En otra tarde de sol y lleno el
jinete hispano-luso, se sobrepuso al pésimo encierro de Dosgutiérrez y a sus
alternantes convirtiendo lo que hubiese podido ser un naufragio en un fiesta de
música, oles y sombreros, abriendo la puerta grande y llevándose a todos
enrrumbados tras él.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
Fotos: JADR
Los Dosgutiérrez, negros, astracanados, enmorrilladitos,
estrechos de sienes, carifeos, con poco cuajo y parejos de peso entre los 442 y
los 448 kilos, excepto el primero (484), no dieron juego. Mansos en versión
bronca y malaleche, les pusieron las cosas al cuarto a la terna. Gustaron
primero y cuarto despuntados para rejones que con sus carreras carialtas tras
las grupas disimularon la falta de clase y humillación, y a los cuales la lidia
brillante hizo ver mejor de lo que eran ganándoles aplausos en los arrastres.
Los otros pidieron más bregas de domas que faenas de arte, pero no encontraron
ni lo uno ni lo otro, siendo pitados sus despojos al abandonar el ruedo.
Abrió Diego Ventura, frente al más encastado y pesado,
levantando una lidia precisa, sobria y corta. Demonio, Oro, Toronjo le llevaron
a los terrenos del toro en todos los tercios impactando en el tendido con gran
fuerza. Cuando en medio de la batahola formada por sus banderillas cortas a
relance pinchó cinco veces, perdió las orejas que con las obtenidas en el
siguiente turno le hubiesen dado rotundidad a su triunfo. Pero a cambio se
metió la plaza en el bolsillo.
Al cuarto, soso y desrazado, lo embelleció con una faena
florida en la que Cigarrera, Ordóñez, otra vez Toronjo y Morante rayaron a gran
altura. Rejones en sitio, palos largos y cortos de colocación asimétrica pero
de ejecución espectacular, giros inverosímiles, cabriolas, piruetas, galopadas
y gestos histriónicos sumaron para formar un despelote en la Monumental que se
le entregó sin reatos. Cuando el rejón fulminó como un rayo, desmontó, Morante
se fue solo, el griterío ensordecía y las dos orejas cayeron sin dilación dando
paso a una vuelta de órdago y luego a la salida triunfal en hombros. Para eso
es el toreo para mandar, para corregir, para cambiar el destino y para dar
felicidad a los mortales.
Alejandro Talavante, llegó adusto y se fue peor. Pareció no
gustarle nada. Con sus dos infumables que fueron duramente castigados por Ochoa
y Cid en los unipuyazos de rigor, no dejó ver asomo de la tauromaquia recia y
aguantada que lo tiene como figura. Su desilusión (¿desgano?) fue cortesmente
silenciada con el segundo que lo desarmó y correteó dos veces, pero abroncada
con saña en el quinto, al cual tras tres o cuatro macheteos despectivos liquidó
con pinchazo y estocada también desarmada. ¡Uf!
Sebastián Ritter, debutó con más pena que gloria, mas a
diferencia de su alternante, abundo generosamente, fatigosamente, en el
esfuerzo y en el riesgo. Sin obtener nada, claro. Nada diferente a los oles por
sus verónicas, chicuelinas y gaoneras de factura dispar a toro abanto, y a la
comprensión del paisanaje (los manizaleños también son paisas), la cual no pudo
agotar ni con sus diez, pinchazos y toro vivo en el tercer turno, ni con su
nuevo golpe en hueso y clarinazo en el sexto. Le valieron las ganas.
La tarde fue de Ventura, toda, solo de Ventura, nada más que
de Ventura. La salvó, la lleno y la enfiestó. Pagó la boleta. Eso tienen las
figuras, que son capaces de convertir el agua en vino, el fracaso en triunfo y
el enfado en alegría.
FICHA DEL FESTEJO
Jueves 7 de enero 2016. Plaza Monumental de Manizales. 5ª de feria. Sol
y calor. Casi lleno.
Seis toros de Dosgutiérrez
(en Santacoloma-Murube), ligeros de peso, con poco cuajo, mansos y broncos.
Aplaudidos 1° y 4°, pitados los otros.
Diego Ventura (rej), palmas y dos orejas.
Alejandro Talavante, silencio y bronca.
Sebastian Ritter, silencio tras tres avisos y silencio tras
aviso.
Incidencias: Saludó Carlos Garrido tras parar al 6°. Al terminar la corrida Diego Ventura salió en hombros.
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