Los 5 califas, Lagartijo,
Guerrita, Machaquito, Manolete, El Cordobés.
ANDRÉS AMORÓS
Diario ABC de Madrid
En un momento en que el PSOE niega la última letra de su
sigla («E» de «Español») aliándose con quien sea, con tal de llegar al poder,
no es extraño que se una, en Córdoba, a IU y a Ganemos para negar cualquier
apoyo a las corridas de toros. La defensa de la unidad de España es muchísimo
más importante que la de la Tauromaquia pero, de hecho, las dos cosas suelen ir
juntas. Y esta actitud del PSOE cordobés choca, entre otras cosas, con la tradicional
postura del socialismo andaluz y la realidad cultural de la ciudad.
En la discusión parlamentaria para declarar a la Tauromaquia
Patrimonio Cultural Inmaterial Español, recuerdo bien que los representantes
del PSOE –alguno, en concreto, de Córdoba– proclamaron rotundamente que no
apoyaban esta iniciativa del PP pero que, en Andalucía, su partido siempre
defendería una Fiesta tan andaluza. Así ha actuado la Junta... hasta que los
actuales pactos le han hecho olvidarlo.
La incoherencia resulta especialmente chocante en una ciudad
tan profundamente taurina como es Córdoba. Baste con recordar dos datos: su Museo
Taurino, uno de los mejores de España, es un Museo Municipal, inaugurado por el
comunista Julio Anguita; el Ayuntamiento creó y mantiene, como uno de sus
múltiples atractivos turísticos, la Ruta de Manolete.
Los aficionados lo saben de sobra. «La tradición y el arte
taurinos –proclama el Museo– tienen aquí fundamentos de siglos», desde los
fenicios y romanos. Los cordobeses han asistido a espectáculos taurinos en las
plazas de la Corredera, la Magdalena, el Campo de la Merced, los Tejares y el
actual Coso de los Califas. (Hace poco, el ABC de Córdoba organizó una
brillante exposición sobre Córdoba y el toreo).
En la Corredera disfrutaba mucho un apasionado de la Fiesta
llamado Luis de Góngora y Argote: de eso le acusaron algunos de sus puritanos
enemigos...
Los califas
Mariano de Cavia llamó «Califa del Toreo» al gran Lagartijo,
que dominó la Fiesta a fines del XIX. Decía un cantar: «No hay más que un Dios
verdadero/ y un Rafael en España». El segundo Califa fue el Guerra, el
prototipo de torero «largo», dominador. Ya retirado, pontificaba, con frases
ingeniosas, desde su tribuna del Club Guerrita. El tercero fue Machaquito, el
gran estoqueador, que inspiró a Benlliure su célebre escultura «La estocada de
la tarde». El cuarto, Manolete, máximo exponente de la escuela cordobesa:
seriedad, valor sereno, estoicismo senequista. El quinto, el revolucionario El
Cordobés, al que el Rey acaba de entregar la Medalla de Bellas Artes. ¿Qué
opinará el simpatiquísimo diestro de este ataque a la Fiesta, en su ciudad? El
último, por ahora, ha sido el elegante Finito, que añadió a su nombre artístico
el de su ciudad adoptiva.
Y, junto a ellos, en Córdoba, muchísimos matadores,
rejoneadores (don Antonio Cañero, la máxima figura), toreros de plata,
ganaderos, artesanos taurinos, artistas como el gran Julio Romero de Torres...
Todo eso lo está intentando borrar el sectarismo de Ganemos,
con la complicidad lamentable del PSOE. No gana nada Córdoba con esta medida,
pierde mucho. En esta triste España actual, el sevillano Ignacio Sánchez Mejías
ya no podría llamar a Córdoba «la casa de los toreros», la ciudad en la que
siempre se sienten como en su casa. Lorca, su amigo, la definió: «Córdoba,
lejana y sola». Lejana, ahora, sí, del respeto a su cultura y su tradición,
pero no sola: otros muchos ayuntamientos están intentando algo semejante.
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