El matador malagueño fue de nuevo herido en una tarde en la que Padilla
cortó la única oreja y Ferrera hizo lo mejor con una cuajada y buena corrida de
Puerto de San Lorenzo.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Preocupa cada vez más Jiménez Fortes. O al menos debería
preocupar a su entorno profesional y personal más que a quien esto firma. Un
toro lo hirió de nuevo ayer. Los toros cogen, claro está. Pero a Saúl
Jiménez Fortes no es ya tanto lo mucho que lo agarran, sino cómo lo
apresan. El hermoso tercero de Puerto
de San Lorenzo le levantó los pies del suelo cuando la faena tocaba a
su fin. O hace rato que así lo exigía. No había más. Todo lo bueno que ofrecía
la embestida por el derecho ya lo había entregado en series densas de incluso
siete muletazos por ronda. En los pases de pecho el toro soltaba la cara, como
cuando sentía no ir atado abajo, como al principio de obra. En cada obligado, Fortes
se enredaba, salía medio trompicado, escapando por los pelos de los ganchos.
Como un púgil lento en la refriega del cuerpo a cuerpo. De tal modo lo pudo
derribar en varias ocasiones. Por la izquierda el toro se defendió malamente
por arriba y provocó un desarme. Como otro había sufrido en unas chicuelinas
cuyo único propósito parece el atragantón.
Bueno, pues a últimas, sobre la campana del asalto final, el toro se le
durmió debajo sobre la mano derecha y volteó al torero en estado de
sonambulismo. Lo empaló, le tiró otro derrote antes de que tocase el suelo y lo
dejó reventado. Revuelo de capotes, el rostro ensangrentado del morrillo y el
muslo rajado a cuchilla. Padilla le colocó el corbatín a modo de
torniquete. Y todavía el matador partido siguió con pundonor para acabar su
misión y pasar a la enfermería. Cada cual es dueño de su vida y de su muerte,
mas hay algo en Fortes que ralentiza sus reflejos hasta anestesiarlos. Y
una cosa es arrimarse y otra andar por la plaza como un boxeador sonado.
Demasiadas narraciones similares ya.
De la enfermería regresó Fortes con unos vaqueros piratas y el
chaleco y las manoletinas como todo recuerdo de la indumentaria torera en
imagen peripatética. Nada más aparecer en escena el tremendo y complicado
sexto, un desarme; al poco de iniciada la faena, en un pase de pecho, un
cabezazo orientado provocó que el torero se trastabillase y cayese a merced.
Los pitones lamieron el cuello... El esfuerzo, bárbaro como la angustia. Pero
esto no es así.
Antonio Ferrera sí que apostó
conscientemente con un toro aleonado de anchos pechos. Pesaba en la muleta por
su serio comportamiento y por la ausencia de un tranco que Ferrera trató
siempre de suplir con recursos técnicos desde el capote. En la muleta, la espera
retrasada, el trazo para romperlo hacia delante, el mérito sordo, sin eco, ni
en los tendidos ni en la música rácanamente callada... Faena infravalorada que
la colocación de la espada emborronó.
La siguiente, y también extensa, labor del veterano extremeño la
ninguneó en esta ocasión el palco. Otros registros los del quinto toro de Puerto de San Lorenzo, los de la
clase superior y el poder contado. AF, salvo con el desordenado tercio
de banderillas, compensado con la exhibición del anterior, se sintió la mar de
a gusto, abandonado y a veces muy acoplado. La vuelta al ruedo supo a premio de
consolación.
Padilla compartió banderillas con Ferrera en el
toro que inauguró la tarde, el más liviano de la cuajada corrida de Lorenzo
Fraile. Al mansito, que ya marcaba querencias, le endilgaron un puyazo como
para que buscase cobijo en El Sarnidero...
Y así, pirándose el lindo ejemplar a sol, inició faena El Ciclón, que hubo de resetear el prólogo en terrenos de sombra.
En los medios lo sujetó más y mejor sobre la diestra, hasta que la cosa, y la
nobleza, fue derivando hacia tablas y hacia el populismo que le entregó la
única oreja de casi tres horas de función. Porque el fornido cuarto repartió
guasa en ataques de vista perdida, y Juan José Padilla convirtió tripas
en corazón en una meritoria pelea de toma y daca.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cuatro Caminos. Martes, 22 de julio. Tercera de feria.
Tres cuartos de entrada. Toros de Puerto de San Lorenzo cuajados,
rematados, serios, más terciado el bajo, recortado, mansito y noble 1º de
marcadas querencias; pesó en la muleta el aleonado 2º a falta de un tranco;
bueno por el derecho un hermoso 3º que soltaba la cara; complicado el cinqueño
4º; de clase y contadas fuerzas el 5º; incierto por muy frenado y orientado el
tremendo 6º.
Juan José Padilla, de purísima y oro. Estocada pasada (oreja). En el cuarto, media
estocada y varios descabellos. Aviso (silencio).
Antonio Ferrera, de nazareno y oro. Estocada trasera y baja. Aviso (aplausos). En el
quinto, estocada pasada y descabello. Aviso (petición y vuelta).
Jiménez Fortes, de azul marino y plata. Estocada atravesada y tendida que escupe,
pinchazo, estocada atravesada y dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto,
pinchazo y estocada. Aviso (silencio).
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