lunes, 25 de enero de 2016

Córdoba ciudad cien por cien taurina

Los 5 califas, Lagartijo, Guerrita, Machaquito, Manolete, El Cordobés.

ANDRÉS AMORÓS
Diario ABC de Madrid

En un momento en que el PSOE niega la última letra de su sigla («E» de «Español») aliándose con quien sea, con tal de llegar al poder, no es extraño que se una, en Córdoba, a IU y a Ganemos para negar cualquier apoyo a las corridas de toros. La defensa de la unidad de España es muchísimo más importante que la de la Tauromaquia pero, de hecho, las dos cosas suelen ir juntas. Y esta actitud del PSOE cordobés choca, entre otras cosas, con la tradicional postura del socialismo andaluz y la realidad cultural de la ciudad.

En la discusión parlamentaria para declarar a la Tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial Español, recuerdo bien que los representantes del PSOE –alguno, en concreto, de Córdoba– proclamaron rotundamente que no apoyaban esta iniciativa del PP pero que, en Andalucía, su partido siempre defendería una Fiesta tan andaluza. Así ha actuado la Junta... hasta que los actuales pactos le han hecho olvidarlo.

La incoherencia resulta especialmente chocante en una ciudad tan profundamente taurina como es Córdoba. Baste con recordar dos datos: su Museo Taurino, uno de los mejores de España, es un Museo Municipal, inaugurado por el comunista Julio Anguita; el Ayuntamiento creó y mantiene, como uno de sus múltiples atractivos turísticos, la Ruta de Manolete.

Los aficionados lo saben de sobra. «La tradición y el arte taurinos –proclama el Museo– tienen aquí fundamentos de siglos», desde los fenicios y romanos. Los cordobeses han asistido a espectáculos taurinos en las plazas de la Corredera, la Magdalena, el Campo de la Merced, los Tejares y el actual Coso de los Califas. (Hace poco, el ABC de Córdoba organizó una brillante exposición sobre Córdoba y el toreo).

En la Corredera disfrutaba mucho un apasionado de la Fiesta llamado Luis de Góngora y Argote: de eso le acusaron algunos de sus puritanos enemigos...

Los califas

Mariano de Cavia llamó «Califa del Toreo» al gran Lagartijo, que dominó la Fiesta a fines del XIX. Decía un cantar: «No hay más que un Dios verdadero/ y un Rafael en España». El segundo Califa fue el Guerra, el prototipo de torero «largo», dominador. Ya retirado, pontificaba, con frases ingeniosas, desde su tribuna del Club Guerrita. El tercero fue Machaquito, el gran estoqueador, que inspiró a Benlliure su célebre escultura «La estocada de la tarde». El cuarto, Manolete, máximo exponente de la escuela cordobesa: seriedad, valor sereno, estoicismo senequista. El quinto, el revolucionario El Cordobés, al que el Rey acaba de entregar la Medalla de Bellas Artes. ¿Qué opinará el simpatiquísimo diestro de este ataque a la Fiesta, en su ciudad? El último, por ahora, ha sido el elegante Finito, que añadió a su nombre artístico el de su ciudad adoptiva.

Y, junto a ellos, en Córdoba, muchísimos matadores, rejoneadores (don Antonio Cañero, la máxima figura), toreros de plata, ganaderos, artesanos taurinos, artistas como el gran Julio Romero de Torres...

Todo eso lo está intentando borrar el sectarismo de Ganemos, con la complicidad lamentable del PSOE. No gana nada Córdoba con esta medida, pierde mucho. En esta triste España actual, el sevillano Ignacio Sánchez Mejías ya no podría llamar a Córdoba «la casa de los toreros», la ciudad en la que siempre se sienten como en su casa. Lorca, su amigo, la definió: «Córdoba, lejana y sola». Lejana, ahora, sí, del respeto a su cultura y su tradición, pero no sola: otros muchos ayuntamientos están intentando algo semejante.

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