El madrileño corta una oreja a
cada uno de su lote y sale a hombros y Alejandro Talavante, que paseó un trofeo
del tercero, pierde la puerta grande por fallar con los aceros en el sexto;
buen debut de Garcigrande.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
De la inteligencia de El Juli se sabe desde que no levantaba
un palmo del suelo. Y ayer se volvió a demostrar su capacidad para hacerse con
Pamplona, envolverla en papel celofán y embolsársela en el esportón. Y con un
par de toros que precisamente requirieron de cabeza y redaños, o viceversa. Tal
vez peores que otros dentro de la noble, cinqueña y muy seria corrida de
Domingo Hernández y Garcigrande que come en su mano. Y ahí es donde una figura
del toreo marca la diferencia, para salir en volandas donde los demás se van
andando. Chapó.
Con un soberbio arrimón se arrancó con un montado toro,
tocado arriba de pitones, que no se arrancaba en sus medios viajes altivos. Un
invento de Julián la faena, con los cuernos de la luna lamiendo sus hombreras.
O apuntando a ellas. Ahí rindió Juli a la plaza. La obediencia del garcigrande
en sus medios viajes no halló temblor en su vestido de plomo. Desde el quite
por chicuelinas no hubo resquicio a la duda. La estocada con el sello pasado de
la casa le entregó la primera llave de la salida a hombros.
La otra vuelta de tuerca la conquistó con el sentido de las
distancias hiperdesarrollado tal y como necesita un quinto, voluminoso y más
simplón quinto de generoso cuello. El Juli le concedió el sitio, los metros y
espacios para hacerlo romper, calentarlo y moldearlo hacia adelante. El
cinqueño se calentó, a más la llama, a más el pulso por la la izquierda. Y el
tiempo entre series para vender y meter a los tendidos en faena. Como al toro.
Muerto en pie con la estocada, El Juli se desplantó rodilla en tierra. La
puerta grande se entregaba.
Alejandro Talavante se hizo presente por vez primera con un
quite por chicuelinas para responder otro quite por Chicuelo de Julián en su
toro. Cuesta entender estas repeticiones con el abanico de quites que existe.
Para Talavante el destino reservó un ejemplar de Domingo Hernández de
espectacular cara como corona de unas bajas hechuras. El toro ya se durmió en
el caballo y luego siguió siempre como muy dormido en la muleta. Como de venir
y no irse. En un cambio de mano, A.T. voló por los aires. Ya se lo había hecho
en el cuarto muletazo de una serie anterior por el izquierdo también. Pamplona
se despertó con el volteretón y Alejandro cuajó una estocada despaciosa de
ejecución, lo más lento de la faena. Para su cuenta, otra oreja. Y una más
debió cortar con el buen sexto de soberbio trapío. No terminó el cronista de
asimilar si fue a la nobilísima embestida a la que le faltó un paso más o al
propio torero. Difícil la disquisición. Pero quedaron ciertas dudas: si
Talavante torea ahora ortodoxamente mejor en sacrificio de la expresión o si la
educación taurina ha restado en ambición. Sí parece que, en su situación o
estado de sitio, como cuentan algunos compañeros, hay que apretar y apretarse
más con un toro así. Y sobre todo matarlo.
Finito de Córdoba echó por delante a la acorazada de picar a
conciencia. A El Patillas y a Jabato a los mandos. ¡Vaya puyazos! En los 80,
caen panes, cubos y una lluvia de bocadillos los del castoreño. El tremendo,
astracanado y frenado primero, cuyo cuello había sido pértiga sin elasticidad
para hacer volar mozos por la cuesta de Santo Domingo, no sirvió. Pero el bizco
cuarto arreó por derecho aun con todo el castigo a cuestas. Y por abajo. Juan
de Córdoba, entre detalles muy toreros, tiró más líneas que un ingeniero de
caminos. Aunque alcanzado un momento la izquierda se relajó. Y eso que la
embestida del toro tenía su tralla de golpe. Una marcha más. El puntillero y el
descabello se enredaron. Debió rematar el toro el buen debut de Garcigrande. / Diario EL MUNDO de Madrid
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de Pamplona. Jueves, 10 de julio de 2014. Sexta de feria.
Lleno. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande (2º y 3º), cinco cinqueños,
tremendamente serios y armados; alto de cruz y muy montado un 2º paradote que
nunca descolgó; cargadísimo del tren delantero el astracanado, anclado y muy
castigado 1º; bizco, humillador y arreando por derecho, más bravucón que bravo,
el también muy sangrado 4º; noble y de menos a más el descolgado y simplón 5º;
de venirse y nunca terminar de irse un bajo 3º; muy noble el 6º a falta de un
tranco.
Finito de Córdoba, de sangre de toro y plata. Pinchazo, media
estocada y dos descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo, estocada corta
defectuosa y múltiples descabellos. Dos avisos (silencio).
El Juli, de gris plomo y oro. Estocada corta y
trasera (oreja). En el quinto, pinchazo y estocada trasera. Aviso (oreja).
Salió a hombros.
Alejandro Talavante, de azul pavo y oro. Estocada (oreja). En
el sexto, cuatro pinchazos y estocada caída (silencio).
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