio. Por el contrario nos metió unas malas hechuras en las caras que nos costó corregir. Y cuando les inquiero por las aportaciones del garcigrande, Álvaro pondera la duración y la regularidad de la ganadería charra y su padre se refiere al estilo y a que a lo mejor no salen muchos toros excepcionales, pero salen muchos muy buenos.

-En vuestro favor hay que decir que no tuvisteis empacho en recurrir a otras ganaderías para crecer. Os guardasteis los falsos orgullos y aflojasteis la cartera.

-Es que no hay otro camino. Si tú quieres mejorar la ganadería, porque nunca puedes pensar que lo tienes todo, tienes que ir a una ganadería que esté avanzando y comprar y eso vale dinero.

-La fórmula es nueva, que una ganadería funcionando salga a comprar a otra parte con tanta frecuencia, o alquile sementales, suena a nuevo.

-No es nuevo. Carlos Núñez por ejemplo estaba funcionando con rincón y se fue a comprar villamarta que era lo que querían las figuras. Lo que uno puede o no debe pensar nunca es que lo tiene todo. En ese caso estás perdido. Sólo el hecho de refrescar es importante. El último empujón de Juan pedro es con los hijos del toro Decidor de Algarra, con un refrescón de sangre.

GALERÍA DE SEMENTALES
La lista de los sementales claves en la historia de Cuvillo comienza con el 64 Cantarillo, de Osoborne, hermano de los toros de Paquirri de Sevilla, al que en El Grullo le sacaron varios sementales. “Era precioso de hechuras y aunque un poco irregular daba muchos toros de clase”, apunta Álvaro que inmediatamente se acuerda del 207 Gandul, que tiene una historia preciosa en la que se mezcla casualidad, suerte y sapiencia.

-Uno de los toros, el 16 Humorista concretamente, le dimos puerta el día del tentadero de Juan Pedro y cubrió una vaca de las que nos trajimos a casa. Parió un macho, el 106 Infame, muy bonito, al que tentamos y se quedó de semental. Dio bien pero el realmente extraordinario fue un hijo de éste, el 207 Gandul. El día de la reaparición de José Tomás llevamos tres toros suyos y los tres fueron extraordinarios.

Ese toro lo descubrió Santi Domecq. Me lo ha contado Álvaro con gran reconocimiento a su colega. En la tienta el tal Gandul había amenazado con rajarse, en realidad se había rajado y lo habían desechado. Tan claras tenían las ideas que lo prestaron para cubrir un lote de becerras que habían vendido a un ganadero de Jaén, hasta que un feliz día Santi viendo vídeos le adivinó algo. Ese toro tiene algo especial, echarlo a las vacas, dijo, y los ganaderos le dieron crédito y pidieron al ganadero que lo tenía que lo devolviese.

-Eso supuso romper un tabú histórico en las ganaderías, el echarle a las vacas un toro que se había rajado, pero el resultado ha sido fabuloso.

En esa línea de toro con clase sitúan al 164 Malpagador, toro tentado por Padilla, que dio hijos de los que quedan en el recuerdo como el de Manzanares en Algeciras o el de Talavante de Zaragoza, “daba menos regularidad que el 207 pero los daba con más clase si cabe”. El 74 Galiano, un ensabanado que transmitía esas mismas cualidades y otro tanto cabe decir de Idílico o Diligencia que son toros que dejaron recuerdo.

-Ahora la estrella es el 100 Ganador que es del 142 Fumador que es hijo del 36 Brillaclaro que es a su vez del 62 Cíngaro. Da una media disparatada. Es tremendo.

Escuchas la referencia apasionada de Álvaro y le crees. Hemos levantado la reunión y nos vamos a ver los toros de Valencia y los de Sevilla entre los que está el 226, primer hijo del celebre Arrojado que se lidiará en la Maestranza. De camino le pregunto: ¿Si te digo torerista te ofendes?

-No, no, es que yo soy torerista.

-¿Y si te dicen comercial?

-Eso es buen síntoma, pienso. Cuando no me han embestido no he sido comercial.

Pero de eso, de sus criterios en la tienta, de su preocupación por el futuro, “estamos perdiendo la batalla de la sociedad”, del reto próximo de su doble comparecencia en Sevilla, de la fórmula para salir de los baches… y de mucho más hablaremos la próxima semana.
Los toros de Álvaro Núñez del Cuvillo embisten asi... como ha sabido Manzanares dejar plasmados en reiteradas ocasiones

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