El sobrino nieto del Faraón sale a hombros en su presentación en
Santander con su personal naturalidad y
un concepto con espejo en el pasado; buena novillada de Juan Pedro Domecq.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Los tres novilleros coincidieron en ternos verdes de diferentes tonos.
Pero el vestido que marcaba la
diferencia por los bordados de las hombreras tan de su tío abuelo Curro Romero era
el de José Ruiz Muñoz.
Curro entró en la linda plaza de Cuatro Caminos en compañía del alcalde
de Santander, Iñigo de la Serna, y en
una barrera siguió el desarrollo de la novillada a la vera de Carmen Tello, árbol de sombra y sueño.
El capotito del sobrino nieto, por tamaño y sedosa caída, también tiene
espejo faraónico. Como una verónica y
una media de garbosa salida al paso con el, en principio, suelto novillo de
Juan Pedro Domecq.
La muleta de José también es proporcional al capote: chiquitita. Y la
maneja con la naturalidad heredada,
aprendida o admirada. Un porte distinto, etéreo, frágil, sutil. Aquel Curro sesentón rejuvenecido en la torería al
salir y entrar de la cara del toro. Desparpajo en el desplante como si fuera el
bronce que vigila la Maestranza. Distinto Ruiz Muñoz en los pases de pecho, en
la cintura, en el empaque, en la lentitud, en los adornos y en el fundamento.
A cámara lenta también le hundió la espada a un utrero ideal que le
permitió crecerse, sonreír y mostrar un
concepto diferente con retrovisor al pasado. Cuando paseó las orejas José Ruiz Muñoz y esa ramita de romero...
Nostalgia inmensa de Curro.
Hasta esa dulce sonrisa la novillada había sido amarga con dos
juampedros con el hierro de Parladé brutos y desagradecidos, muy agarrado al
piso además el de Garrido, y
descompuesto y violentado el de Fernando Rey.
Rey atacó mucho y por abajo al bravo y noble cuarto quizá con toda la
pólvora, y 'polvaera', que el primero había mojado. Atacar y atacarse hasta
cobrar la estocada y el trofeo.
José Garrido cató la clase del hondo quinto con extraordinarias
verónicas. Clase que dio con sus huesos
en el suelo por chicuelinas muy abiertas. Y clase a la que le faltó fondo
en una faena que tuvo un inicio torero a
dos manos y que halló en la izquierda el pulso frente a la rotundidad de la
derecha. El eco del cierre por manoletinas lo cortó una estocada atravesada que se escupió. Pudo ser otra
oreja que el palco no concedió.
Voló de nuevo el capotillo sin apresto de José Ruiz y abrochó con una
revolera la embestida suave del colorao sexto. Las chicuelinas se enredaron un
poco en su grácil aleteo con las fuerzas contadas del novillo. Curro dio una
vez una chicuelina y no volvió a repetir la experiencia...
La sangre de su sangre volvió a sentirse en la manera de acompañar el
toreo en redondo y hacerle con mimo la vida más fácil. Los de pecho le daban aire
a la embestida tratada con las yemas pero que no trepaba. Fácil también y de
nuevo con la espada. Honores a la
genética.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cuatro Caminos. Lunes, 21 de julio de 2014. Segunda de
feria. Unos tres cuartos de entrada. Novillos de Parladé (1º y 2º) y Juan
Pedro Domecq, lustrosos, redondos, bien comidos, bonitos; descompuesto y
bruto el 1º; sin clase, violento y agarrado al piso el 2º; bueno y con ritmo el
3; bravo y noble el 4; de mucha clase y justo fondo el 5º; fácil pero de contadas fuerzas y transmisión.
Fernando Rey, de verde botella y oro. Dos pinchazos y estocada (saludos). En el
cuarto, estocada (oreja).
José Garrido, de verde hoja y oro. Pinchazo y estocada caída. Aviso (silencio). En
el quinto, estocada atravesada que escupe y descabello. Aviso (petición y
saludos).
José Ruiz Muñoz, de verde y oro. Estocada algo contraria (dos orejas). En el
sexto, estocada (ovación de despedida). Salió a hombros.
“El Faraón de Camas” viendo a su sangre de nuevo en la arena…
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